Serge Gainsbourg, mucho más que un personaje. Por Rafael Gómez de Marcos

Serge Gainsbourg

«Sin el lirismo de Brassens o la presencia física de Jacques Brel, Gainsbourg necesitaba crearse un personaje para poder salir a escena»

Fue un “enfant terrible”, un hombre desgraciado que vertebró su existencia sobre tres adicciones: el alcohol, el tabaco y las mujeres. Mitómano, lúdico, alcohólico y sensual, onomatopéyico, juguetón con el lenguaje y sus dobleces, fumador empedernido, inmenso, cardíaco terminal, carne de leyenda. Así fue Serge Gainsbourg. Un fantasmón provocador que se aprovechó de las olas de la moda para llamar la atención sobre su estrambótica persona y sus travesuras de bufón, pero un formidable artista, llamado con justicia genio de la escritura, con un desbordante talento de autor a través de una forma de escribir original, vanguardista y sobre todo, poética.

 

Sus primeras composiciones fueron influenciadas por Boris Vian. Gainsbourg quería liberarse de lo que consideraba la «anticuada» chanson, y explorar otros campos musicales, influenciado especialmente por el pop inglés y estadounidense. Un “enfant terrible” que a fuerza de mirarse en el espejo de Baudelaire acabó por revolucionar la chanson française, buscando alumbrar en cada canción sus propias “Flores del Mal”.

 

Mitterrand dijo de él: “Era nuestro Baudelaire y llevó la canción a la categoría de Arte”. Andy Warhol institucionalizó el esmoquin con vaqueros, pero le debemos a Gainsbourg la combinación, después tantas veces copiada, de la americana con jeans. Añádanse unas zapatilla de tenis modelo Converse y tendremos el modelo completo. Sin el lirismo de Brassens o la presencia física de Jacques Brel, Gainsbourg necesitaba crearse un personaje para poder salir a escena; una imagen de personaje siniestro que enfatizaba con una puesta en escena muy rígida, casi hierática, intentando traducir en elegancia la timidez con la que afrontaba sus actuaciones.

 

Si su escandalosa vida es rica en anécdotas, son sus canciones (“Poupée de cire, Poupée de son”, “Je t’aime moi non plus”, “La Chanson de Prevert”, “La gadoue”, “Je suis venu te dire que je m’en vais”…) las que lo han hecho famoso, con sus cínicos y complejos juegos de palabras y sus hermosas melodías, son una combinación exacta de perfección musical y poesía.

 

Compuso para Juliette Gréco una joya en forma de canción titulada «La javanaise«, un tema que él también interpretó en su tiempo con su estilo algo acomplejado y timorato. Tres años antes de morir Serge Gainsbourg deambulaba encima del escenario en el que sería su último gran concierto en marzo del año 1988 (Le Zénith de Gainsbourg). A pesar del empeoramiento de su salud por una mezcla colosal de alcohol y de cigarrillos, Gainsbourg ofreció uno de sus conciertos más potentes. “La javanaise” es un tema muy representativo de su estilo emblemático y de su concepción de la vida: el amor que dura lo que se tarda en bailar una danza javanesa.

Rafael Gómez de Marcos

Enamorado de la vida, reivindico mi infancia, mi verdadera patria, tres pilares, El Capitán Trueno, The Beatles y Joan Manuel Serrat, me fascina la ópera, me encanta bailar bachata y considero que decir cine americano es una redundancia. TVE no vio en mí ningún talento tras más de treinta años de servicios, Talento que me concedió la Academia de las Artes y las Ciencias de la Televisión en reconocimiento a mi trayectoria profesional. Nunca he estado afiliado a ningún sindicato y jamás he militado en ningún partido. Mi cita de bandera es una frase de José Ortega y Gasset: "Ser de la izquierda es, como ser la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral".

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