
«¿Nadie ahí es capaz de comprender que están calcinando la democracia al atender los requerimientos de un grupo de salteadores de la nación?»
Sin duda, los más mayores recordarán aquella canción titulada “La vida sigue igual”, que dio a conocer a Julio Iglesias en el festival de Benidorm, creo que de 1968. Aunque, paradójicamente, al desde entonces cantante, aquello sí le cambió del todo la vida que parecía esperarle. Aquel accidente automovilístico, en vísperas de su debut con el primer equipo, lo apartó de una prometedora carrera deportiva, como guardameta del Real Madrid, y lo llevó a cambiar los guantes por el micrófono. Y creo que le fue bastante mejor.
Sin embargo, pese al manido lema de ”Año Nuevo, vida nueva”, y la aceptada tradición de creer que, con el año que termina, todo acaba, y que el nuevo supone el inicio de algo distinto –no necesariamente mejor, aunque siempre sea lo que se espera–, el título de esa, ya antigua, canción, me recordó, por estas fechas, justo lo contrario que le pasó a su autor, “todo sigue igual” en el despropósito que empeoró bastante el ya desalentador panorama de 2018, que inició su camino hacia el caos en junio de ese año. Y esperemos que no se cumpla la ley de Murphy y vaya a peor, que no sería descartable.
No voy a repetir la sarta de barbaridades y mentiras de este ya largo periodo de casi cinco años, que resumía en mi último artículo del pasado año y me voy a limitar a comentar parte de lo comprobado desde aquella fecha y tras el penúltimo autobombo del inquilino de la Moncloa, justamente tras el último contubernio de ministros, ministras y “ministres” del año pasado.
Recordaremos que, allá por septiembre, el 26 para mayor precisión, Alberto Núñez Feijóo pedía “Bajar el IVA de los productos básicos de alimentación, del 10% al 4%” –no hacía distinción, desde el claro significado de lo que entendemos por ‘productos básicos’–. Inmediatamente, al día siguiente, el becario “malagueño” de lujo, Íñigo Errejón, salía al paso: “Bajar el IVA a los alimentos, significa, bajárselo a quienes tienen dificultad, pero también a quienes tienen una situación económica boyante” –como él, por ejemplo–. Y añadía, “En las crisis, tratar por igual a quienes son desiguales, es injusto y es ineficaz” –si lo sabrá él–. Casi tres meses después, se pronunciaba en esos términos la “chulísima” ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, la del “milagro” de los fijos discontinuos caídos de las listas de desempleo, que hace tan sólo unos días, el 19 de diciembre, decía que “es lógico que el Partido Popular pida que bajemos el IVA, pero insisto, bajar el IVA no sirve para arreglar el problema que tienen las familias españolas con el precio de la alimentación en nuestro país. Por tanto, esa medida, NO sirve”.
Pero he aquí que, nada más que ocho días después, el 27 de diciembre, su presimiente de desgobierno y “benefactor de la sociedad”, insignia de la Agenda 2030 en la solapa, decía entre otras cosas –minuto 30 aproximadamente–: “Ante la persistencia de la inflación, especialmente en los productos agroalimentarios, el gobierno ha aprobado varias medidas destinadas a aliviar a las familias ante dichas subidas. En primer lugar, lo que hacemos es rebajar durante seis meses el IVA, del 4% al 0% para todos los alimentos de primera necesidad y del 10% al 5% para el aceite y la pasta –ojo al plazo y a que ni la carne ni el pescado son para este personaje ‘alimentos de primera necesidad’–. En segundo lugar, aprobamos una ayuda de 200€ para más de 4.200.000 familias, con rentas inferiores a 27.000€, para compensar la subida de los precios de los alimentos –los mismos que les quita de la bonificación de los combustibles, que seguramente lo notarán más, muchos de ellos, en su día a día– y, por último, establecemos una línea de ayudas directas a los agricultores –a los que se obliga a repercutir en sus precios esa rebaja–, en compensación con el incremento de los costes provocados por el aumento del precio de los fertilizantes”. De momento todo sigue casi igual y ya veremos cómo se materializa esa “generosidad” electoralista presidencial, que parece que no se nota mucho en la cesta de la compra. Por cierto, esos 200€ son la mitad de los 400€ que decidió regalar a los jóvenes al cumplir los 18 años. En cualquier caso, de rebajar el número de ministerios, asesores y demás chupópteros de los PGETA, nada de nada.
