
«El respeto hay que ganárselo, no exigirlo. No debemos ningún respeto al que no nos respeta, esto último va por Sánchez y sus secuaces»
Nunca creí que algún día tuviéramos que agradecerles algo a los activistas de la izquierda extrema. Gracias a su fallido boicot, y su gratificante ausencia, la ceremonia del juramento a la Constitución por parte de la Princesa y futura Reina doña Leonor, brilló a gran altura, como era de esperar. Si bien la presencia del felón, nos recordó a todos el nubarrón dictatorial que tenemos encima de todos y cada uno de nosotros.
¿Se imaginan la ceremonia con el gañán Rufián en su habitual papel de macarra payasesco? ¿O a la portavoz de los criminales etarras sonriendo como una hiena? Y qué decir de los representantes del chavismo, mirando a la Princesa con los ojos inyectados de sangre. Por no hablar del chuleta vizcaíno, el gran Aitor, taimado y falso como siempre, quizá hasta se hubiera atrevido a pedir más prebendas, a cambio de sonreír durante tres segundos.
O al insufrible comunista Enrique Santiago, el mismo que mencionó el asesinato de la casa real de los Romanov, haciendo clara alusión a la Casa Real española. Que grandeza de sobaquera, con o sin pistola, la de esta colla mugrienta, rebosante de roña y de mierda ideológica, inmundos añorantes del asesinato político, amantes de la guillotina como dijo Iglesias, desdeñosos como siempre con la convivencia democrática, enemigos mortales de la libertad.
Qué gran día tuvimos sin la presencia del mínimo y escuálido Pisarello, desertor de la Argentina más negra y profunda, hoy establecido como una garrapata en el floreciente peronismo español. Qué decir de Ada Colau, y su ennegrecida y apolillada farfolla, nadie ha trepado tanto gracias a una falsedad, ni hablado tanto sin decir nada. Qué decir de esta verdadera “manada” en su conjunto, sudorosa retrógrada y amorfa, donde únicamente brillan aquellos que más se asemejan al chequismo del 36. Golpistas sin fronteras, catalanes renegados, inútiles por convicción, revolucionarios de atrezo, engañabobos de salón, patanes de taberna, sinvergüenzas de profesión. Qué gran favor nos hicieron al no acudir, que magnífica idea tuvieron. Nos libraron de su hedor maldito, de su podredumbre herrumbrosa, de su halitosis cerebral, de su reconcentrada maldad, y, por qué no decirlo, de su odiosa presencia.
Y vayamos a las presencias. Las centraré en tres personajes.
En primer lugar, el gran simulador, embustero, felón, e incipiente dictador, el del chaqué. Su sola presencia provoca repulsa, arcadas y numerosos vómitos. Vestido para la ocasión de chaqué, a todas luces le sentaba como a un Cristo dos pistolas. Ignoramos a esta hora si la prenda se la robaron a un muerto, o el sastre que se la probó es de VOX. No obstante, lo que sobresalió fueron sus posturas, espatarrado cuando sonó el Himno, mostrando paquete durante la toma de fotos, no se sabe si era porque llevaba tanga o marianos largos. En todo caso la evidencia impropia quedó plasmada para la posteridad. Decir que va a ser el verdugo de la Constitución no es nada nuevo, ya se sabía, ahora ya está constatado. Usará como estilete la afilada amnistía, roñosa y ponzoñosa, puñalada traicionera, mortal de necesidad.
No sorprendió a nadie el ridículo en el que vive instalado, sin saber nunca cuál es su sitio, ni dónde ponerse, ni cómo sentarse, ni cómo producirse, ni siquiera como portarse. Nada de lo que este individuo haga piense o diga, lo hará por España, lo hará por él, tal y como siempre ha hecho.
Luego tenemos a Conde Pumpido, artífice de aquella “célebre” frase en la que aludió al arrastre de las togas por el barro del camino, hoy día dispuesto a hacer lo mismo, pero con la Constitución, y así ayudar y servir al traidor que lo nombró. A este sujeto alguien le tendría que haber dicho hace tiempo que la Ley no se arrastra, que, si no se respeta la Ley, lo que tendría que haber hecho es quitarse la toga y arrastrarse como Conde Pumpido, particular. Su presencia en el acto de jura de la Princesa Leonor era sabida, el cargo que ocupa le otorgaba ese derecho, y otros que sin competerle también se va a tomar. Ahora bien, dado que su nombramiento se lo debe al sujeto del chaqué, mucho nos tememos que su presencia de ayer, más bien se debía a tomar las medidas para construir el ataúd en el que enterrar la Constitución.
Y, por último, la siempre grácil y dispuesta Francisca Armengol, actual dicen, presidenta del clausurado hasta nueva orden congreso de los diputados. La que fue pillada in fraganti, a las tantas de la madrugada, en un bar de copas durante el confinamiento general por el COVID. La misma que influyó para que no se investigaran los abusos a menores en la autonomía donde era presidenta. Grandioso esplendoroso y exuberante historial el de Francisca, al parecer válido y perfecto para servir a su dueño y señor, el sujeto del chaqué.
Qué decir de su discurso, podría haber valido también para glosar las hazañas del campeón de petanca. Discurso en el que ni nombró las palabras Corona o Monarquía, no sabemos si su cantata fue extraída del rincón del vago, o escrita por Pisarello, furibundo antimonárquico como ella. Burdo y siniestro mamotreto, después de oír unas declaraciones de ella en el año 2016, sonaron tan falsas como su jefe. Como bien sabemos, en este gobierno todo vale, hasta la maldad institucional.
El gansterismo político de este miserable no para, ni lo parará ningún tipo de justicia que no sea la divina, la española es incapaz de hacerlo, por cobardía, o por haberse pasado al golpe socialista.
El respeto hay que ganárselo, no exigirlo. No debemos ningún respeto al que no nos respeta, esto último va por Sánchez y sus secuaces. Lo importante es que los españoles se respeten a sí mismos, con ello bastaría para echar a este sujeto al lugar de donde nunca debería haber salido, de la mierda.