Palabras abstrusas de la jerga hodierna. Por Amando de Miguel

Palabras abstrusas de la jerga hodierna.

«El propósito de esa nueva técnica de engañar a la gente y confundir a la población es para que permanezca sumisa, que es lo que se trata de demostrar»

Me refiero al habla pública, a la que nos entra por los medios de comunicación. Al parecer, se trata de transmitir ideas, pero, confundiendo un tanto al personal. Es una forma de alardear de poder, que sigue teniendo un elemento mágico o misterioso.

La técnica de la confusión deliberada consiste en introducir palabras que no signifiquen nada o que expresen realidades inverosímiles. Lo más sencillo es repetir una voz sin mucho sentido; por ejemplo, la palabra “ámbito”, a la que se acude sin ton ni son. Otras veces, se importa un neologismo que parece técnico, lo que proporciona un aire misterioso a la acción. Es el caso del verbo “configurar”: insinúa que la operación posee en rango electrónico, algo que, siempre, impone.

En ocasiones, las autoridades crean un nuevo concepto para disimular una realidad que se desea oscura. Por ejemplo, la noción de “fijos discontinuos”, simplemente, una categoría de parados, que se oculta para que no aparezcan como tales en las estadísticas. El propósito es bien plausible: no hay que desmoralizar a la población, considerada como “ciudadanos y ciudadanas” En la práctica, se muestran, mejor, como pacientes “súbditos”.

El manejo de las estadísticas por las fuentes oficiales o los comentaristas nos lleva muchas veces al misterio. Todos entendemos la idea del porcentaje de “interés” de los préstamos. Con que suba medio punto (0,5%), ya, es motivo de preocupación para el que necesite una hipoteca. Pero, en su lugar, en la parla de los expertos, esa subida se manifiesta, caprichosamente, como “50 puntos básicos”. Es decir, nos la multiplican, bonitamente, por ciento.

En las declaraciones oficiales, el uso de términos ininteligibles llega a su máximo esplendor. Tómese una referencia cotidiana: la alusión a la “agenda 2030” (léase “veinte treinta”). Se trata de una irresponsable quimera, la de que, en el año 2030, habrá desaparecido la pobreza, la desigualdad y otros males conexos que afligen a la humanidad. Al parecer, la desigualdad que importa es la que distingue a los varones de las mujeres, llamada “de género”. Es más, dentro de siete años, se habrá conseguido detener el “cambio climático” y se logrará, por fin, el “desarrollo sostenible”. Son realidades incognoscibles, pero, suenan muy bien. Estamos ante el truco del charlatán de feria que vendía el frasco de crecepelo. Solo, que, en este caso, la estafa la protagonizan muchos Gobiernos del mundo; entre ellos, el nuestro.

Esto del “veinte treinta” es un símbolo cabalístico de una especie de religión sectaria, en la que participan los poderosos del mundo y los que desean ingresar en esa banda. A medida que nos acercamos al año 2030, se pasará a la “agenda 2050”.

Algo parecido sucede con la expresión “solo, sí es sí”, que parece un juego infantil. Las autoridades la repiten, hasta la saciedad, como si fuera un talismán. Realmente, quieren decir que, en las relaciones sexuales, debe haber “consentimiento”. Si no lo hay, entraríamos en el registro de la agresión o la violación. Pero, lo que parece un descubrimiento progresista, es tan viejo como el Derecho Romano. El infantilismo del “solo, sí es sí” es porque la política progresista suele disfrazarse de una traza pueril. Es lo que ocurre cuando se descubre el Mediterráneo.

El propósito de esa nueva técnica de engañar a la gente es que los neologismos aspiran a descubrir el “todo”, cuando no significan “nada”. Es una manifestación de autoritarismo, la divisa por la que se rige la política del Gobierno español actual. En el fondo, se trata de confundir a la población para que permanezca sumisa, que es lo que se trata de demostrar. A los poderosos que juegan con el pueblo, digamos, “bien jugado”.

Amando de Miguel para Actualidad Almanzora.

Amando de Miguel

Este que ves aquí, tan circunspecto, es Amando de Miguel, español, octogenario, sociólogo y escritor, aproximadamente en ese orden. He publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. He dado cientos de conferencias. He profesado en varias universidades españolas y norteamericanas. He colaborado en todo tipo de medios de comunicación. Y me considero ideológicamente independiente, y así me va. Mis gustos: escribir y leer, música clásica, chocolate con churros. Mis rechazos: la ideología de género, los grafitis, los nacionalismos, la música como ruidos y gritos (hoy prevalente).

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