
«Voto y me da igual, ¡Dictador tenemos! Porque Pedro no sabe, no está, no contesta y encima no se deja aconsejar»
Tengo unas calcificaciones en los tendones de los hombros y me cuesta un poco escribir. No pasaría nada si no lo hago, pocos deben leerme, aunque a veces me haga la ilusión de que no sea así. A algunas personas aún les importara lo que yo opine o deje de opinar, no soy profesor universitario, ni siquiera un PNN, como lo es Pablo Iglesias, ni periodista, ni nada que esté refrendado en un título aquí en el país de la “titulítis”.
Por cierto en algunas facultades parece que los títulos los regalan, porque hay licenciados que no saben casi de nada. Lo que si me fastidia de verdad es que a nadie parece molestarle que algunos políticos se estén pasando la Constitución, que me hicieron ir a votar en el año 78, por el forro de lo que ustedes saben. Entre ellos las fuerzas armadas, que entre sus obligaciones tienen la de mantener el país unido, será por eso que los suelen tener, a soldados y mandos en conflictos lejanos, para quitárselo básicamente de encima y que no den demasiado la lata.
Si lo llego a saber podría haberme ahorrado el viaje al colegio electoral y el trabajo de meter la papeleta en la urna… Vamos lo que hacen muchos vagos políticos actuales, que viven del famoso sillón bol. Si no lo hubiera hecho, seguro que hoy el gobierno lo llevaría algún otro dictador militar o no. ¡Pero que casualidad! Voto y me da igual, ¡dictador tenemos! Porque Pedro no sabe, no está, no contesta y encima no se deja aconsejar.
Lo malo es que yo no soy nada vago y si me pongo a hacer algo, me guste o no, trato de acabarlo. Lo consigo muchas veces y no vean como me repatea que, la molestia que pasé hace ya más de cuarenta años, para votar la Constitución, no solo no sirva para nada, si no que además algunos políticos la usen a guisa de supositorio. Este es un medicamento que muchos de ellos merecen de antemano. Pero no cualquier supositorio, los Rovy serían los ideales para que así pudieran soltar la mala baba y mierda que acumulan en sus cólones retorcidos. Si no fueran eficaces estos remedios se podría probar con el aceite de Ricino que creo, según me contaba mi padre, hacía maravillas.
El cociente intelectual de los psicópatas suele ser impresionante, por eso no me extraña nada que algunos dirigentes de este país puedan serlo, si no de oficio, si de beneficio propio, o sea que usen demasiado el yoyó y sus circunstancias. Jugar con un yoyó puede ser algo muy gratificante a los quince dieciséis años, pero más tarde aunque se puedan usar en alguna ocasión, acaban siendo un juego de niños, porque aburre. Hecho el péndulo, el perrito y algunas otras demostraciones lo lógico es pasar al cubo de Rúbick que es tan difícil que seguro el setenta por ciento del personal es incapaz de acabar.
Yo mismo, por supuesto, que soy tonto, y por ende, bastante incapaz con eso del Rúbick , pasé alegremente sin usarlo, más que nada por no hacer el ridículo. Esa es una de las razones que impresionan de los políticos, su capacidad de encajar el ridículo con tal de que se les oiga y de convencer a los bobitos que crean “pies juntilla” sus promesas, que como todo el mundo sabe, porque lo dijo alguno de ellos, se hacen para no cumplirlas.
Partiendo de esa base, empiezo a comprender a Pedro Sánchez que promete algo por la mañana y a mediodía ya ha cambiado de opinión. No sé, no me gustaría que me propusieran para ser ministro en ese gobierno, en el que te puede dejar el presidente con el culo al aire, cuando se tercie, pues tus palabras no son de ministro, son de corre ve y dile. Por la mañana dices A, cuando deberías haber dicho C y por la tarde dices B cuando deberías haber dicho Z “Jatetú”, a veces esa opinión o consigna puede cambiar en cuestión de horas.
Y voy terminando por lo de las molestias tendinosas. Tengo unas calcificaciones en los tendones de los hombros y me cuesta un poco escribir. No pasaría nada si no lo hago, pocos deben leerme, aunque a veces me haga la ilusión de que no sea así.