
«La Primavera de Sandro Boticelli es toda una alegoría a la estación de las flores, que inicia un nuevo ciclo vital lleno de luz y color»
La mitología ha sido fuente de inspiración para los artistas a lo largo de la historia de Occidente. Ya desde el siglo VII en Grecia, personajes de los grandes poemas épicos griegos de Homero, La Odisea y La Ilíada como Aquiles o Agamenón aparecen en preciosos recipientes decorados. Los dioses del Olimpo eran protagonistas de historias en las que se explicaba el Universo o los fenómenos de la naturaleza y en las que ellos mismos interactuaban con el hombre siendo partícipes de historias en las que se manifiestan las virtudes y los defectos humanos.
Dependiendo de las diferentes etapas históricas, la mitología ha sido un tema más o menos utilizado en el arte. Si bien, a finales del siglo IV, cuando el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio Romano, se prohíben todos los cultos paganos y representaciones, encontramos manifestaciones de héroes y figuras mitológicas convertidos en figuras bíblicas que representan las virtudes, los vicios o las imperfecciones humanas. No será hasta el Renacimiento cuando se produce un revivir de los valores y la estética de la Antigüedad clásica y con ello una profunda admiración por la filosofía de Platón.
Sandro Boticelli (1445-1510) trabajó en el taller de fray Filippo Lippi donde aprendió determinados trucos compositivos, el gusto por las veladuras, la riqueza cromática o la fantasía en la indumentaria muy al gusto de la época. Se relacionó con los artistas del momento y pronto fue adquiriendo popularidad distinguiéndose de otros pintores, lo que le llevó a tener numerosos encargos que posteriormente le llevaron al mecenazgo de los Médicis.
Cosme de Médicis (1389-1464) guiado por la idea de crear un estado platónico en Florencia impulsó la creación de la Academia neoplatónica en la ciudad, regalando a Marsilio Ficino (1433-1499) una villa en Carreggi, donde se creará dicha institución cuya influencia se difundiría por todo Occidente y que sería fuertemente impulsada por Lorenzo de Médicis (1449-1492), del que Ficino fue su maestro. Marsilio Ficino, filósofo, médico y humanista, cuyas traducciones de textos griegos fueron decisivas para el conocimiento de la doctrina neoplatónica, interpretó ese conocimiento uniéndolo a otras fuentes, romanas, medievales o contemporáneas, de tal manera que materias como la astrología, la mitología o la física se englobaron en las interpretaciones de la Academia creando así una forma de pensar, vivir y sentir, además de fundir la filosofía pagana con la teología cristiana.

En este sentido, las figuras de los héroes mitológicos asumen la iconografía de personajes bíblicos, como la diosa Venus que se puede asociar a la figura de la Virgen María o Saturno al Dios Padre Celestial.
Lorenzo de Pierfrancesco (1463-1503), primo de Lorenzo el Magnífico, se educó en la doctrina neoplatónica y su relación con Marsilio Ficino fue muy estrecha, por lo que la obra que Boticelli realizó para él se debe entender dentro del contexto de la Academia de Carreggi. El pintor realizó para su familia tres encargos de temática mitológica, El nacimiento de Venus, Palas y el Centauro y La Primavera.
A partir de 1893, fecha en la que Aby Moritz Warburg (1866-1929) publicó un completo estudio iconográfico e la obra La Primavera, han existido muchas teorías que han intentado dar significado a la obra del artista del Quattrocento y aunque es difícil fijar su origen sí está constatado que la obra encierra un significado filosófico.
Una de las claves en el estudio de la obra ha sido identificar el texto en el que Boticelli se basó para realizar la obra. La descripciones de la diosa Venus desde la antigüedad son numerosas, por lo que se hace difícil establecer una fuente concreta. La teoría que se ha aceptado por la mayoría de los historiadores se basa en una carta que Ficino envió a Lorenzo de Pierfrancesco en la que se plantea el papel que representa Venus en la formación y el comportamiento humanos. La diosa que Ficino describe en dicha carta representa la Humanitas que reúne muchas cualidades morales necesarias para el buen comportamiento y el equilibrio espiritual del hombre como la Gentileza, la Caridad, la Dignidad, la Modestia o el Amor entre otras. El principio moral que representa Venus lleva al conocimiento superior y al umbral de lo divino.

