Tiempos de censura a la propaganda. Por Francisco Gómez Valencia

Censura la propaganda

«En momentos de zozobra e inestabilidad la desinformación cobra más importancia de lo normal pues manipular a la opinión pública cotiza al alza»

Es evidente que en momentos de zozobra e inestabilidad la desinformación cobra más importancia de lo normal pues manipular a la opinión pública cotiza al alza. Los medios de comunicación y las redes sociales definitivamente han quemado a tantas y tantas profesiones y profesionales que uno ya no sabe si quien está opinando en cualquiera de estos medios, está facultado académicamente para hacerlo, por lo que tratar de identificar a esos seres de luz que sueltan cualquier tipo de soflama sin confirmar fuentes o el carácter científico del argumento, se está convirtiendo en un verdadero arte.

Yo los he bautizado en numerosas ocasiones como “opinaores” pues lo mismo sirven para un roto que para un descosido, siendo consciente de que seguirlos por las redes o atender sus argumentos fatuos en la tele o la radio simplemente es una pérdida de tiempo. Es más, tampoco esperaba algún gesto de alguno de ellos pues dignarse al menos a reconocer con humildad alguna matización, corrección o simplemente agradecer una reafirmación sobre lo que dicen los humanizaría, y esto desmontaría la teoría de que lo que piensan y dicen no son verdades absolutas. Sin embargo, parecen cegados por la poca luz que desprenden desde el altar de la estupidez virtual en la que están instalados.

Decir que por culpa de lo del Sahara Occidental Argelia nos cortará el gas, o que las vacunas matan porque sí, o que la mujer del presidente es un señor, o que la pandemia es un plan maléfico orquestado por cuatro sátrapas, son algunos ejemplos que a diario nos llenan la cabeza de bazofia hasta límites insospechados, siendo verdaderamente perjudicial para la salud. Consumir en exceso contenidos políticos en las redes, la radio o las tertulias en las televisiones, lo único que producen en la opinión pública son comportamientos tan absurdos como gastar de forma compulsiva por ejemplo en aceite de girasol de cinco en cinco botellas a precios abusivos, cuando cualquiera de las cadenas de supermercados conocen de primera mano la repercusión de la crisis por sus proveedores y hace meses que por si acaso ya han hecho acopio para evitar el desabastecimiento.

Y claro nadie se imaginó que un señor al que habían echado de su propio partido por tramposo y vago, nos tumbaría de un crochet directo en la mandíbula a la velocidad del rayo y lo que tampoco consideramos es que al intentar resurgir todavía atolondrados, nos metería un gancho directo al hígado en forma de comunismo, dejándonos sin resuello, aunque créanme: la reacción que la sociedad necesita para salir del bucle de negatividad en el que vivimos a diario, no llegará nunca gracias a los gurús de medio pelo que aprovechando el auge de la crisis permanente, aprovechan para difundir y dictar sentencias.

Hacen de jueces sin ser abogados y de serlo hablan como si lo fueran de todas las especialidades, diagnostican enfermedades y validan síntomas como si fueran médicos, opinan sobre la calidad del aire –chupándose el dedo– para justificar las medidas de los unos o de los otros, como si fueran técnicos de medio ambiente, clarifican la devastación que producen las fuerzas de la naturaleza como si fueran geólogos, hablan de economía e impuestos como si fueran economistas o técnicos tributarios, nos aportan luz sobre la geopolítica y las actuales crisis humanitarias (mostrando la tapa de su último libro lleno de sandeces adelantando el apocalipsis), como si fueran Doctores o Licenciados en Ciencias Políticas y Sociología, hacen todo tipo de tribulaciones sobre el mercado energético, cuando no entienden la factura de la luz como cada hijo de vecino, hablan de la política de USA, Venezuela, Méjico, Ucrania, Corea del Norte y de hasta El Congo si se tercia sin despeinarse como si hubiesen vivido allí veinte años y así, “per saécula saeculórum”.

Piensa por ti mismo

Cambiar de registro para ellos es fácil pues hablan o escriben sobre política nacional o internacional, saltan de hablar de economía a hacerlo sobre cualquier guerra despiadada sin inmutarse; pasan de la ecología al sindicalismo feminista y así sobre lo que haga falta cambiando de tema como cualquiera de bragas o calzoncillos sin que lo que opinen, tenga la mínima base científica ni consecuencias, mientras fomentan la barbarie, el analfabetismo y el adoctrinamiento que tanto denuncian, incluso a veces con el carnet de periodista entre los dientes o al calorcito de un cargo público.

Replican citas de filósofos o autores refutados como si fueran intelectuales desde el salón de su casa manteniendo aburridísimas sesiones de Zoom de amigotes en abierto, auspiciados por la marca de cualquier medio digital cutre sin apenas seguidores y por supuesto sin publicidad que los respalde. Abordan los asuntos como si estuvieran dando charlas en cualquier colegio mayor, universidad privada o fundación con voces impostadas y gestos que denotan cierta superioridad moral tan pasada de moda, que a veces me avergüenzo de mí mismo simplemente por entrar a curiosear al menos 20 segundos.

Incluso a veces y esto es muy grave, consiguen ser bien aceptados como referentes por los estudiantes universitarios sin pensar que quien les está dando la charla no son doctos en la materia, ni catedráticos, ni licenciados, sino solo “opinaores mediáticos”, “autónomos chusqueros”, “desechos en general de grandes medios” hoy prostituidos de tal manera que ya no aceptarían sus métodos y buen hacer del que seguramente hace tiempo iban bien sobrados.

La propaganda existe en la izquierda y en la derecha, yo intento seguir a todos los que puedo por defecto profesional aunque hasta aquí hemos llegado. Usted que no está obligado, piense cuanto arrabalero hay por los medios dando lecciones de dignidad e informando sin tener ni idea de lo que dice, con tal de llegar malamente a fin de mes dejando sin pagar en algún caso hasta su propia cuota mínima de autónomo.

Francisco G. Valencia

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo ante mí mismo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan tratando de explicar de una forma fácil y pragmática porque suceden las cosas y como deberíamos cambiar, para frenar el desastre según lo aprendido históricamente gracias a la Ciencia Política... Aspirante a disidente profesional, incluso displicente y apático a veces ante la perfección demostrada por los demás. Ausente de empatía con la mala educación y la incultura mediática premeditada como forma de ejercer el poder, ante la cual práctico la pedagogía inductiva, en vez de el convencimiento deductivo para llegar al meollo del asunto, que es simple y llanamente hacer que no nos demos cuenta de nuestra absoluta idiotez, mientras que la aceptamos con resignación.

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1 comentario

  1. El entrecomillado en “desechos en general de grandes medios”, ¿es porque citas a alguien? Si es así, ¿a quién?

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