Valores. Por Francisco Gómez Valencia

En el actual PSOE se observa como su Secretario General ostenta el poder de manera y con valores castrenses

«Mas allá de los valores de nuestros políticos, para valor el de todos nosotros aguantando a tanto inepto malgastando dinero público»

En política el criterio del valor aplicado a la mayoría de los políticos españoles depende de donde estés más tiempo quieto. Sánchez por ejemplo tiene muchísimo valor aunque su cuestionable prestigio este en caída libre pues por desgracia es el Presidente y la repercusión de sus irresponsables actos desde hace cuatro años nos afecta a todos. Feijóo sin embargo tiene mucho menos valor aunque este al alza por su anterior trayectoria y bagaje autonómico. Aún así hay que reconocer que lleva poco en primera división, es decir, opinando obligatoriamente de todo y además porque en tiempo récord quiere ser el Presidente de todos, por lo que de momento está supeditado al descrédito y desgaste de su rival, así que le irá mejor cuanto mas quieto y discreto permanezca.

El valor de ambos se incrementa o disminuye si atendemos a las sinergias que los aportan de buena o mala fe sus colaboradores, y en este capítulo, obviamente gana actualmente el socialdemócrata popular (como lo calificó Esperanza Aguirre recientemente en una entrevista que Xavi Fortes la hizo en su programa “La noche” en Canal 24h). Apoyos valiosos como Ayuso o Juanma Moreno Bonilla no los tiene Sánchez, ya que sus barones más destacables: García-Page, Lamban, o el extremeño Fernández Vara están tan manoseados que solo los aguarda la tan temida cuesta abajo por el lógico desgaste en el poder, de tal manera que sea normal que no lo quieran cerca ni en pintura, como ya lo han reconocido pues en horas bajas lo consideran muy tóxico.

Cuando una organización se parte literalmente y la ejecutiva se queda sin los apoyos verdaderamente importantes a nivel regional, la ruptura es la antesala del fracaso y del colapso posterior. Esta máxima es la que se produjo en el PP en la corta e intensa etapa de Pablo Casado, el cual vivía al margen de la organización que presidía, y confió sus designios en un equipo que no representaba ni respetaba a los regionalismos.

Si comparamos esto con el actual PSOE se observa como su Secretario General ostenta el poder de manera castrense solo donde menos repercusión tiene, mientras que donde sus barones aún se defienden, no interviene directamente salvo cuando se beneficia de sus logros sin haber participado en su consecución.

Ambos modelos demuestran que las organizaciones precisan de engranajes útiles que salten como resortes automáticamente sin necesidad de que el líder del equipo jerárquicamente tenga que: o estar al corriente al 100% o incluso coincidir, y aquí es donde el PP tiene actualmente tras su lavado de cara más valor.

Los valores de la política española

Los barones del PSOE desconocen las ocurrencias de su Secretario General a nivel de partido y mucho más si las mismas son desde el Ejecutivo, dejándolos una y otra vez a los pies de los caballos restando credibilidad, no a su gestión local acorde a la nacional, sino a su posicionamiento dentro de la propia organización debilitándose por ello todo el sistema. Y eso sucede además porque la desconfianza mutua es total al tratarse de restos activos de la vieja guardia, y porque Sánchez además compite con Yolanda Díaz en la lucha interna por el liderazgo en el Gobierno y la izquierda en general una vez amortizado Pablo Iglesias. Pese a todo esto, lo inevitable siempre se repite y aunque se venda como algo positivo, al final la suma de los acontecimientos, el ego europeísta y sus intereses personales para asegurarse un futuro al margen de España (como liderar la Internacional Socialista), terminarán por restarle energías obligándole -como está pasando-, a delegar en los comisarios políticos tipo Bolaños (mediocres elegidos a dedo para no verse acosado nunca).

Y hablando de perfiles bajos: Feijóo igualmente se ha rodeado también de actores muy secundarios y con escaso carisma, recuperando a algún amigo fiel del ostracismo al que estaba sometido como González Pons, que tenia tanto tiempo libre en el Parlamento Europeo que hasta le dió para escribir novelas “eroticofestivas ”. También, dió cuartelillo a Cuca Gamarra (futurible sustituta de Irene Montero), para que se termine de quemar como portavoz hasta que él pueda batirse regularmente en duelo en el Congreso. Y para terminar, también contentó a Juanma Moreno (su principal aliado para perpetrar el magnicidio), otorgando a Elías Bendodo el protagonismo justo y necesario de momento.

Sin embargo el desplante grosero al equipo de Madrid liderado por Ayuso demuestra respeto, miedo escénico y mucha debilidad ya que sabe de sobra que la repercusión mediática de la lideresa madrileña (aunque por las envidias lógicas dentro de la organización no tenga a medio plazo opciones de liderarla), si tendría de inmediato efectos letales y desestabilizadores para la organización, y como así lo sabe el PSOE y sus poderes facticos, por eso la colocan al mismo nivel que Feijóo para meter cizaña.

Que de momento se haya hecho justicia entregándola en bandeja merecidamente el partido en Madrid, es un bálsamo para el gallego pues de momento conoce que en Madrid ahora toca liderar las listas, para lo que se supone habrá que batallar contra el ala dura de un más que decepcionante Almeida. Aunque más vale que igual que ha hecho con Juanma Moreno, vaya pensando en rodearse de colaboradores directos de la de Chamberí en la cúpula del partido para mantenerla -al igual que al sevillano-, contenta en su feudo o de lo contrario: habrá de nuevo jaleo como no gane con solvencia las próximas generales cosa que dudo, pues habrá que sumar a VOX para formar Gobierno.

Esperanza, ¡perdón! Ayuso, vería como mal menor con buenos ojos una coalición con VOX (y yo también pese a mis pesares por la cuadrilla que dirige el partido verde), sin embargo el andaluz Moreno Bonilla, echa pestes de los de Abascal gracias al papelón de Macarena Olona y gracias también a su posición de absoluto liderazgo en la política andaluza. Asi que, con eso lo digo todo… líos internos por un más que posible Gobierno en coalición, más el PNV recogiendo o arrasando la cosecha según lo interese como pasó en el Parlamento andaluz entre PP, CS y VOX como tercero en discordia. Y si no, al tiempo…

¿Valor? Si claro, el de uno para llegar por si mismo a la cúspide con mayoría absoluta y el de aquellos que aún a regañadientes hay que admitir como socios bien porque son pilares de la organización, o porque desde otras te apoyarán interesadamente para influir en la nueva Presidencia del Gobierno del España (aun cayendo mal en general). En el otro extremo esta el que se va para lo cual el PSOE debería librase del resto de sus siglas (ETA), y eso pasa por echar a Sánchez y conseguir que los socialistas pierdan estrepitosamente en las próximas generales.

En todo caso y para valor, el de todos nosotros aguantando a tanto inepto malgastando dinero público.

Francisco G. Valencia

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo ante mí mismo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan tratando de explicar de una forma fácil y pragmática porque suceden las cosas y como deberíamos cambiar, para frenar el desastre según lo aprendido históricamente gracias a la Ciencia Política... Aspirante a disidente profesional, incluso displicente y apático a veces ante la perfección demostrada por los demás. Ausente de empatía con la mala educación y la incultura mediática premeditada como forma de ejercer el poder, ante la cual práctico la pedagogía inductiva, en vez de el convencimiento deductivo para llegar al meollo del asunto, que es simple y llanamente hacer que no nos demos cuenta de nuestra absoluta idiotez, mientras que la aceptamos con resignación.

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