Conversaciones en el andamio: La buena gente. Por Francisco Gómez Valencia

Conversaciones en el andamio: La buena gente.

¿Quién es la buena gente? Graznaban ayer en voz alta en las izquierdas y tal…

Pues la cosa viene gracias a una simple clasificación que el rey del despiste, es decir, el gallego Feijóo, hizo y soltó en el Senado donde se bate en duelo –pero poco–, en simpáticos “face to face” cada cierto tiempo con el muñeco parlante.

¡Claro! Los hijos de puta inmediatamente se han dado por aludidos y como una jauría de perros sarnosos o de hienas sifilíticas, han salido en tromba para ver si moviendo un poquito el palito clavado en el mojón, conseguían que las palabras del “lídereso peperista o peperiano” se le volvieran en contra.

¡Pero vamos a ver! ¿Quién se cree a alguien que dijo la semana pasada que iba a derogar la Ley trans; cuando el domingo mandó decir al “apánfilado” de Borja Semper que ahora va a ser que no? ¿Cómo les va a molestar el olor de la hez de otro, siendo también suya, propia y personal? Pues apropiándosela y así, molestará menos.

Que dicen que la van a reformar a su manera para no hacer de menos a las minorías ofendiditas, pero no dicen que lo hacen para no derogar las que ya nos colaron o se dejaron colar, y se niegan a liquidar en las autonomías donde gobiernan. ¿Ven como al final lo que hacen es “peperizar” lo que legisla la izquierda? De verdad, que yo ya puestos casi prefiero que para esto se quede el original –el de los pantalones pitillo–, para seguir despellejando al mismo.

Leí hace tiempo que inventarse palabras, utilizar palabrotas o intercalar anglicismos es de mala educación al considerarse una vulgaridad, lo cual me la trae al pairo porque a mi lo que me preocupa es no ser tosco y deshilvanado, que era de lo que me acusaba un profesor que tuve de literatura cuando cursé bachillerato en los Reales Estudios de San Isidro. Por cierto, por entonces solo íbamos maromos y no nos pasaba nada. En fin que como decía; el cabronazo me hizo leerme el Quijote completo en un verano para dejar de tener faltas de ortografía y ampliar mi vocabulario. Afortunadamente muchos años después tuve que leer y escuchar a Pérez Reverte decir que las palabrotas reconocidas por la RAE no son pecado sino ingenio, picardía e ironía como la practicaba don Miguel de Cervantes.

Pues bien; el que sostiene la pluma que no es ni uno ni el otro –válgame Dios–, sino el de más allá desparramando acá: llegado a este extremo acepta y defiende que ser buena gente además de ser buen cristiano y poca cosa más; políticamente hablando consiste en tener unas tragaderas de la talla “King size”, es decir XXXL para traducir lo que en mi humilde opinión significa la expresión: “votar con la nariz tapada”.

Nota: ¡Oye! Que me dicen que aseguró anoche Antonio González Terol en el Gato al agua qué “Ayuso ha dicho que derogará la Ley trans de Cifuentes”. Que dicen también que salió adelante gracias a que Ciudadanos la dejó con el culo al aire (antes de intentar mangar las cremas en el Eroski de Vallecas), y los naranjitos traidores a España la aprobaron con la izquierda. Y que dijo a mayores viniéndose muy arriba porque el profe Quintana Paz le tocó otra vez los cojones, que “Isabel cumple lo que promete al 99%” (sic).

¡Vale! Motivo más que suficiente para cargarse la puñetera Ley, ¿Oído Feijóo?

¡Que pasen un buen día mi buena gente! Y a los otros: –la mala gente–, que los parta un rayo.

Feliz día de San Policarpo.

Españistan a 23|02|23

Francisco G. Valencia

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo ante mí mismo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan tratando de explicar de una forma fácil y pragmática porque suceden las cosas y como deberíamos cambiar, para frenar el desastre según lo aprendido históricamente gracias a la Ciencia Política... Aspirante a disidente profesional, incluso displicente y apático a veces ante la perfección demostrada por los demás. Ausente de empatía con la mala educación y la incultura mediática premeditada como forma de ejercer el poder, ante la cual práctico la pedagogía inductiva, en vez de el convencimiento deductivo para llegar al meollo del asunto, que es simple y llanamente hacer que no nos demos cuenta de nuestra absoluta idiotez, mientras que la aceptamos con resignación.

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