
«Ni olvido ni perdón a los autores de aquella masacre, sean quienes sean y estén donde estén, que a buen seguro no estarán muy lejos»
Hace unos pocos días se cumplieron diecinueve años de la mayor masacre ocurrida en España en tiempos de paz, además del mayor atentado de la historia de Europa. Supuestamente tendría que estar en la memoria de todos, o así debería ser, pero por desgracia sabemos que no es así. En la que no está, ni estará, es en la de aquellos que pudiendo investigarlo siendo gobierno a los pocos días del atentado, no lo hicieron, me refiero al PSOE. Da que pensar que justo cuando ganaron unas elecciones que nunca se debieron convocar en aquellas terribles circunstancias, se olvidaran de su hasta ese momento insistente petición. Tuvieron más de siete años para hacerlo, en su lugar emplearon ese tiempo en echar toneladas de oscurantismo sobre la masacre. La ceremonia de la confusión escenificada hasta el paroxismo, en primer lugar, por “ellos” y en segundo lugar por los voceros de ellos mismos.
El PP tampoco quiso hacerlo cuando recuperó el poder en el año 2011. Deberían explicarnos por qué, más que nada por higiene democrática, pero sobre todo por su propia credibilidad, y no quedar como unos pusilánimes gobernantes. También deberían explicarnos qué le dijo Zapatero durante tres horas y doce minutos al que iba a ser el nuevo ministro del interior.
Constituido el primer gobierno del indeseable ZP, se extendió un muro infranqueable de silencio, despreciando y vilipendiando a los que seguían queriendo saber, lo que inexplicablemente el gobierno del infausto presidente, a todas luces trataban de ocultar. Nos empezaron a llamar conspiranoicos, a los que no nos creíamos sus embustes y triquiñuelas, por querer saber la verdad, una verdad enterrada junto a los que murieron asesinados, por no sabemos aún quién, y de parte de quién.
Fuimos testigos de cómo se desmontaban una a una las versiones oficiales, dejando a más de uno retratado para la posteridad. Desde la SER, un tal Ferreras, comunicó que habían encontrado torsos humanos con el pubis afeitado y con tres capas de calzoncillos, propio de los terroristas suicidas. Fue desautorizado horas después por la jefa de los forenses madrileños, Carmen Baladía, al frente del equipo de forenses encargados de las autopsias. ¿Quién filtró esa patraña? ¿O fue de cosecha propia? El tal Ferreras no volvió a decir nada, en su lugar imparte lecciones a diario, de periodismo de “investigación”, supongo que para ignorantes, perfectamente “cualificados”.
Fuera como fuese contribuyó a la ceremonia de la confusión, aunque para muchos ciudadanos era el comienzo de una ópera bufa, donde los peones de la extrema izquierda socialista siguieron un guion previamente establecido. Ferreras nunca dijo su fuente, ni siquiera para salvar su credibilidad. La conmoción empezó a dar paso a un manto de sospecha, sensación que, a muchos desde entonces no nos ha abandonado. La desconfianza es lícita, para ella no hay mejor antídoto que llegar al fondo de la verdad y poner delante de la justicia a los verdaderos culpables. Repetir el razonamiento es justo y necesario, como lo es volver a decir que los asesinatos tengan justa reparación investigando la autoría real del atentado. Repetirlo pues, es obligado.
Tan solo unos ejemplos de los muchos que todos recordamos: nadie murió por efecto de la metralla, como nos hicieron creer, pero encontraron milagrosamente una mochila intacta que no había explosionado, repleta de tornillería. Ni se pudo explicar cómo los cuerpos de los terroristas que se inmolaron en el piso de Leganés, a las pocas horas de morir ya presentaban larvas cadavéricas, propias en cadáveres no tan recientes. ¿Tuvo que ver algo la profanación de los restos del comandante de los GEOS, muerto en la misma explosión que acabó con los suicidas de Leganés? ¿O sólo fue otra de las muchas maniobras de distracción, propia de aquellos que trataron de ocultar lo verdaderamente sucedido? Estos datos no son de cosecha propia, están en las fonotecas de la prensa radiada y en las hemerotecas de la escrita, yo únicamente los vuelvo a exponer, aunque existen decenas de pruebas más tan inconexas como presumiblemente falsas mediante las cuales se llegó a una sentencia a todas luces inconclusa.
