Begoña Gómez y la nueva ruralidad de la agenda 2030. Por Gusarapo

Begoña Gómez y la nueva ruralidad.

«Anda Begoña Gómez informando, asesorando y aconsejando sobre la nueva ruralidad y la necesidad de una agricultura sostenible para salvar al planeta»

En una ocasión tuve la oportunidad de escuchar a un excelente ingeniero agrónomo y profesor de una escuela de ingeniería técnica agrícola, además de agricultor en ejercicio, explicar a un grupo de alumnos, futuros ingenieros, cómo deberían comportarse a la hora de difundir conocimientos y técnicas entre los agricultores para no crear rechazo y suspicacias.

 

En un buen número de veces he sido testigo de ese rechazo y no sólo en la agricultura, también en las diferentes ramas de la construcción, hacia los técnicos.

 

Lo habitual es que haya quien responda bufando, tras el intento de difusión de la información o de una orden de trabajo, que «a mis años nadie va a darme lecciones sobre cómo hacer las cosas, y mucho menos quien no se mancha las botas«.

 

Aquel profesor ponía como ejemplo de buen hacer a los técnicos del Servicio de Extensión Agraria, del cual ya les hablé en esta misma tribuna hace algún tiempo.

 

Dicho servicio fue instaurado por D. Rafael Cavestany, ministro de agricultura entre los años  1951 y 1957, en 1955, y se mantendría hasta 1991.

 

El fundamento de la creación de este servicio era la necesidad de transformar la agricultura española, minifundista, atrasada y en muchos casos de subsistencia, en un sistema moderno, competitivo y avanzado.

 

Los técnicos recibían formación en la Escuela de Capacitación Agraria de la Santa Espina, en Valladolid, y en la finca de Él Encin de Alcalá de Henares, Madrid, y después eran destinados a las diferentes oficinas comarcales para realizar su labor. Lo importante era que establecieran relaciones cercanas con los agricultores y sus familias para evitar los antes mencionados rechazos y suspicacias.

 

Era fundamental que el agricultor comprendiera que no se trataba de que aprendiera a trabajar, sino de que hiciera mejor su trabajo y obtuviera mayor rentabilidad y mejora de su vida. Había que aunar experiencia y formación. Y se logró.

 

Me resultó curiosa aquella charla de aquel profesor. La mayoría de los alumnos de las escuelas de ingeniería agrícola procedían, en aquel tiempo, del ámbito agrario, y un servidor creía, en su ignorancia juvenil, que aquello bastaría para ser bien recibidos y aceptados, pero me equivocaba, y de ahí la insistencia de aquel caballero no sólo por impartir conocimientos y formar profesionales, sino también por formar personas.

 

Esto de la formación en los aspectos humanos hoy no se estila e incluso hay quien lo considera aberrante. A lo mejor tienen razón.

 

Hoy, por fortuna, la realidad del campo es muy diferente a la de aquellos tiempos en los que se creó el Servicio de Extensión Agraria. Muchos agricultores han recibido formación técnica y las explotaciones son competitivas y están tecnificadas. Lo de la rentabilidad es otro cantar, aunque en la mayoría de los casos no es por cuestiones directamente imputables a los agricultores y ganaderos.

 

La agricultura y ganadería españolas, a nivel general, son punteras y respetuosas con el Medio Ambiente. A pesar de las dificultades.

 

Por otra parte, la actividad agraria es la más afectada por las oscilaciones climáticas por razones obvias, y por lo tanto, quienes la desarrollan, son los más interesados en buscar soluciones y en minimizar los daños.

 

En mi opinión, las actividades fabriles, industriales, y la vida cotidiana en las grandes ciudades, tienen mayor incidencia en la contaminación que la agricultura, pero hay un gran interés en mostrar lo contrario.

 

Cada vez que escucho a un político hablar de sostenibilidad, ecologismo, resiliencia, ahorro de agua, emisiones y tantas otras cosas, me rechinan los dientes y se me eriza el vello.

 

Y si esa persona que pretende dar lecciones e imponer sus ideas lo hace desde una posición menos formada en conocimientos y experiencia que la mía, que de por sí ya es bastante exigua, me causa un absoluto rechazo y desprecio.

 

Anda la señora Doña María Begoña Gómez Fernández informando, asesorando y aconsejando sobre lo que denomina «nueva ruralidad» y la necesidad de una agricultura sostenible para salvar al planeta.

 

Dice esta señora que «la sostenibilidad es el principio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y debe ser una sostenibilidad por impacto, no solo a nivel regulatorio, sino de las compañías de dentro hacia fuera«.Que la Agenda 2030 solo llegará a buen puerto si sus objetivos «somos capaces de incorporarlos a las zonas rurales«, pues las zonas rurales «son principales para frenar el cambio climático, para generar un sistema más igualitario y para generar también una riqueza económica a partir de los recursos, es decir, que lo que para algunos podría suponer un problema, realmente para las zonas rurales es la oportunidad de proyectarse hacia el futuro«.

 

Tal vez esta señora tenga razón, que no lo sé. Quizá tenga más conocimientos sobre agricultura y ganadería que muchos de quienes nos dedicamos a estas actividades, que tampoco lo sé. Puede ser, incluso, que sea poseedora de la verdad absoluta, cosa que evidentemente ignoro.

 

Lo que sí sé, es que estoy más que harto de las injerencias, pretensiones y manipulaciones que un buen número de petulantes, farsantes, falsarios y engreídos están ejerciendo sobre mi actividad y mi modo de vida.

 

La ganadería no surca los mares ni los aires dejando estelas de humo. Ni genera montañas de residuos orgánicos e inorgánicos en vertederos. Ni se pasa el año quemando combustible para generar calor, frío o electricidad, o bolsas de plástico, o fibras sintéticas, o bolígrafos, o cazuelas, o…

 

No creo necesario seguir extendiendome sobre estas cuestiones cuando precisamente estoy luchando denodadamente contra la sequía que nos está afectando a un buen número de agricultores y ganaderos mientras los políticos que dicen luchar contra la climatología adversa han estado disfrutando de sus vacaciones en hoteles y playas con sus vehículos, aviones y aires acondicionados.

Gusarapo

Soy más de campo que las amapolas, y como pueden ver por mi fotografía, también soy rojo como ellas. Vivo en, por, para, dentro y del campo. Ayudo a satisfacer las necesidades alimenticias de la gente. Soy lo que ahora llaman un enemigo del planeta Tierra. Soy un loco de la naturaleza y de la vida.

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