La Casa de los maquis. ¿Sueño o locura?

Mi Gente querida avisa de mis desvaríos. Me dice que no llegaré a ningún lado y
que todo el mundo me va a engañar… Que me meto en aguas pantanosas por una mala
dirección que escogí en el último cruce de caminos: La ultima frontera que pasé
alegremente en la que no debí leer la letra pequeña… Yo les contesto que siempre puedo
echar atrás, pero intuyo que la respuesta, mi respuesta, sea un mero autoengaño. No lo
se.
Voy detrás de la casa de los maquis: un sueño vital o ¿solamente locura? Pero,
acaso, ¿Es mucho pedir el poder ejercer de  propietario de una pequeña maceta, no más
de diez hectáreas montañosas, duras  y bellas y criar dos caballos, una vaca y algunas
gallinas?  Echar también tiempo y dedicación para plantar en la huerta unos cuantos
pimientos, lechugas y unas matas de tomate? Y aspirar a enseñar, por las tardes, a los
más jóvenes el necesario interés por los libros en esta cultura de nuestros días cebada de
pantallas electrónicas.

"El hijo Pródigo" de El Bosco
Tengo que meditar. De momento estoy en el proceso de documentación, como mi viejo
oficio de periodista me enseñó. Observo, una y otra vez, el óleo «El hijo pródigo»
también titulado «El peregrino», de El Bosco, el pintor que mejor ha sabido reflejar la
lucha entre la razón y la locura. Y esa imagen recurrente del artista preferido  por el
enigmático Felipe II, me devuelve la incertidumbre: ¿Es acaso mi camino hacia La casa
de los maquis una vulgar huida?
Leo para buscar respuestas y  llenar mi depósito anímico  de combustible intelectual. En
el ensayo titulado «Del algoritmo al sujeto» de Jesús Ibáñez encuentro  por fin, una
pista. Es enigmática y parece la entrada de un profundo laberinto con salida a la
claridad. Resulta que el sociólogo y catedrático comienza cada capítulo de su obra con
un ramillete de citas y me llama la atención que algunas de ellas están extraídas de unos
libros que leí hace ya bastante tiempo: «Las enseñanzas de don Juan» del antropólogo
norteamericano Castaneda. Una de ellas reza así: «Mira cada camino de cerca y con
intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a
ti solo, una pregunta: ¿Tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no,
de nada sirve.» Don Juan MATUS (Según Castaneda).
Recuerdo ahora  que las enseñanzas de Don Juan eran auténticos laberintos. Y descubro
que, lo que de verdad, tengo que averiguar es si mi camino a la casa de los maquis tiene
corazón. Me anima otra frase-cita de Pablo Picasso: Yo no busco, encuentro.

Manuel Artero Rueda

Manuel Artero Rueda ha dedicado toda su vida profesional a la televisión en la empresa pública RTVE donde, en los últimos veinte años, y después de haber trabajado como ayudante de producción y realización. ha realizado su oficio de periodista como reportero en el programa Informe Semanal, para el que ha realizado mas de trescientos reportajes. Licenciado por la Universidad Complutense, es autor del libro "El reportaje para televisión un guiño a la noticia" , un práctico temario con el que ha impartido clases tanto en el Instituto Oficial de RTVE como en el máster de periodismo de la Universidad Rey Juan Carlos. Desde el ERE inventado por Zapatero para TVE, dedica su esfuerzo y trabajo esta "La Paseata" un sencillo blog personal que con el paso de los últimos años, se ha convertido en una modesta revista electrónica en la que colaboran un grupo de amigos a los que une el amor a España.

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2 comentarios

  1. Con cariño te regalo una frase mucho más «pedestre»: Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes (Maestro Yoda). Las personas normales tenemos derecho a equivocarnos, es un derecho fundamental… y nunca se sabe qué será mejor o peor; lo que a priori parece bueno puede ser lo peor que nos pase y viceversa. Creo que la clave ya sabes cuál es: poner el corazón. Estoy de acuerdo.

  2. El Oráculo consideró los sueños sabiduría.
    El Dr. Nores Martinez escribió «toda idea que nace sin pasión , nace muerta»
    Envio estas lineas que pueden servir.

    Lo cierto es que en la cordillera necesaria,
    bajo el volcán de siete lenguas, allí
    donde por todas partes la voz vertiginosa
    del agua, hija nevada, descendió,
    nada puede nacer sino los dias en el
    bosque,
    temblorosos de viento y de rocío.

    La voluntad de los motores se consumía
    lejos:
    el humo de los trenes iba hacia las
    ciudades
    y yo, el empecinado, minero del silencio,
    hallé la zona sombra, el día cero,
    donde el tiempo parecía volver
    como un viejo elefante, o detenerse,
    para morir tal vez, para seguir tal vez,
    pero entre noche y noche se preparaba
    el siguiente,
    el día sucesivo como una gota.

    Y aquí comienza esta sonata negra.

    – Poema I de «La Espada Encendida» de Pablo Neruda
    Leyenda contada en poemas, basada en GENESIS, III, 24

    (por no aburrir no te mando el último poema, bellísimo, bueno todo termina bien)

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