Tras la medida de su jefe –que podríamos calificar de bajada populista de pantalones–, la antes citada Yolanda matizaba: «Quiero aprovechar para decir que la medida que incorpora el Gobierno de España no es la que quiere el Partido Popular. El Partido Popular y las grandes distribuidoras querían una bajada generalizada del IVA en los alimentos y esto no se produce de ninguna de las maneras. La reducción del IVA es del 4% al 0% en algunos productos determinados. No es en absoluto lo que pedía el Partido Popular«. Sin despeinarse ni acordarse de lo que había dicho unos días antes. Y rizaba el rizo de su mal perder: «Había una preocupación inequívoca en el Gobierno de España de que no se ensanchen los márgenes, y queda recogida, pero también es verdad que esta no es la propuesta de Feijoo que quería una bajada del IVA de todos los alimentos»
También hemos sabido en estos pocos días que “España regala vacunas a China”, ¿será de las que están caducadas, para devolverles el timo de las mascarillas y tests de dudosa calidad de hace dos años? Que la cada día más “Nadie” Calviño, ocultó a Moncloa la renuncia de su marido al cargo “digital” en Patrimonio del Estado que su presidente y amiga le había concedido. Que la “ley del sí es sí”, ha rebajado penas a más de 140 violadores y ha excarcelado a más de 30 delincuentes sexuales.
Que su ministro del Interior, también cada día más, “Pequeño” Marlasca, vuelve a denigrar a la Guardia Civil a cuenta de un vídeo (basta con ver el principio) para alertar sobre el matrimonio forzoso. Y que el gobierno repartirá más de 2.000 plazas de funcionarios de carrera sin hacer oposiciones –¿será en su desesperada búsqueda de clientes para las citas electorales próximas?–.
Pero qué se puede esperar de los miembros del equipazo que preside un tipo que se vende así: “Hay que confiar en una persona como yo, porque soy una persona honesta. Que quiere por encima de cualquier otra cosa, a su país. Que he demostrado que he antepuesto el interés general a mi interés particular. Y que soy una persona de fuertes convicciones”.
Como resumen y aviso de lo que puede venir en los meses que faltan hasta la convocatoria electoral, una y otra, me parece oportuno reproducir el acertado comentario del periodista Vicente Vallés: “Moncloa y sus socios han eliminado el delito de sedición, han rebajado el de malversación y han cambiado las mayorías para elegir magistrados del Tribunal Constitucional. No son medidas menores. Estamos ante medidas que cambian sustancialmente la arquitectura legal de nuestro Estado de derecho y que se han aprobado mediante un procedimiento acelerado al máximo y con un debate reducido al mínimo”.
Y también, en estos días próximos al fallecimiento de un gran Papa, como Benedicto XVI, traigo a colación una frase que pronunció cuando era Cardenal Decano del Colegio Cardenalicio y le correspondió oficiar el funeral de su predecesor Juan Pablo II: “Cuando el relativismo moral se absolutiza, en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo”. Esas premonitorias palabras fueron dichas en 2005, pero hoy son de plena actualidad en España.
Para terminar, me hago la pregunta que, recientemente, se hacía Alfonso Guerra: “¿Hay alguien ahí? ¿Nadie ahí es capaz de comprender que están calcinando la democracia al atender los requerimientos de un grupo de salteadores de la nación?”. Esperemos que en Génova 13, sí lo haya esta vez.
Y es que, en la línea de la chulísima antes citada, no hay que descartar que, antes de irse a su campaña electoral por la alcaldía de Las Palmas, la todavía ministra de Sanidad, Carolina Darias, no deje su último eslogan: “He mejorado la Sanidad española. En España ya no tenemos enfermos, tenemos sanos discontinuos”.
Creo que fue Aristófanes el que, allá por el Siglo IV antes de Cristo, dijo algo así: “La juventud, pasa. La inmadurez, se supera. La ignorancia se cura con la educación, y la embriaguez, con sobriedad. Pero, la estupidez, dura para siempre”. Y mientras siga la estupidez en el gobierno, el caos no sólo seguirá igual, sino que irá avanzando.
Junto con mi deseo de un feliz Año Nuevo, pido que 2023 nos permita ver el final de este esperpento disparatado. De muchos de nosotros depende si no seguimos alimentando, desde el sectarismo y el resentimiento, el “Divide y vencerás”.