Conversaciones en el andamio. ¿Y la mascarilla? Por Francisco Gómez Valencia

Conversaciones en el andamio. ¿Y la mascarilla?

En el metro como de costumbre…

– Ya nadie lleva la mascarilla.

– Casi nadie, pero hace ya mucho tiempo.

– A mí me parece bien.

– Y a mí también.

– Igualmente me parece bien que quien quiera la siga llevando.

– Y a mí.

– ¿Entiendes que haya que llevarla en las farmacias, hospitales y centros de salud?

– Sí, porque precisamente ahí hay o van enfermos, y te pueden contagiar de algo.

– ¿Entonces no te parece que sea una imposición conspiranoica ideada por los chinos o Soros, para que paulatinamente vayamos perdiendo cuotas de libertad?

– Me parece una medida de sentido común.

– ¿Ya pero la libertad?

– Ya la tienes, tu eliges ponértela o no.

– Bueno pero ahora hay sitios donde será obligatorio.

– Claro, como llevar zapatos. Por sentido común.

– ¿Pues hay gente que dice que si es perjudicial para la salud y no se qué?

– Ya, los mismos que dicen que hay aviones por el cielo fumigando a la población. Es que tiene que haber de to’

– Pues sí…

– ‘Pos’ claro.

Feliz día de Santa Josefina

Españistan 08|02|23

Francisco G. Valencia

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo ante mí mismo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan tratando de explicar de una forma fácil y pragmática porque suceden las cosas y como deberíamos cambiar, para frenar el desastre según lo aprendido históricamente gracias a la Ciencia Política... Aspirante a disidente profesional, incluso displicente y apático a veces ante la perfección demostrada por los demás. Ausente de empatía con la mala educación y la incultura mediática premeditada como forma de ejercer el poder, ante la cual práctico la pedagogía inductiva, en vez de el convencimiento deductivo para llegar al meollo del asunto, que es simple y llanamente hacer que no nos demos cuenta de nuestra absoluta idiotez, mientras que la aceptamos con resignación.

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