
«La biotecnología tiene una importancia estratégica de primer orden para cualquier país y se debe apostar decididamente por ella»
Seguro que han oído hablar, o leído, sobre el concepto de Biotecnología, no en vano es una realidad científica y tecnológica que está cada día más presente en nuestras sociedades. La biotecnología mejora o facilita la posibilidad de encontrar soluciones para muchos problemas y llevar a cabo innovaciones en muchos sectores; hoy día, se puede destacar su aplicación en el campo de la salud, agricultura, industria, aprovechamiento de recursos naturales, tratamiento de residuos, energía y otros.
La definición de biotecnología puede variar en función de que se consideren o no determinados problemas dentro de su campo de acción; además, la velocidad con la que está evolucionando, puede provocar que aspectos que, en un momento dado, no se consideraban de su competencia o que podían estar en los límites, pasen a formar parte de ella en un plazo muy breve de tiempo. Es por ello por lo que, aunque se propone una definición “sencilla” de lo que es, se suelen añadir una serie de términos para aclarar las actividades concretas sobre las que se aplica o expresa. La OCDE (1) nos propone una definición: “La aplicación de la ciencia y la tecnología a los organismos vivos, así como a sus partes, productos y modelos, para alterar materiales vivos o no vivos para la producción de conocimientos, bienes y servicios”. La lista de términos que debe acompañar la definición anterior se puede encontrar en la referencia dada, en la que, además, se pueden ver detalles adicionales para ayudar a comprender sus fines y potencial; en concreto, el glosario de los términos principales incluye: ADN/ARN; proteínas y otras moléculas; ingeniería de células y tejidos; bioprocesos (ingeniería bioquímica); vectores génicos y de ARN; bioinformática y, finalmente, nanobiotecnología.
La biotecnología tiene un potencial enorme para cambiar muchos aspectos de nuestras vidas. Sin ánimo de ser exhaustivo y sólo con la intención de poner algunos ejemplos, permite: realizar modificaciones genéticas para la obtención de nuevos organismos con propiedades más adecuadas para determinados fines; seleccionar y cultivar microorganismos para la obtención y optimización de la producción de diversos y/o nuevos bioproductos; aprovechar diversos sustratos y recursos naturales; desarrollar nuevas y más eficientes vacunas; buscar e investigar organismos todavía desconocidos, existentes en hábitats naturales complejos, así como la naturaleza de sus interrelaciones; producir nuevos alimentos; desarrollar nuevos fármacos y fármacos personalizados; estudiar y aprovechar el potencial de células madre; desarrollar tejidos celulares tanto para aplicaciones médicas como alimentarias; fabricar biosensores para múltiples aplicaciones médicas, industriales y ambientales; desarrollar biomateriales para, por ejemplo, implantes o dosificación controlada de fármacos; diseñar biotratamientos para el aprovechamiento y/o control de subproductos, residuos y contaminantes; llevar a cabo estudios bioinformáticos para analizar y modelar las complejas interacciones de los sistemas biológicos y un largo etcétera de posibilidades que hoy son una realidad y que hace 25 años eran impensables.
Lo que ocurrirá y las posibilidades que la biotecnología tenga dentro de los próximos 25 años son difíciles de predecir, sin embargo, lo que sí parece seguro es que tendrá un papel importante en muchos de los problemas que el mundo tendrá que abordar. Una gran parte de estos problemas se asocian con el incremento de la población mundial, se estima que alcanzará unos 10.000 millones de habitantes para el año 2050 con más de un 65% concentrados en núcleos urbanos. No es de extrañar que nos hagamos preguntas sobre la disponibilidad y gestión de los recursos disponibles y necesarios para atender a esta población, del aprovechamiento y reciclado de residuos, de los servicios sanitarios y, especialmente, de la vigilancia de la salud que requerirán estas aglomeraciones, así como de otros aspectos. Lo que ya sabemos de la biotecnología nos permite aventurar que gracias a ella: se podrán aprovechar de forma eficiente y más sostenible los recursos disponibles; se podrán desarrollar nuevas técnicas de cultivo que acelerarán el desarrollo de las cosechas al mismo tiempo que serán más resistentes a sequías, variaciones térmicas extremas y otros problemas; y, entre otros aspectos, de manera especial, se dispondrá de todo un arsenal de “herramientas” para poder combatir los problemas de salud.
Para conseguir estos resultados ya se dispone de un potencial en algunas metodologías que harán posible un seguimiento e identificación individual, impensable hace poco, por ejemplo, hasta estos momentos se ha secuenciado el ADN de 1 millón de personas aproximadamente (2), sin embargo, gracias al abaratamiento y rapidez del proceso, se estima que para el final de esta década, dicho número superará los 160 millones, esto, junto con el desarrollo de dispositivos portátiles (biosensores), incluso implantables, hará posible una “vigilancia” sobre el estado de nutrición, salud o enfermedad de muchas personas. No sólo se acortarán también los tiempos para el desarrollo de nuevos fármacos, vacunas y otros medicamentos, sino que, gracias al conocimiento de los fenotipos específicos, seguramente se podrán aplicar terapias personalizadas con menos efectos secundarios; además, el envejecimiento de la población supondrá un desafío adicional al tener que tratar con comorbilidades asociadas a la edad.

