
«Station Eleven es la historia de la peor pandemia pero termina creando una idea de reconstrucción en la que el arte y la literatura son claves»
A finales del pasado diciembre comente que quizás me estuviera haciendo mayor, ya que no sabía si la miniserie Station Eleven me estaba gustando mucho o por el contrario no me gustaba nada y que me daría la oportunidad de verla hasta el final y llegaría a la conclusión de que terminaría odiándola o amándola.
Pues bien, habiendo llegado al capítulo final y décimo de esta postapocalíptica serie sobre una pandemia de gripe que cambia el mundo, puedo afirmar que Station Eleven es una obra de arte, una obra maestra de la narrativa audiovisual, estructurada en múltiples líneas de tiempo que cuentan las historias de supervivientes de una gripe devastadora mientras intentan reconstruir y reimaginar el mundo de nuevo, todo un tratado del comportamiento humano, que no pone el foco en la pandemia, sino en la Humanidad.

Con un guion basado en la novela de Emily St. John Mandel y adaptado para televisión por Patrick Somerville, el escritor de la maravillosa The Leftovers, la serie Station Eleven describe un mundo donde las personas aún se necesitan fundamentalmente entre sí y necesitan el arte para procesar lo que están pasando. El teatro como sala de ensayo de la vida: nadie entendió esto mejor que William Shakespeare, y lo hizo hace más de 400 años.
En lugar de revolcarnos en la miseria de una pandemia, Station Eleven quiere llevarnos a un lugar más optimista y esperanzador. El realizador Hiro Murai puso las bases de la narrativa audiovisual en el primer capítulo y Jeremy Podeswa remató el excelente trabajo audiovisual en el último. Un excelente trabajo de todos los realizadores que han intervenido en los diferentes capítulos del complejo, enredado, fascinante y por momentos un tanto frustrante universo de Station Eleven, tan diferente en el manejo de los tiempos narrativos, de la mayoría de las series de hoy en día, que tanto nos recuerda a The Leftovers.
En definitiva una historia de la peor pesadilla posible, pero que termina creando una idea de reconstrucción en la que el arte y la literatura del «pasado» terminan siendo claves.