
Algunos historiadores fijan el exilio de los gibraltareños el día cuatro de Agosto de 1704. Otros el día 6. Lo cierto es que después de cuatro días de asedio y muerte, los españoles entregaron la ciudad el 6 de agosto de 1704 y marcharon al exilio. Eran unas cuatro mil personas los que vivían en Gribaltar, una población estable y próspera de unas 1.200 casas, en aquel verano del año 1704 cuando los ingleses atacaron la roca con veinte navíos de guerra y unos 3000 hombres bien armados.
Existe bibliografía sobre el párroco que se llevó a lomos de un par de mulas los archivos de la parroquia y de la amargura y lloros del panadero del pueblo, así como que en esa larga fila de expoliados se encontraba. Simón Susarte, el pastor, que tuvo que dejar sus cabras y como casi todos sus vecinos acampó alrededor de la ermita de San Roque, origen de la actual ciudad andaluza.

Pero Simón, que solo aspiraba a recobrar su casa, y quizás, sus cabras, conocía cada sendero oculto de la roca, y por ello se presentó ante el General Villadarías para proponer un plan de reconquista de la plaza, de su pueblo. Conocía como la palma de su mano un paso, el del Algarrobo, por el que podría alcanzar la parte mas alta del peñón, la Torre del Hacho.
Si desde allí atacaba un grupo de valientes mientras el grueso del ejército lo hacía desde el Campamento español cogerían a los ingleses entre dos fuegos.

Fue la única vez en trescientos años de historia que los españoles invadimos Gibraltar con una buena estrategia y verdaderas posibilidades de éxito.
El general Villadarías designó a uno de sus coroneles, el Señor Figueroa, un comando compuesto por unos quinientos hombres que siguieron al cabrero Susarte por los riscos durante la noche. Y ellos cumplieron con su cometido y lo pagaron con sus vidas, porque el grueso del ejército español no apareció a la hora “señalada”. El problema fue el de la coordinación y los intereses políticos. Esa expresión de la política de baja estofa que hoy asoma por todos lados. Al parecer el general decidió esperar a los refuerzos de los franceses que querían la gloria para el “imperio de las ordenanzas castrenses”. Una gran victoria no podía pasar a la historia de la mano de un humilde cabrero que cuenta la leyenda sobrevivió al cobijarse en aquellos senderos que nunca han recogido los mapas topográficos.

En la ciudad de San Roque hay un parque, un barrio y una estatua que recuerdan su gesta (Páginas 296 y siguientes). Un acto heroico que merece no ser olvidado. Su nombre: Simón Rodríguez Susarte, conocido como Simón Susarte, un humilde cabrero.
.
Desconocida gesta, que pone de manifiesto el mal negocio que hicimos con los Borbón en la Corona, pues salvo Carlos III, que salió a su madre, Isabel de Farnesio, los demás han salido «rana», cuando no auténticos sapos, como Fernando VII.
¡HONOR Y GLORIA A SIMÓN SUSARTE!
Muy buen e interesante artículo!
No conocía la historia. Gran gesta de un héroe que, como ocurre muchas veces y desgraciadamente, no se ve recompensada con el éxito.
Yo tampoco conocía esa triste aventura, que demuestra que los españoles nunca han sentido que Gibraltar no es español.