
«Hoy en día no sabemos muy bien que es una vida normal, hay demasiadas consideraciones. Vaya panda de bobos que estamos hechos»
Cuando yo vivía todavía en casa de mis padres, la posibilidad de tener problemas, tanto para ellos, como para mi hermana y para mí, era una muy remota. Hablamos de hace unos cuarenta cinco años atrás. No, no era un tiempo de dinosaurios, aunque algunos jovenzuelos lo crean, que nosotros los de entonces también teníamos nuestras estupideces como todo jovenzuelo que se precie. Esa posibilidad lo era en general para todas las personas que se ciñeran a las leyes y llevaran una vida normal, con más o menos posibilidades.
Hoy en día las mayores o menores posibilidades son menos diferenciables; ya se ha encargado el sistema de socializar los sueldos a la mayoría de los mortales, salvo a los altos directivos de empresas fuertes y políticos, porque ellos lo valen, aunque hagan cagar día tras día solos en la colina del orgullo. No del orgullo gay, sino de uno inventado a propósito, para caraduras. Éstos son los que pueden todavía, en la actualidad, pagarse un buen lugar en el que vivir. Tipo chalet grandecito en Galapagar y no dar ni las gracias. Siempre dentro de un orden claro, que el chalet en la Moraleja o similar sigue siendo privativo de los poseedores de sueldos muy por encima de los mejores que puedan detectarse.
Sin embargo la mayoría de la gente vive peor que entonces. Y esto es así, porque antes no se pagaban tasas e impuestos por tanta tontería y menos unos de hasta el setenta y cinco por ciento; hoy en día se paga casi más de impuestos que de valor de lo adquirido, tanto si son bienes, consumibles o derechos.
No recuerdo haber tenido que pagar un duro de más por aparcar en mi propio barrio entonces, y eso que era el centro, antes de mil novecientos ochenta y dos. También es cierto que no era llegar y besar el santo, no creo que haya ningún lugar en el que se llegue a besar el santo a la primera, salvo para besar los pies del Apóstol Santiago, en la cuidad de su mismo nombre, pero tras hacer la pertinente y larga cola de peregrinos.
La verdad es que había que ponerse, muchas veces en doble fila y esperar a que alguien abandonara su plaza, para poder aparcar. Lo teníamos asumido. Luego se empezó a grabar ese derecho “aparcativo” con el pago del papelito de la hora, ese derecho, que por otra parte ya se paga y se pagaba, creo yo, con el impuesto de circulación, y aún así a veces, la mayor parte de las veces, a partir de determinada hora de la noche llegaba a ser una misión imposible.
Pero bueno esto no es lo más grave del asunto, sobre todo si tus billetes pueden estirarse porque tu renta te lo permite. ¿Quién es el imbécil que puede vivir en el puñetero centro de Madrid sin un sueldo en consecuencia, que le permita tener un garaje? Esa será la pregunta, pero la respuesta es esta, ”casi cualquiera, incluso el parado mas parado que haya heredado la casa de sus padres o abuelos”.
Anda que no habrá muertos de hambre en barrios como el de Salamanca de Madrid. No todo el que luce palmito lo posee, a veces es solo lipoescultura o liposupción financiera o corporal, véase la vecina del treinta y cuatro que con cuarenta y muchos está que quita el hipo, o el jovenzuelo vestido de mercadillo con pantalones amarillo a rayas verdes, del que rebosan billetes de quinientos. Se nota que ese milita, seguro que en un partido de moda social.
Pero a lo que iba es que cada día pagamos más y más impuestos, como si los sueldos del personal se estiraran a medida en que lo hace la voracidad de las necesidades para mantener zánganos de los gobiernos, locales, municipales, regionales, comunales o nacionales, en España la lista es larga, que aquí chupa del bote todo el mundo, menos el sufrido pagador de impuestos, que raramente ve su esfuerzo económico retribuido de alguna manera indirecta. ¡Es que hay que usar más el transporte público!, ¡Fíjate tú, tururú! Si fuera que es rápido, puntual, seguro, con posibilidad de tener acomodo sentado, para no aguantar los deseos y meneos Fitipaldianos de algunos conductores, todo sería miel sobre hojuelas, pero me parece a mí, por experiencia que va a ser que no.
Que no haya obstáculos para impedidos, o ligeramente impedidos en el metro, es algo total y constantemente fuera de servicio, parece que hay un edicto que reza: “Si eres un puto cojo, o te duelen las articulaciones, te jodes o te quedas en tu casa cabrón que ¡no queremos inútiles!”. Se acaban de cargar de un cartelazo a media población de más de cincuenta años. Y es que claro, ya se sabe en estas sociedades sociales de espíritu joven y carácter jovial no puedes ser un puto viejarra achacoso, que se queja por todo, y si no, pues pégate un tiro de mierda y quédate en tu casa que ya solo vales para dar el coñazo, no como lo dieron algunas para situarse y vivir excursiones a Nueva York de gratis total, sino machacando la idea de sociedad magnífica, perfecta, lujuriosa y luctuosa, de alto nivel dinerario y de alto poder de caradura.
Parece que hoy en día hay mas jóvenes que quieren chupar del bote en algún partido político que dejarse la piel en un trabajo decente, ¡pero trabajo!, que dirá alguno demasiado blandengue para el menester. Hoy en día hay pocos grupos musicales que recojan, las tonadillas populares, que antes cantaban las viejas de los pueblos, y es que los pueblos están en fase de extinción, como lo estuvieron los dinosaurios y ahora lo están algunas especies animales y vegetales.
Pero… No se alarmen, la nuestra, nuestra extinción, como sigamos con esta sarta de estúpidos y estupideces que nos atosigan por los cuatro puntos cardinales, será solo cuestión de unas décadas, siglo arriba, siglo abajo, pero extinción segura por imbecilidad absoluta, flojera física y aridez intelectual. Es por todo esto que he expuesto que, cuando yo vivía todavía en casa de mis padres, la posibilidad de tener problemas, tanto para ellos, como para mi hermana y para mí, era una muy remota. Hablamos de hace unos cuarenta cinco años atrás. Esa posibilidad lo era en general para todas las personas que se ciñeran a las leyes y llevaran una vida normal, con más o menos posibilidades.
Hoy en día no sabemos muy bien que es una vida normal, hay demasiadas consideraciones, económicas, industriales, de consumo y de estados intersexuales como para prestarle oídos a las realidades que nos rodean… Vaya panda de bobos que estamos hechos.