Para que el joven adolescente aprendiera bien la lección que se exponía en la carta, era conveniente que pudiera contemplarla, por lo que se encargó a Boticelli la obra cuyo objetivo principal era el mensaje al joven Medicis que quería regalar a su novia, Semiramidi Appiano como regalo de boda.
Para la realización de la obra, Boticelli debió consultar fuentes literarias clásicas. El gran historiador del arte Ernst Gombrich (1909-2001) se inclina por la historia de El Juicio de Paris, contenida en la fábula El Asno de Oro de Apuleyo (123-circa 180), cuya obra fue muy popular en la Italia del Quatrocento donde se ponen de manifiesto la degradación del ser humano y su salvación. En ella, el protagonista Lucio, tras muchos infortunios es castigado por la diosa egipcia Isis que lo convierte en asno y solamente podrá volver a la normalidad comiendo flores que por fortuna para él, comenzaban a aparecer al inicio de la primavera.
La figura de Venus en el cuadro de Boticelli responde a la narración de Apuleyo, figura central, representación de las Virtudes, sonriendo y rodeada de rosas en su honor. Es cierto que aparecen menos figuras en el cuadro que en la obra del escritor, pero Boticelli sigue las recomendaciones que en la obra tratado Sobre la Pintura de Leon Battista Alberti (1404-1472) aconseja no incluir en una representación más de nueve figuras con el fin de no crear un espacio abrumador.
El cuadro se divide en tres partes, la parte central con Venus y Cupido, la parte derecha con Céfiro que persigue a Cloris y Flora y la parte izquierda con las figuras de las tres gracias y Mercurio.

A la derecha de Venus aparecen las figuras de Céfiro, viento suave de la primavera, que, según la descripción que hace Ovidio (sig. I a. C.) en Los Fastos persigue a la bella ninfa Cloris hasta alcanzarla, momento en el cual de la boca de la joven brotan flores y se representa el instante en el que se convierte en Flora, momento que anuncia en la mitología el nacimiento de la primavera. “ Fui una vez llamada Cloris y ahora Flora”. Ovidio, Los Fastos , V, (193-214). Ambos personajes representan el Amor y la Castidad y unidos surge la triunfante belleza de Flora.
Estas tres virtudes se corresponden con las figuras de las tres Gracias en el lado izquierdo del cuadro y cada una de ellas personifica una virtud. Castitas, que representa la Templanza, situada en el centro del grupo, es también víctima del Amor ya que Cupido la apunta con una flecha dorada, a su izquierda Voluptas, la Fuerza y Pulchritus que muestra su belleza con Juicio. Uniendo sus manos en una danza contenida representan la esencia del amor sincero.

Ambos grupos, Céfiro, Cloris y Flora por un lado y las tres Gracias por otro representan el principio de la teoría del amor neoplatónico que se basa en el ciclo cósmico en el que Dios emana un flujo que crea en los seres humanos una fuerza estimulante por la que era posible ascender hacia esferas superiores para la unión con la divinidad.
A la izquierda del hermoso grupo de las tres Gracias aparece la figura de Mercurio, con sus botas aladas que lo representan. …. Mercurio es el guía de las almas que van al Más Allá, el intermediario entre el cielo y la tierra y para los neoplatónicos representaba la revelación del conocimiento y otorga claridad al entendimiento. Mira hacia el cielo, alejándonos del mundo de la pasión para acercanos al mundo superior. La figura de Mercurio, por tanto, cierra el ciclo representado en la obra.

En el cuadro aparecen, según un exhaustivo estudio llevado a cabo por la Universidad de Florencia, cuarenta especies de flores y Boticelli las representó en doscientas ocasiones, pintadas con detalle se encuentran por toda la obra, algo que resulta fascinante.
La Primavera de Sandro Boticelli es una obra de gran belleza estética, el suave movimiento de las figuras, la delicadeza en las formas y la armonía en el color hacen que su contemplación seduzca al visitante en el magnífico museo en el que se expone, la Galleria degli Uffizi en Florencia, donde es una de las obras más admiradas.
Toda una alegoría a la estación de las flores, que inicia un nuevo ciclo lleno de luz y color. La esperada primavera.
