
«El problema es el gobierno, y la solución pasa por ir contra el él, no contra la gente. A ver si lo recordamos cuando lleguen las elecciones»
Ayer vi por vez primera en este año, mariposas. Cada año veo menos. En dos lustros su número ha descendido drásticamente por aquí. Y ayer, inesperadamente, vi a unas cuantas revoloteando alegremente. Blancas, naranjas y manchadas. Subiendo y bajando. Solas y en grupo.
Un rato antes había estado hablando por teléfono con alguien a quien tengo en gran estima y le había dicho que pensaba escribir sobre un tema que me había provocado algunos encontronazos en los últimos días, pero que había desistido.
Siempre es más fácil callar. Y sin embargo, la presencia de las mariposas, su delicado movimiento, me recordaron que la libertad se defiende, la mayoría de las veces, a base de ir contracorriente y entre olas de incomprensión.
En diciembre pasado, en los días previos a la anunciada y posteriormente desconvocada huelga de transportistas, tuve la oportunidad de conversar con algunos, todos ellos autónomos, sobre los motivos que les llevaban a parar su actividad. Todos se mostraron partidarios de la huelga.
Con varios de ellos estuve hablando en las instalaciones de una de las cooperativas con las que trabajo. Casualmente, este pasado jueves, antes de ayer, coincidí en el mismo lugar con uno de ellos. Estaba descargando pienso. Esperé a que terminara la descarga y le pregunté por qué no estaba en huelga. Me contestó que porque necesitaba trabajar. Ese señor necesita trabajar y está en su derecho a hacerlo. Como derecho tiene a hacer huelga. Y como derecho tenemos los demás a trabajar, circular y poder comprar o vender. El derecho de unos no puede lesionar el derecho de otros.
Siempre he defendido el derecho a la huelga, pero también he defendido el derecho a poder seguir con tu vida sin que nadie te coaccione o te agreda.
Parece ser que esto no se puede decir si los huelguistas cuentan con apoyo popular. Parece ser que las agresiones no son tales si te identificas con el agresor porque crees que está defendiendo y exigiendo lo que tú no te atreves a defender y exigir.
Si un transportista decide para su actividad, olé por él, pero ese derecho no le permite convertir a otros en rehenes de sus demandas.
Parte de la sociedad española se está empobreciendo. Las políticas gubernamentales y europeas han provocado un incremento de precios inasumible para muchos profesionales y familias. Además, el gasto desmesurado está incrementando la deuda pública y ese va a ser un lastre tremendo para las próximas generaciones. Los impuestos asfixian a la gente. Se han aprobado leyes nefastas y se van a aprobar otras iguales o peores. Se han vulnerado por parte del gobierno derechos fundamentales. Se ha actuado desde dos de los tres poderes del estado contra el tercero.
Parte de la sociedad exige soluciones y cambios desde las cómodas butacas de sus casas. Parte de un sector profesional decide salir a la calle a reivindicar mejoras para ellos, su sector, y parte de la sociedad descontenta con el gobierno se identifica con ellos y se vuelca con ellos. No les importa hacer sacrificios, cualquier cosa con tal de que le ganen el pulso al gobierno. Eso dicen. Pero no salen a la calle.
Tal vez con el paso de los días se sumen otros sectores. No puedo saberlo. Quizá echen la persiana los talleres mecánicos, los carpinteros y ebanistas, los comerciantes, los dentistas, los notarios, los abogados… O quizá no. Es posible que no quieran sumarse a la reivindicación. Puede que ellos prefieran esperar a que alguien luche por la bajada del precio de la electricidad, o de el precio del gasóleo de calefacción, o del de la bombona de butano, o de los impuestos en general. Y mientras deciden si salen o no, tienen que seguir trabajando, y pagar la hipoteca, los recibos, el coche, la comida. Y están en su derecho. Y no están en contra de los transportistas en huelga, no, simplemente no están concernidos por sus reclamaciones.
El sector vacuno de leche lleva muchos años en una crisis enorme. La entrada en el Mercado Común supuso entrar en una espiral sin fin. Durante años han producido la leche que los consumidores beben y comen a diario, a precios ridículos y por debajo de los costes de producción. Nadie les ha ayudado en sus reivindicaciones. Y cuando digo nadie es nadie.
Y a ellos, que están en una situación mucho más dramática que la de otros sectores, se les dice ahora que no den de comer a sus animales o que tiren la leche. Y sí, habrá quien lo haga encantado, pero también hay quien no quiere o no puede hacerlo, porque eso significaría no poder seguir adelante mañana.
Y detrás de la leche viene la carne, y las frutas y hortalizas. Y cada agricultor y ganadero tiene unas circunstancias propias, individuales, que poco o nada tienen que ver con las de los demás. Y lo mismo pasa con cada uno de los negocios de este país.
Una cosa es que todos los transportistas paren y otra muy distinta que obliguen a quienes quieren trabajar, a parar. Y que rompan lunas o ruedas. Y que amenacen. Y que extorsionen.
El principal rehén de las huelgas de transporte siempre es el sector primario. Precisamente el sector que se encuentra en peor situación económica. Y al gobierno le importa un bledo si la gente come o no, si puede ir a trabajar o no, si puede calentarse o no.
Este gobierno está en contra de la gente. Y a este gobierno le traen sin cuidado las consecuencias que la huelga tiene para la gente. Porque si fuera al contrario, el Presidente no estaría de gira de pasarelas por media Europa.
El gobierno no bajará los impuestos a los hidrocarburos porque en su ceguera ambientalista sólo existe la desaparición de los vehículos con motor de explosión. Bajará unos céntimos el precio a los profesionales, de hecho ya lo tenían contemplado para cuando terminase el invierno y se redujera el consumo de gasóleo de calefacción y de gas, pero no bajará los impuestos a los ciudadanos en general. Y ojalá me equivoque, de verdad, pero estoy convencido de que nada cambiará a ese respecto.
El problema es el gobierno, y la solución pasa por ir contra el gobierno, no contra la gente. A ver si cuando lleguen las elecciones recordamos quien nos ha traído a la situación que estamos viviendo. Que no es la primera vez y no será la última.
Por cierto, hay que ser muy indecente para decir que los transportistas estuvieron ganando dinero durante la pandemia, y que tienen que ser solidarios, cuando estuvieron al pie del cañón, sin lavabos, sin comida caliente, en soledad.
También hay que serlo para llamar extrema derecha a muchos que te han votado.
Muchos políticos estuvieron cobrando el sueldo íntegro por no hacer absolutamente nada o por llevar a la desesperación y a la ruina a muchas personas. Y siguen haciendo lo mismo.