Conversaciones en el andamio: Natural como ella misma. Por Francisco Gómez Valencia

Conversaciones en el andamio. Natural como ella misma

– Válgame Cuqui que guapa te nos has puesto esta tarde para ir al Mercadona.

– Ya ves: el vestido es de «Harmany», las joyas de Rabats, ¡ah; y voy sin maquillaje!

– Cualquiera lo diría… ¿Y eso?

– Quería hacer la apuesta de venir con la cara lavada y con unas transparencias, naturaleza, ya sabes; todo el mismo mensaje para transmitir la naturalidad.

– Mmm… ¿Y esto a que viene Cuqui? ¡No te reconozco churra! ¿Qué es por lo del día de los enamorados o algo “asin”?

– ¡No, que va! Es para sentirme cómoda siendo yo misma.

– Vale, vale (recibido alpha-charlie, mi amiga necesita un “ramonazo” como Dios pintó a Perico) ¿No te importa que yo vaya en chándal, como siempre verdad?

– Anda nena, que tonta eres. Cada una es natural como le sale. Hoy a mi me sale sentirme como Sara Sálamo.

– ¡Pues mira que bien!

Feliz día de San Valentín.

Españistan 14|02|23

Francisco G. Valencia

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo ante mí mismo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan tratando de explicar de una forma fácil y pragmática porque suceden las cosas y como deberíamos cambiar, para frenar el desastre según lo aprendido históricamente gracias a la Ciencia Política... Aspirante a disidente profesional, incluso displicente y apático a veces ante la perfección demostrada por los demás. Ausente de empatía con la mala educación y la incultura mediática premeditada como forma de ejercer el poder, ante la cual práctico la pedagogía inductiva, en vez de el convencimiento deductivo para llegar al meollo del asunto, que es simple y llanamente hacer que no nos demos cuenta de nuestra absoluta idiotez, mientras que la aceptamos con resignación.

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