
Me extraña el silencio de la mayoría de tertulianos y periodistas ante la petición fiscal a Antonio Rubio de tres años de cárcel por «revelación de secreto». Dos honrosas excepciones: la de Luis María Ansón en «las cartas boca arriba» que paradójicamente titula «La profesión está contigo» y unas líneas de Enric González que, opinando de periodismo, remata – ya saben que el estilo literario reside, entre otras cosas, en el remate y la estocada- con esta frase:» Pues vaya. Para una vez que alguien hace su trabajo». Y es que, precisamente Antonio Rubio hizo su trabajo de reportero de investigación, además de bien con talento, cuando publicó en el Mundo el 31 de mayo de 2005 el reportaje titulado ‘las notas de Cartagena prueban que la Policía controlaba a los jefes del 11-M’. Y todo esto ocurre en un país, el nuestro, donde gran parte de la opinión pública, sigue pensando que la casta de periodistas es la mas corporativista de todas, incluso más que los médicos. Y en unas semanas que presagian un otoño de fría economía y calentura política. ¿Qué pasa aquí? La respuesta aunque sencilla, requiere cierto sentido. Acuérdense que uno de las principales esencias del periodismo, casi olvidada en nuestra sociedad del bienestar, es dar sentido a las informaciones. Otra, la más olvidada quizás, me la recuerda el propio Rubio en estos días seguro amargos para el maestro: «Es jodido cuando te conviertes en noticia».
La clave está en el tema, la historia, el propio 11-M, pero no en la tragedia en sí, en el ataque terrorista, sino en la urdimbre política, social y profesional que se tejió desde esa lluviosa y terrible noche y todavía asoma como un fantasma en el palacio cotidiano de nuestras calles, un fantasma con cadena y todo, vampiro frío que olvida a las víctimas, al que unos y otros tratan, por el puro egoísmo del poder no solo político, de acercar a su lado.

Y en el medio de ese choque de trenes está Antonio Rubio, un periodista que, eso sí, hace bien su trabajo y, por ello, sabe bien que entre las teorías de la conspiración, la calificada como acorazada conspiranoica, por un lado, y las verdades de la justicia avaladas por la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, por el otro, existe una infinita gama de grises que protagonizan políticos, espías, esbirros, abogados, matones, policías y un millón de detalles que se escapan hasta del sumario . Un mundo sórdido en la que ya ha buceado Antonio, y para el que siempre ha sabido coger aire suficiente. Un mundo de tinieblas que asusta y silencia a esos tertulianos que voluntariamente visten camiseta de partido para los goles fáciles pero con esta bola no quieren jugar y así quizás, quedar etiquetados, y que aterra, en definitiva, a los columnistas y editorialistas, no vaya a ser que… cambien los arbitros, el banquillo y hasta el presidente y la junta de accionistas. Un abismo en definitiva, repleto de intereses bastardos, los tiburones, en el que además se se ve muy mal.
Corren malos tiempos para la lírica periodística, el 11/m se masacraron decenas de personas y murió buena parte de la libertad de información por la que hemos luchado tantos años, parece que ya todo vale para llegar al poder o mantenerse en él, como siempre la culpa es del mensajero.
Por primera vez, creo que no estamos de acuerdo.
«Conocí» a Antonio Rubio cuando yo todavía era estudiante. Estaba en 3º, ó 4º como mucho. Vino a dar una charla a mi facultad de la Pontificia de Salamanca sobre «Documentación informativa», o algo por el estilo. Y fui a escucharle. Al final, la charla acabó derivando en un interrogatorio sobre la «investigación» de su diario sobre el 11-M. Y sus formas no me gustaron nada. No reaccionó, en mi opinión, con suficiente templanza ante las preguntas más incómodas. Él se presentó como el gran estratega de la investigación del diario. O si no se presentó él mismo, así nos lo presentaron. No lo recuerdo. Pero en cualquier caso, tras llenar un encerado entero con un cuadro sinóptico descabellado e incompresible (en cuanto a forma, y fondo también) sobre la trama del 11-M, con el ánimo de abrirnos los ojos supongo, no supo responder a un par de cuestiones sobre las que su diario se postuló claramente. Nó sólo ideológicamente, sino informativamente. Aún estoy esperando explicaciones del diario sobre esos noticiones sobre la cinta de la orquesta, la Kangoo… El Dixan… Aquello de «si me siguen pagando les cuento hasta la guerra civil»…
Supongo que las justificarán como pequeñas desviaciones… A mí ya me da igual, pero la colección de tontadas que se publicaron y que se demostraron TOTAL Y RADICALMENTE falsas, han quedado en las sacrosantas hemerotecas. Que las juzgue la historia.
En mi opinión, ese periódico se portó de forma absolultamente irresponsable. Permitió que desde sus columnas se escribieran cosas gravísimas. Y eso es decir poco. Insisto, están las hemerotecas.
Y comparto que la libertad de expresión en este país está coartada de raíz. Pero no creo este periódico sea (ni sus trabajadores), el más adecuado para reivindicarla. Y menos de manera sana.
Ahora bien, tal es mi admiración por el reportero Artero, y tal es mi confianza en su criterio, que le daré a Antonio Rubio una segunda oportunidad. Aunque le va a costar que cambie de opinión. Trataré de olvidar que nos tratara como a unos simples renacuajos en aquella charla.
Bueno, en realidad lo éramos.
Y lo somos aún.
Saludos.
Coño, no me había fijado en la foto!
Otro cuadro sinóptico! Mi flashback ya es completo, jejeje.
Más saludos.
P.D: Aprovecho: otro día prometo dar cera a El País, no penséis que soy un «periodista con camiseta de partido», o de periódico. 😉