
«El carnaval antidemocrático, en Brasil, apenas si ha comenzado: Lula tiene, de demócrata, lo que yo de monje tibetano»
El carnaval antidemocrático,
en Brasil, apenas si ha comenzado:
Lula tiene, de demócrata,
lo que yo de monje tibetano.
Y lo mismo que se adivina
un jodido trumpista en Bolsonaro,
es cosa sabida que hay, en da Silva,
un puto chorizo bolivariano.
Brasil, pues, en dos mitades,
casi exactas, realmente dividida:
Mal vamos si cada una de ellas
resuelve caminar por su lado;
pero iremos peor todavía
de entrar en permanente colisión,
de ir de topetazo en topetazo:
muchos habrán de perder allí la vida;
y languidecerá más aún, día a día,
tan grande y bellísima nación.
Llegó momento en que ni ‘la democracia’
se nos antoja ya la mejor salida;
precisamente porque ‘los forajidos de la política’,
mes tras mes, año tras año,
de maltratarla todos ellos se hartaron.
Y ahí la vemos, en tantos países, malherida,
como, a marchas forzadas, desamparada,
triste, solitaria y penosamente… agoniza.
Y la culpa de todo ello, irán luego diciendo,
la tuvo… la guerra de Putin… allá en Ucrania.