Ni tampoco se explicó quién había dado la orden de desguazar los trenes afectados, ni cómo entre tanta chatarra, fueron incapaces de determinar qué tipo de explosivo es el que había estallado, pudiendo examinar solamente varios fragmentos de metal previamente lavados. A una fiscal no la interesaba saber que explosivo se había usado, argumentando despectivamente el que ella impuso, zanjando el tema con el tristemente famoso ¡basta ya! Y así un largo etcétera de ejemplos a los que nadie pudo responder, sin mentir a sabiendas.
Sólo Luis del Pino, Fernando Múgica y un puñado de periodistas íntegros, se negaron a aceptar las patrañas oficiales, contradictorias entre sí, tan falsas como sus conciencias. El partido socialista nos hizo pasar del “queremos saber” al más triste y oscuro, “Nosotros el gobierno no os diremos nada”.
Políticos embusteros, políticos cobardes, políticos infectos y corruptos, políticos miserables. Esta infamia sólo se puede hacer cuando en vez de ciudadanía hay individuos imbéciles, sujetos con mentes amorfas, borregazos insulsos, gentuza empesebrada, tipejos cobardes. Entristece contemplar cómo se puede manipular a una ciudadanía, alienándola hasta la extenuación, con eslóganes prefabricados con la sangre y las vísceras de los asesinados. Que nadie se lleve a engaño: ¿tenemos lo que nos merecemos? ¿o acaso Dios nos castiga por ser tan sumamente idiotas e ignorantes?
El caso es que han pasado los años, y la única prisa que estas ratas se han dado es en que la masacre prescriba, que todo esto acabe en el sumidero de la historia, o en su defecto, en su pútrida y siniestra faltriquera.
Nadie podrá negarlo, ni los unos ni los otros, ellos sabrán por qué, lo que no estará en sus manos es impedir que la ciudadanía, tampoco toda ella, piense, opine o trate de discernir qué ocurrió y por qué ni los políticos ni la prensa, ni la justicia llegaran al fondo y aclarasen quien asesinó a 193 personas, y dejó heridos y con graves secuelas a más de 1500 personas.
Lo más repugnante es verlos acudir año tras año a hacer la pamema, llevando coronas y ramos de flores, cuando en realidad lo que hacen es escupir a la memoria de esas pobres gentes, que nunca tendrán lo único que sus memorias demandan: ¡Justicia!
Esta chusma política tranquiliza y lava su sucia conciencia llevando coronas perfectamente dispuestas, flores muy bonitas, con lazos en los que se pueden leer sus mentiras, maravillosas patrañas, mensajes de diseño perfectamente insulsos. ¡Qué asco!
Año tras año oímos a la escoria de la extrema izquierda llamando “accidente” a la mayor matanza después de la de Paracuellos. Así lo definió una tal Mónica García, estafermo rodante de un partido que sólo aparece cuando no se le necesita. Curiosa coincidencia con ZP, cuando ETA asesinó a dos trabajadores en la T-4 de Madrid, y se descolgó diciendo que había sido un accidente. No es coincidencia, nunca es coincidencia, cuando asesinan a alguien las coincidencias las señalan los que no tienen conciencia, no existen coincidencias, siempre hay un porqué, y alguien que sale ganando en base a una “coincidencia”.
El lendakari vasco dijo nada más haberse producido el atentado que había sido ETA, resulta curioso. Particularmente, opino que las ratas que pusieron una bomba en el Hipercor asesinando a 21 personas, o las bombas de las Casas Cuartel de la Guardia Civil, son lo suficientemente sanguinarios y hienas como para poner las bombas en los trenes que explotaron. Si ETA no fue, seguro que rabió de envidia por no haberlo hecho ellos. Tan simple como eso.
En la madrugada del 29 de febrero del mismo año, once días antes del fatídico atentado del 11-M, fue apresada en Cañaveras, provincia de Cuenca, una furgoneta que transportaba 536 kilos de un potente explosivo. ETA pretendía atentar en Madrid. Para algún mandatario socialista, la noticia de la detención le sonó a montaje del gobierno. La hemeroteca no sólo está para coger polvo, también existe para que algún zorrero pueda volver a leerlo. Por cierto, lo publicó Jorge A. Rodríguez en El País.
La mafia de criminales nazionalistas vascos en sus más de 3500 atentados, con 853 asesinatos, y más de 700 víctimas, fue, era y supongo que sigue siendo, capaz de atentar contra trenes y cualquier lugar donde pueda esparcir su putrefacta ponzoña.
Ni olvido ni perdón a los autores de aquella masacre, sean quienes sean y estén donde estén, que a buen seguro no estarán muy lejos.
La memoria de todas y cada una de las víctimas estará permanentemente presentes en nuestro recuerdo.
Descansen todas ellas en paz.