
«No se trata de tener derecho a, se trata de buen gusto y de recordar que sus derechos terminan donde comienzan los míos»
Ni siendo político, que no lo soy, me daría un fotogénico pico con nada que raspe sea del género que sea, por muchos votos que supusiera el salivazo y es que, como decía una buena amiga, si no me entra por el ojo no me entra por ningún lado y mire usted yo que soy mucho más moderno y tolerante que mi difunto padre, nunca diré aquello que Don Antonio solía decir «pan con pan es comida de tontos«.
Habrá quien me acuse de ser de extrema derecha, que lo soy , de poca sensibilidad con la celebración del orgullo y nada más lejos de la realidad, me gustaría tanto normalizar la homosexualidad, como que se dejase de hablar de ella 24 horas al día, 365 días al año, de colgar banderas en los balcones de lo ayuntamientos, que pusiera la puta tele y no tuviera que ver por cojones la cuota gay en todo, que el puto first date dejase de llevar auténticos/as y autentiques esperpentos que humillan a una inmensa mayoría de homosexuales que trabajan y no viven de ayudas, ni de tratos especiales, y que no se ven representados en fantoches seriamente desequilibrados.
Que el fornicio no tiene arreglo, está claro, que se lo pregunten a Tito Berni y a gran parte de PSOE andaluz, y ya que no somos asexuados ángeles me parece genial que cada cual busque su placer con los, las y les compañeros de cama que estime oportuno, pero ¿Hay necesidad? De ir cogiéndole el culo a la parienta en medio de la calle. No se trata de tener derecho a, se trata de buen gusto y de recordar que sus derechos terminan donde comienzan los míos.
Mi gestor Fiscal es gay, su pareja concejal del PP, obviamente es gay, mi camarero de cabecera gay, el chico que me atiende en Leroy Merlín es gay, en mi bloque, en el tercero viven una pareja gay y la verdad me importa dos carajos su orientación sexual mientras que no sea obligatorio.