
En una era en que los combustibles fósiles discurren en acelerada decadencia, una nueva materia prima se alza como “material del futuro”. Su papel fundamental en tecnologías de Defensa y Energías Renovables hacen de las “tierras raras” un apetecible recurso para las superpotencias mundiales.
Posiblemente usted, querido lector, haya oído hablar de las “tierras raras”; pues sé de buena mano que los lectores de “La Paseata” están al día en lo que a las últimas noticias respecta. Por si acaso no se hubiera enterado, ha de saber que las “Tierras raras” son un grupo de 17 elementos químicos (escandio, itrio, lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecioque) que se caracterizan por su escasez o baja concentración, como su propio nombre indica (raras, escasas).
Hace 50 años las tierras raras no tenían ningún uso y su explotación no era rentable; apenas unos pocos “freaks”, expertos en la materia, conocían su potencial. Hoy en día las “tierras raras” son un elemento crucial en política internacional por sus capacidades magnéticas. Sus principales aplicaciones se encuentran en el ámbito de la Defensa (telecomunicaciones y tecnología armamentística) y en la fabricación y desarrollo de energías renovables.
Las águilas de Wall Street, que directa o indirectamente preludian lo que está por acontecer, han puesto su objetivo en estos elementos; disparando su precio de cotización en los mercados de materias primas. También el gigante asiático (China), ha incrementado su control sobre las “tierras raras”, cuya extracción domina en un 85%. Estos 17 elementos se han convertido en el fetiche de los mercados internacionales, su demanda se ha disparado; y ya hay quien los atesora como activos de inversión de alta rentabilidad. Las tierras raras son al presente lo que los pozos petrolíferos fueron al siglo XX.
La Agencia Internacional de Energía, así como El Departamento de Energía de los Estados Unidos, y la propia Unión Europea, han calificado las “tierras raras” como una materia prima crítica y esencial para el desarrollo tecnológico, estratégico y competitivo.
Ahora viene la buena noticia: España es, de la Unión Europea, el Estado que más “tierras raras” posee en su subsuelo, con capacidad para llegar a una cuota de extracción del 7 % de la producción mundial. Sin embargo, cualquier proyecto de extracción de estos materiales será inmediatamente paralizado por el ministerio, ya que “la explotación minera afecta gravemente al entorno natural en que se realiza, destruyendo los ecosistemas y perjudicando la biodiversidad” (argumento, en su voz literal, que esgrime el recientemente creado ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico).
Quizás usted, querido lector, posea fincas en cuyo subsuelo existen minerales de alto valor (especialmente si estas fincas se encuentran en Castilla y León, Castilla la Mancha o Canarias) pero sepa que estos recursos nunca se aprovecharán, debido al “grave perjuicio” que ello conlleva para el medio ambiente. Resulta que la minería, actividad esencial que permitió al “homo sapiens” primitivo dominar los metales e iniciar la “edad de hierro” (periodo en que se sentarían las bases de la Historia tal y como la conocemos) es ahora un “peligro potencial” para el planeta.
Curiosamente los que así piensan, los que consideran que extraer las materias primas del subsuelo es un atentado contra el planeta, son los primeros en beneficiarse de las ventajas tecnológicas que reporta el uso de minerales como las “tierras raras”. Aquellos que presentan la minería como un grave daño para el medio son habitualmente “urbanitas” que sólo conocen el mundo rural por las películas de Disney.
Lo mismo sucede con la ideología “verde”, cuyos máximos exponentes son habitantes de ciudades sin contacto con el medio rural y que desde una óptica maniquea se creen dueños de la naturaleza. Pero esto ya es otro artículo que aquí no compete, si quieren saber del campo lean a Gusarapo.
Por ahora quédense con que el término “tierras raras”, si se introduce en el motor de búsqueda de Google, apenas resulta en 5 millones de resultados, mientas que el término “oro” ofrece más de 1000 millones de resultados. Pues bien, sepan que los primeros (las tierras raras) son mucho más escasos y útiles que el segundo (el oro).