
«En el oficio del periodismo se pierde profesionalidad con el peso de la ideología y las deudas que se contraen con los políticos afines»
En mi antiguo oficio del periodismo lo viví de cerca y presencié como compañeros, que hoy tienen hasta fama, honores, coche oficial y responsabilidades, dejaban de preguntar o elegían a los entrevistados para arrimar el ascua a su sardina mental y así manipular el discurso hacia su propia ideología. Anécdotas muchas pero hoy les voy a hablar de tres pequeñas historias, esas pequeñas cosas que cantó Serrat pero que pertenecen a la intrahistoria que definió don Miguel de Unamuno para referirse a la vida tradicional o «tradición eterna» y que demuestran que el problema del «cuarto poder» y la educación, en España vienen de lejos.
La primera ocurrió en el 2012 y con un tema tan sensible para los españoles como el de Gibraltar. Entonces algunos socialistas municipales de La Línea declararon que la escalada de tensión que sufren los pescadores españoles y la Guardia Civil por los llanitos gibraltareños es provocada por el PP . Y me viene a la memoria uno de los muchos reportajes que se realizaron en Informe Semanal sobre los incendios en Galicia en el que los responsables del guion y la realización, dos almas buenas y progresistas, salieron de la redacción central con la tesis de que los incendios los prendía el Partido Popular. Ocurrió uno de los veranos que en Galicia gobernaba el PSOE en alianza con el BNG. Y no, no es que aquellos «dos compañeros» tuvieran ninguna garganta profunda, ni datos, ni papeles ni tan siquiera valiosas informaciones. !Qué va! Era la «intuición ética» alimentada por un par de concejales del PSOE que por teléfono habían soltado la tesis política para solucionar el problema secular de los pirómanos gallegos y que, ante las cámaras, no se atrevieron a reformular.
El fenómeno que definí como «las autoéticas» queda perfectamente explicado en otra anécdota que recogí en el libro «El guión en el reportaje informativo. Un guiño a la noticia».: Cuando el Club Deportivo Tenerife descendió a segunda división, al final de un entrenamiento, un grupo de hinchas arremetió violentamente con piedras contra uno de los jugadores que salía del estadio conduciendo su coche. Ante la agresión, el futbolista aceleró y derrapando estuvo a punto de llevarse a alguna persona por delante. Ante la secuencia real había dos cámaras. Uno lo grabo todo, pero el otro no dio al botón rojo del «record«. Y cuando sus jefes de redacción le preguntaron que por qué no había grabado dijo, serena y éticamente, que el no quería ni debía alimentar la violencia en el fútbol, por su bonhomía de izquierdas.
El caso es que en el oficio del periodismo se pierde profesionalidad de manera inversa y proporcionalmente al peso de la ideología que se tiene y las deudas que se contraen con los políticos afines. Un hecho extensible creo a los responsables de las Universidades Públicas españolas, esos rectores que por motivación política decidieron dar un plantón al ministro de educación, el señor Wert y mas tarde declararon que pensaban había hecho lo correcto por convicción. Una expresión ética, pero de las gordas y, de nuevo, el peso de las autoéticas por las que se cobra y dan para comprar solomillo dos días a la semana. Se da la circunstancia que las universidades que todavía hoy rigen estos rectores tan honorables, buenas personas y progresistas, están a la cola del mundo tanto en prestigio como en investigación y profesionalidad.