
«Jim Morrison renunció a la lujuria del éxito para refugiarse en París, cuna de la bohemia, y continuar con su obra literaria»
Se sentía más cómodo en su faceta de poeta, que en la de estrella del rock, defendía la idea del poeta-vidente, una constante experimentación de los sentidos –aquella consigna extraída de su adorado Rimbaud mezclada con su obsesión por el conocimiento de los rituales chamanes.
Después de grabar una de las obras más emblemáticas de la historia de la música rock, renunció a la lujuria del éxito para refugiarse en París, cuna de la bohemia, y continuar con su obra literaria. Meses más tarde moriría en París. Su tumba en el cementerio de Pére Lachaise, es lugar de peregrinación continua. Todas las fuentes artísticas de las que bebió las aplicaba en cada uno de sus conciertos. Por eso sus conciertos eran únicos e irrepetibles, cada canción era un ritual en el que los fans se rendían enloquecidos.
Escribió libros: Las nuevas criaturas (1968), Los señores (1969) y Una oración americana (1970). Sus textos visuales e hipnóticos, místicos y groseros, impregnados de alucinaciones verbales donde la palabra estalla en miles de destellos, revelan a un poeta; densamente amoral y trágico, sublime y filosófico, dionisiaco, cuya alma atormentada alberga sombras de Blake, Nietzche, Freud y Poe, o la maldición de los poetas franceses más evidentes: Verlaine, Apollinaire, Baudelaire y, sobre todo, Rimbaud.
Se llamaba James Douglas Morrison, más conocido por Jim Morrison líder de la banda The Doors, la banda de Los Ángeles que grabaron solo seis discos con Jim Morrison: “The Doors” (1967) “Strange days” (1967), “Waiting for the sun” (1968), “The soft parade” (1969), “Morrison Hotel” (1970) y “L.A. Woman” (1971). Este último trabajo fue todo un homenaje de Morrison a Los Ángeles, la ciudad mágica y nocturna, un álbum distinto por el ritmo y la voz de Morrison que deteriorada por el alcohol que había ganado en profundidad y desgarro. Paradójicamente fue el álbum que menos éxito obtuvo en las listas de ventas americanas. Pero temas como L.A.Woman dedicado a Pamela Courson, tema que ya he subido en alguna ocasión o “Riders On The Storn”, le convierten en legendario.
Paradójicamente fue el álbum que menos éxito obtuvo en las listas de ventas americanas. The Doors lo formaban Robby Krieger, a la guitarra que venía del folk y el flamenco; John Densmore, batería que había estado en bandas de jazz; Ray Manzarek, a los teclados Hammond que venía del blues; y Jim Morrison, la voz, pero también todo eso que rodeaba a las canciones, lo que no se podía escuchar en el LP, y que fue precisamente lo que creó la leyenda en torno a The Doors.