
«Con la Sociedad del Conocimiento estamos ante un tema complejo sobre el que se ha de ser prudente a la hora de sacar conclusiones»
Cada día encontramos más referencias, en diversos contextos, a la denominada “Sociedad del Conocimiento”. Sin bien el avance del conocimiento científico y técnico ha podido tener una gran influencia para hablar de este “tipo” de sociedad, desde luego, no sería sólo el resultado de ello sino, además, de cualquier otra área de estudio y pensamiento que encontramos en nuestras sociedades.
Es posible que no nos paremos a pensar lo suficiente en lo que esto significa, debería significar o implicar y si es realmente así. La primera vez que se comienza a usar este término parece que es en 1966 en un artículo publicado por R.E. Lane en American Sociological Review bajo el título de “El declive de la política y la ideología en una sociedad del conocimiento” en el que se exponen algunos aspectos muy interesantes al respecto y cuya lectura recomiendo.
Se podría decir que el aumento de los “conocimientos” que va atesorando una sociedad tiene, va teniendo, de forma continua e imparable, diversos efectos sobre la propia sociedad. La capacidad de aproximarse a, o ser capaz de explicar, cada vez mejor, las causas de diversas realidades, implica el cuestionarse y/o replantearse, entre otras cosas, la forma en la que se abordan los problemas que tenemos que resolver, los criterios sobre los que analizamos las cosas, nuestras aproximaciones políticas, nuestras creencias y, en definitiva, a pensar si lo que admitimos como verdad es realmente así o no. Como puede imaginarse, estamos ante un tema de gran complejidad, con múltiples aspectos y variables, y sobre el que se ha de ser especialmente prudente a la hora de sacar conclusiones.
Referirse a una sociedad como “Sociedad del Conocimiento”, supone, en principio, considerar que ésta dispone de un importante bagaje de conocimiento y, sobre todo, que tiene la predisposición, el convencimiento, los medios y la organización para seguir aprendiendo. Además, que cada vez más personas puedan acceder a esa información, alcancen la capacidad de entenderla y desarrollar un espíritu crítico que pueda contribuir a su evaluación y al esfuerzo de corrección y obtención de nuevos conocimientos.
Una “Sociedad del Conocimiento” debe y tiene que ser una sociedad sin ningún tipo de complejo sobre la posibilidad de reevaluar cualquier aspecto. Eso sí, siempre y cuando se haga sin ninguna intencionalidad previa basada en ideologías a las que se pretenda justificar a toda costa, intereses económicos, sociales y cualquier otra razón diferente a la de la búsqueda de la verdad siguiendo, en gran medida, el método científico. Si el análisis de los resultados, hechos y cualquier elemento fundamental en la discusión, lleva a conclusiones que sugieren modificar alguno/s de sus valores u objetivos, tiene que estar abierta a esa posibilidad y a aceptarla como un avance en el conocimiento. Se podría hablar, en definitiva, de una “Sociedad epistemológica”.
Las referencias a la “Sociedad del Conocimiento” suelen encontrarse junto con otras tales como la “Sociedad postindustrial”, la de la “Ciencia y la Tecnología” y la de la “Información”. Parece que el enorme avance de la Ciencia y de la Tecnología ha supuesto, o ha contribuido de forma muy importante, a que haya un antes y un después en la forma de entender y organizar nuestra sociedad. Ese antes y después no es ni está siendo algo brusco, sino que se expresa de forma gradual. De una manera u otra, todos los pilares sociales, y muy especialmente el sistema educativo, están o estarán afectados, necesitados de una adaptación al aumento de información, a la forma en la que se hace disponible ésta y a la contribución al desarrollo que ello puede hacer sobre el conocimiento. Si bien, a veces, se usa de forma sinónima los términos “Información” y “Conocimiento”, no deberían confundirse; por ejemplo, Zapata-Ros en su publicación de 2015, “La sociedad postindustrial del conocimiento: bases para un análisis del nuevo paradigma educativo” indica que: “La información tiene una connotación de material primitivo (es el equivalente a lo que son las materias primas en las etapas anteriores, si se puede decir). La idea de conocimiento entraña un valor esencial: la elaboración”.
Para las “Sociedades del Conocimiento”, es evidente que los centros productores del conocimiento han de tener un protagonismo especial. Universidades, Centros de Investigación y otras Instituciones, tanto del sector privado como público, serán las nuevas “fábricas productivas”, pero en este caso de “conocimiento”. Por ejemplo, en el caso de las Universidades, su “viabilidad” dependerá de que sean capaces de conseguir, realmente y no de forma aparente, un nivel de educación superior, en las que se formen los nuevos miembros de este tipo de sociedad y lo hagan no limitándose a ejercitarse en el acceso a la información sino, sobre todo, a comprender su génesis, su significado, sus interrelaciones, sus implicaciones y potencialidades, podríamos decir en el “trabajo cognoscitivo”.
Las “Sociedades del Conocimiento” implicarán, o deberían implicar, un cambio en la organización y modos políticos y estructuras de poder. Casi seguro que siempre habrá políticos organizados de una forma u otra, organizaciones que seguirán incluyendo a legos, pero en las que estos últimos vayan desapareciendo en favor de personas con mayor capacidad de opinar y decidir en base a criterios y aproximaciones científicas o, cuando menos, con argumentos más racionales y éticos. Seguramente, se podría decir que cabe esperar un retroceso en el pensamiento dogmático.
¿Estamos en una Sociedad del Conocimiento?