
«Debo llegar con el zurrón de la Pampa que llevo al cuello a un pueblo lejano para pagar a todos y cada uno de sus vecinos»
En mis mejores sueños me veo a galope tendido por un infinito con forma de valle. No hay pesadilla ni temor por los ladrones que me persiguen. Confío en mi caballo. Y algunas duerme velas hasta intuyo mi destino. Debo llegar con el zurrón de la Pampa que llevo colgado al hombro, y me golpea la espalda con el ritmo de la cabalgadura, a un pueblo lejano, quizás mi pueblo, para pagar a todos y cada uno de sus vecinos. Merecen lo que suyo es y tengo claro, a pesar de mis pobres recuerdos, que no es dinero lo que llevo en el zurrón. Y tampoco oro. Se trata de algo mucho más valioso, pero cuando despierto nunca puedo descifrar en qué consiste esa rica esencia que pesa poco y apenas si recuerdo retazos que me amplifican lo leído en las vigilias de invierno.
Y así, imagino que el comisario pagador de los gauchos en la Pampa llevaba un zurrón, como el de la imagen que compré en una aldea de Paraguay, lleno de monedas y oro sujeto al recado de su caballo. La llave del pasador colgada al cuello en la misma cadena de plata que la foto de su hija. Y nunca le robaron. Al respecto, el autor Eduardo Gutiérrez en su novela “Juan Moreira” dice que : “Cuando cae el comisario pagador con sus pequeños sueldos que se convierten en fuertes sumas por la cantidad de meses que se les adeuda, en cada toldo se arma una jugada donde el indio que pierde, juega buscando el desquite hasta el kepi con galones que es la prenda que mas estima”.
Era una época en la que el mito del caballo enseñoreaba al galope los ideales de libertad. En la obra “El Gaucho: Desde Su Origen Hasta Nuestros Días”, Emilio P Corbière dice: “Las carrozas o mulas en que se hacían los viajes de pueblo a pueblo, empleándose semanas, no necesitaban escoltas para defender la bolsa de los viajantes al modo que lo hacían los que en ciertas regiones de Europa viajaban en la edad media, porque el bandido interesado en el dinero ajeno no había nacido todavía en América, y aunque el indio vivía sin dinero, no sentía el deseo de vivir como los conquistadores. El ladrón es un engendro de la sociedad a la cual roba; trata de apoderarse de bienes que conoce, que sabe valorar, que necesita para gozarlos como los gozan sus dueños.”