Si alguien tiene duda de la importancia de lo que hablamos y del enorme potencial que tiene, tanto para el bien como para el mal, más allá de los aspectos científicos y tecnológicos, el mundo, no sólo los países más desarrollados, no tiene la más mínima duda al respecto si nos fijamos en los aspectos económicos. En la Figura 1 se puede observar el valor actual del mercado biotecnológico mundial y su estimación hasta el final de la década; en estos momentos, con un valor de entre 300-400 mil millones de dólares al año. Estados Unidos es el líder indiscutible, pero el ritmo de crecimiento que experimenta la zona Asia-Pacífico, principalmente China, India, Japón y Corea del Sur, es muy alto y puede cambiar con rapidez la situación actual.

Este mercado, como se puede imaginar, es el resultado de un enorme esfuerzo de inversión en I+D; por ejemplo, en la Figura 2, para un grupo de países de la OCDE, se muestra el nivel de gasto a lo largo de los últimos 15 años, aproximadamente. Como se puede ver también, principalmente por razones de tamaño, aunque no en todos los casos, la mayoría de los países está muy por debajo de la inversión de EEUU, si bien es cierto que en términos relativos, por ejemplo, como porcentaje de su PIB, la situación cambia; en cualquier caso, es de justicia destacar que España aparece dentro de los primeros diez puestos de este grupo.
En el último informe de la Asociación Española de Bioempresas (AseBio) (3) se puede encontrar mucha información que nos permitirá hacernos una idea de la importancia del sector en nuestro país. A modo de resumen, y referidos a la anualidad 2020, se resaltarán algunos datos: se han invertido unos 900 millones de euros en I+D; contamos con un tejido empresarial de unas 4.000 empresas en total que de una manera u otra realizan actividades biotecnológicas, de ellas, 862 son propiamente empresas dedicadas exclusivamente a la biotecnología, denominada muchas veces como biotech, (de estas últimas, el 47% se dedican al área de la salud humana, el 42% a la alimentación, el 17% a la agricultura y a la producción forestal, el 15,8% a la salud animal y acuicultura, el 10,8% al medioambiente y el 10,6% a la industria); se ha realizado una facturación de unos 12.000 millones de euros, lo que supone un 1,1% del PIB.

Finalmente, en la Figura 3 se puede ver la distribución de las compañías biotech e infraestructuras relacionadas con la biotecnología en España. Por otro lado, en el ámbito de los proyectos de I+D relacionados con la biotecnología y financiados por el sector público, en 2021, el CDTI aprobó 110 proyectos por un valor total de unos 27 millones de euros, mientras que la AEI (Agencia Española de Investigación) aprobó 85 proyectos por un valor total de unos 15 millones de euros. Toda esta actividad está teniendo una respuesta en la formación universitaria, en el último periodo disponible, curso 2020-21, ha habido unos 8.700 alumnos matriculados en grados y másteres sobre biotecnología; es interesante destacar que mientras el salario anual medio en el total de la economía está en unos 32.000 euros, en el sector de las empresas biotech está en unos 63.000 euros. Y para terminar la referencia al informe de AseBio, cuya lectura detallada recomiendo, es interesante, en mi opinión, referir a la calidad de la producción científica española en este ámbito, en 2020, estamos dentro del grupo de los 10 primeros países en publicaciones científicas, en concreto, en la octava posición con unos 11.500 documentos.
En mi opinión, la biotecnología tiene una importancia estratégica para cualquier país y se debe apostar decididamente por ella. La biotecnología, no sólo ella, pero sí contando con ella como una de las principales fuerzas a nuestro alcance, se puede utilizar para atender y resolver muchos de los problemas actuales y futuros del planeta; problemas para los que se dispone de una capacidad científica y tecnológica como nunca antes hemos tenido y que nos permite analizarlos y abordarlos alejados de los “catastrofismos” con los que, desde hace ya algunas décadas, nos pretenden asustar con una finalidad última de control.
Aunque los aspectos positivos que tiene, y que puede tener, la biotecnología son muchísimos, como otros conocimientos y tecnologías, puede también tener un uso, digamos, indeseado para la humanidad. El artículo al que ya he hecho referencia (2), lo expresa de una forma muy clara y con la que coincido. El buen uso futuro de la biotecnología, más que depender de aspectos científicos y tecnológicos, es una cuestión de liderazgo cultural y político. Hasta ahora, el alto coste de muchos productos biotecnológicos, especialmente los relacionados con la salud, la concentración de la propiedad intelectual en cualquiera de las áreas en las que se trabaja y otros aspectos, cuyo análisis y comentario están mucho más allá de los objetivos de este artículo, han acentuado la falta de oportunidades para muchos países en vía de desarrollo y las diferencias con los que denominamos “desarrollados”. Esto debería cambiar, el conocimiento biotecnológico actual y futuro debe extenderse y ponerse, de forma responsable, al servicio de todo el planeta. Para ello, dada la dificultad que parece existir en hacerle “comprender” algunas cosas a altos cargos políticos y grandes corporaciones, al menos, “los bioingenieros del futuro no sólo deben promover la excelencia técnica, sino también fomentar la equidad, la ética, el diálogo y la responsabilidad social en la forma en que usan los frutos de su investigación” (2).
NOTAS_________
(1) Friedrichs, S. and B. van Beuzekom (2018), «Revised proposal for the revision of the statistical definitions of biotechnology and nanotechnology», OECD Science, Technology and Industry Working Papers, No. 2018/01, OECD Publishing, Paris, https://doi.org/10.1787/085e0151-en
(2) The next 25 years. Nat Biotechnol 39, 249 (2021). https://doi.org/10.1038/s41587-021-00872-0
(3) Asociación Española de Bioempresas (AseBio). 1ª edición: junio 2022. Adrián Martín Gómez, Alba Ansón Martín, David Martín Martín. Depósito legal: M-17548-2022. https://asebio.com/conoce-el-sector/informe-asebio