
(a)
«Si Ucrania cae, Europa cae», no deja Zelenski de recordar.
Y él sabe bien cuántas vidas ucranianas y cuánta sangre derramada
le cuesta, al país que lidera, una guerra que nunca quiso ni persiguió jamás.
(b)
«Luchamos contra la fuerza más antieuropea del mundo», dijo.
¿Y quién podría quitarle, a nuestro hombre, un ápice de razón?
Rusia, en manos del antiguo zarismo o bajo la tiranía del comunismo,
siempre fue una antipática Europa aparte, como nación.
(c)
Y el pueblo ruso, acaso por la gelidez ambiental que por allá impera,
no parece aprender de los muchos palos que le infligió la historia:
timorato y cobardón, siempre como a la espera de una lejana primavera
que, por muy grande que parezca su impaciencia, más y más, ella, se demora.
(d)
Y en tanto sus ancianos padres se siguen doliendo por un remoto pasado,
parecen los hijos haber heredado un resignado fatalismo que con nada se les va.
Y los nietos, que solamente a ratos algunas veces han protestado,
a ir a combatir al frente han sido ahora todos ellos CONDENADOS,
(e)
dejando a padres y hermanos, a esposas o amantes, y a todo proyecto de futuro, atrás:
A ellos, esta monstruosa guerra del megalómano Putin, ¿Qué mierda les puede importar?
Y es así que muchos jóvenes rusos abandonan su tierra
-esa tierra a la que dedicaron tantos años de paz-
(f)
y, con los ojos llorosos
y el corazón bañado en tristeza,
rumian la profunda amargura de si acaso
alguna vez el suelo amado
de su patria volverán a pisar:
¡Ni uno solo quiere dar
la vida en nombre de un tirano!
He ahí la única dignidad
que su alma mal herida alberga ya.
(g)
Nuestra dignidad -la dignidad de la poca Europa libre
que en verdad nos va quedando-
es la que, en boca del heroico Zelenski, no deja de clamar:
«Nos defendemos a nosotros… y os defendemos a vosotros.»
Ojalá que, a esa EUROPA LIBRE, no se la olvide JAMÁS:
(h)
ELLA es nuestra patria. La VERDADERA PATRIA de TODOS.
La de quienes siguen creyendo en el ser humano… y en LA LIBERTAD.
