
«Estos tiempos son muy malos para la lírica, más que nada porque los que tendrían que cantar, lo único que saben hacer es dar el cante»
Nunca llegué a pensar que un ramillete de insignes majaderas, llegaran a hacer tanto y tan bien, por situar el calificativo “estulticia” en un nivel tan alto. Cabe pensar que lo que en otras personas es una falta de madurez, en ellas es virtud, dado el nivel tan óptimo que han alcanzado. O quizá es el motivo por el que otro gran estúpido las haya llevado a tan alta magistratura. En todo caso, convendremos en que se complementan.
Desde que esta criatura empezó a sembrar de estupideces sobre la mal llamada “política española”, la gente empezó a hacerse la misma pregunta: ¿de dónde la viene a esta deidad divina la inquina que siente hacia los hombres? No era de extrañar que fuésemos muchos los que supusiéramos de dónde, la respuesta estaba tan clara, que aun antes de preguntárnoslo ya sabíamos la respuesta. No cabía otra explicación.
Nada bueno podía salir de una mente sembrada de escombros ideológicos, tan trasnochados e inservibles como del que los que mamó. Con tan triste y paupérrimo bagaje se nos presentó esta triste figura, cuyo único mérito conocido fue ser la compañera sentimental de otro ilustre zascandil, esplendorosos currículums. Lo que en una situación normal hubiese sido un desdoro, ella lo asumió como éxito propio, hasta que la cruel realidad la azotó inmisericordemente mostrándola como lideresa de la ignominia, la patochada, y el mal gusto.
Da poder a un tonto, en este caso tonta, y se creerá Adenauer, en su caso nunca pasará de Petra, la hermana gorda de las hermanas Gilda. La que iba a defender los derechos de las mujeres, hizo que estos retrocediesen varios lustros, dejando al feminismo tan dividido y magullado, que no lo reconoce ni la madre que lo parió.
He aquí que la “doctora” en leyes se puso a legislar, pariendo una ley que abarata la violación, el abuso y todas las monstruosidades que un hijo de puta puede cometer contra una mujer. Extraordinario éxito, el de una fastuosa inútil, deslumbrante negada, exuberante sectaria, magnífica necedad. Nunca nadie osó hacer lo que ella cometió: regalar a violadores pedófilos y pederastas años de libertad, meses de regalo, para volver a delinquir, regalándoles además el modo legal más favorable para seguir haciéndolo. Fue ella la que abroncó a los jueces, tachándolos de fascistas, ellos callaron ante tan versallesca forma de injuriarlos.
Pese a que se la avisó, impuso su soberbia, la mentecatez nubló su escasa razón, su más que acrisolada estupidez aplastó lo razonable, y su maravilloso sectarismo se impusieron al sentido común. La doña ejerciendo de capo, y sus aufseherin gozando como arpías en celo. He aquí la fulgurante historia de una mujer, a todas luces despechada, sola y abandonada, pero pertrechada con un chorreo de millones, regalo de otro reconocido inútil, Don Narciso, factótum máximo del desaguisado.
Con cientos de millones en sus manos, se dedicó a reclutar un ejército de milicianas, tan abracadabrantes como ella, ansiosas de poder, sedientas de venganza. Diríase que nunca conocieron hombre, tal vez porque los únicos que frecuentaron eran alimañas de salón.
Se rodeó de ilustres ridículas, grotescas feminoides, extravagantes e irrisorias estrafalarias. Lo digo en clave política, la misma que ellas usan cuando las da la gana, que estas zotes y mezquinas “esperpentas” afronten sus mismas reglas, las mismas con las que agreden a Santiago Abascal, por ejemplo.
La mujer nace, no se hace, ni extirpando ni cortando nada. Lo mismo que un hombre si se agrega pechos, se arregla las nalgas o se recorta el bigote, las ingles o lo que le dé la gana. Nadie debería meterse con nadie, ya fuera distinto diferente o lo que quiera, que su vida es de él o de ella, de nadie más, pero ojo, a la naturaleza no se la puede engañar.
Aviso a navegantes, con estas leyes ser mujer estará al alcance de cualquiera, algunos porque lo sienten, otros porque les sale de sus caprichos, muchos por interés, y el resto porque estará de moda llamarse Refocila. De esta forma tan elegante se denigra a las mujeres, se coartan sus derechos, igualándolas con los que no lo son, ni lo serán nunca. Uno será lo que le apetezca ser, pero nunca será lo que no puede ser, ni en un sentido ni en el otro.
Han devaluado el feminismo, el auténtico, el de siempre, legislando para que cualquiera pueda ser lo que su anatomía se empeña en mostrarle lo que nunca podrá ser. Triste papel el de una mujer, que siéndolo de nacimiento verá como tendrá que competir con hombres, en trabajos, en deportes e incluso en la cotidianidad de su existencia. Subir con un hombre en un ascensor será un riesgo, si a este la da por acusarte de tocamientos, demuestra que ahora se llama Dionisia y te quiera hacer la pascua.
Pedro podrá dar palizas a Irene a Isabel o a Manuela, que no le ocurrirá nada, el agresor ahora se llamará Chelito, la ley dirá que, entre mujeres, la violencia machista no existe. Otra “mujer”, antes Pablo, con el as de bastos balanceándose entre la entrepierna, podrá entrar en los lavabos de señoras, en las duchas de las piscinas y en un largo y angustioso etcétera. Estos casos, la ley no los contempla. ¿Te enteras Irene?
Hasta ahora ningún gobierno se atrevió a meterse en nuestras camas, este lo hace. Se necesita ser obsesas y libidinosas para decir a las mujeres como y de qué manera satisfacerse, a que utensilio asirse, de qué forma hacerlo, y a quién como y cuando agarrarse, pues bien, estas eminentes pedorras lo hacen. La estulticia puesta a las órdenes de una insatisfecha ignorante.
Podríamos llegar a pensar que estas novedades son las que ella práctica, conociendo al artista que frecuentó, no sería de extrañar tanto brochazo gordo. Desde luego que estos tiempos son muy malos para la lírica, más que nada porque los que tendrían que cantar, lo único que saben hacer es dar el cante.