
«Me concentro en la novela “Ruido de fondo” de el genial Don Delillo donde describe el «run run» como ese sonido electrónico que no puede oírse»
En el barrio de las Letras en Madrid hay ruido de fondo que produce dolor de cabeza. Llega desde la Carrera de San Jerónimo, el Congreso del los Diputados, que cada nuevo día, produce un revuelo de periodistas, cámaras y focos, que amplifican en los informativos de televisión ese “run run” que uno no deja de oír cuando llega a casa. Un ruido de fondo que enerva y me temo, no sufro yo solo.., porque últimamente veo a muchos vecinos mirar con desconfianza. No debe tener muchos decibelios, es cómo la música de ciertos ascensores que no se oye mas que el latir del corazón pero no tengo claro si la desazón que produce se sitúa antes del umbral de audición o después del umbral del dolor. El caso es que proviene de las interesadas y mediocres lidias de los políticos, y más que el tímpano, lo sufre el corazón, porque mi perra, la pastora catalana, no parece oírlo, ni asustarse con él…
No me extraña que la estadística sociológica confirme que los políticos y su ruido de fondo son uno de los principales problemas para los ciudadanos españoles. ¿Lo han oído? Estoy seguro. Hoy sonará de nuevo desde la televisión y por eso hoy no la enchufo y me concentro en la novela “Ruido de fondo” de el genial Don Delillo donde describe el «run run» como ese sonido electrónico que no puede oírse y que, imperceptible, se sitúa en los intersticios de los diálogos televisivos. Un sonido que lentamente lo pervierte todo con la maligna fuerza de un vudú contemporáneo.
Los dos dos principales protagonistas de la novela, el profesor universitario Jack Gladney y su compañera Babette, comparten hijos, un hogar burgués en el Medio Oeste norteamericano y un profundo miedo a la muerte. Gracias a ellos, el novelista elabora una sugerente fábula sociológica sobre la sociedad moderna y el progreso de las tecnologías. Ella le pregunta en una ocasión: ¿Era la gente tan estúpida como ahora antes de que existiera la televisión? Y él no sabe contestar.
La novela rezuma fina ironía al denunciar la vacuidad de la vida burguesa ya atormentada por nimiedades y que solo encuentra gozo al llenar la nevera en el supermercado. Una cotidianidad invadida por la televisión y la radio, omnipresentes, y en la que, un buen y aciago día, una nube tóxica transforma la existencia de los protagonistas por sus nefastas consecuencias. Cuenta Delillo que tras el accidente industrial, los habitantes de su imaginario pero real mundo, pueden todas las tardes contemplar unas nuevas puestas de sol, majestuosas, reconfortantes y así, poder seguir con sus vidas completamente inútiles ante los desafíos de la existencia.
Martin Amis califica a Delillo como El “poeta de la paranoia”. Y él dice que se convirtió en escritor gracias a su denodado esfuerzo por “evitar un compromiso serio y responsable con cualquier otra cosa”. Paradoja genial de su arte narrativo porque sus novelas expresan, a la perfección, la auto crítica, muy norteamericana por cierto, del desmoronamiento moral y ético de la civilización occidental.
¿Qué escribiría si fuera español y le tocara escuchar el insulso discurso de nuestros políticos y sus desaires al sentido común, empeñados en generar tan solo un profundo y enervante ruido de fondo?
Excelente artículo que me empuja a leer «Ruido de fondo».