La invasión retransmitida en directo en la frontera Sur de Europa. Por Manuel Artero

«Asistimos a la retransmisión en directo de una nueva invasión. Un solo hecho y un sinfín de visiones que lo modifican y tergiversan hasta la egoísta declaración política»
En las Islas Canarias, la frontera sur de Europa, hay demasiado en juego desde hace ya unos meses. Se trata de la vida y la muerte pero tan solo los buenistas y oenegeros subvencionados esconden la cabeza ante la invasión y el cambio de paradigma que digerimos en España con cada imagen nueva, con cada diaria llegada de pateras, gomas y cayucos repletos de jóvenes equipados y fuertes, con sus mochilas secas, con dinero y sus pasaportes además de una telefonía móvil propia de los ejércitos. Una realidad que no tienen nada que ver con aquel drama humanitario de hace tan solo un año, con el que todo Occidente, católico y solidario, empatizó a golpe de titulares audiovisuales sobre el sufrimiento y muerte de mujeres, niños y ancianos huyendo de la miseria y el horror, de la guerra y el sufrimiento. El drama humanitario que crujió en Lampedusa.
Hoy asistimos a la retransmisión en directo de una nueva invasión. Un solo hecho y un sinfín de visiones que lo modifican y tergiversan hasta la egoísta declaración política que también deglutimos sin bicarbonato en cada noticiario. Ya habíamos asimilado esa infame utilización del drama y sus imágenes, manipuladas o no, que nos conmovieron pero ahora reina la confusión que nadie nos aclara. ¿Qué pasa en el puerto de Arguineguín, en el sur de Gran Canaria? ¿Dónde está el drama? En los que llegan o en los que les reciben.
Y así comprobamos que nos engañan con ese antifaz del cerebelo sectario que muchos calzan para ganar cuota de mercado, como si de una simple partida electoral se tratara, como si no estuvieran presentes en el terrible juego la muerte, la miseria y el drama de miles y miles de almas. Porque así tapan una política oscura en la que prima la ocultación de un suicida recibimiento a gastos pagados, a todo un ejército de jóvenes africanos de los que no sabemos ni tan siquiera cuántos están dispuestos a matar por su envenenada y medieval ideología.
Se trata en definitiva de la puesta de largo y la consumación de la política de los populistas que olvidan la historia del caballo de Troya por unos intereses concretos, pequeñitos y bastardos. Y que nos olvidan, y esto es lo realmente grave, a todos los demás en esa peligrosa ecuación internacional que se calcula en el tablero global que protagonizan terroristas y demócratas. Radicales y tolerantes. Asesinos y víctimas.
Ponga un refugiado a su mesa, acoja solidariamente porque son también nuestros hijos, solo llegan los más fuertes y olvide todo lo demás, nos dijeron entonces. Pero ahora no nos dicen nada y ante la avalancha de soldados callan. Qué fácil solución para anestesiar la conciencia. Y claro está: Los que vengan detrás que arreen, si sobreviven.
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