Al final de sus conciertos, en este caso vemos el celebrado en Madrid el pasado verano, se aplaude que todos, músicos y público, participan de una misma identidad, alegre y sensible a las principales emociones, que tan solo la música es capaz de despertar. Y es que Nacho Mastretta lo sabe bien. En todas sus composiciones nos rememora esos ritmos y melodías que permanecían escondidos en nuestra memoria colectiva o apaciblemente dormidos en ese limbo que algunos denominan identidad cultural. Porque nadie como él, en su aventura vital y profesional, sabe llegar a unas fuentes musicales tan ricas, simbólicas y cosmopolitas, plenas de imágenes y sabias tradiciones escolásticas e intuitivas, circenses y cinematográficas, blancas, rojas o negras: en definitiva, libres. . .Por eso Mastretta, Enhorabuena. Recuerdo en su honor, por esos grises días que seguro ha habido de incomprensión, un párrafo de un gran tema de los Beatles: «You never give your money» del ABBEY ROAD:
Un dulce sueño.
Recoge la mochila y sube a la limusina.
Pronto estaremos lejos de aquí,
pisa el acelerador y sécate esas lágrimas.
Un dulce sueño hoy, se ha hecho realidad.

Y es que hoy, El último album de Mastretta «!Vivan los Músicos!», ha resultado ganador en la modalidad «Música de Fusión» en la XIV Edición de los Premios de la Música. Y se lo merece. Es mucho más que un gran disco. Estamos ante una obra ejemplar del «Arte del Encuentro», una genuina declaración de principios estéticos y un bello canto a la grandeza de la cultura global, un concepto que, por manido y falsamente utilizado, deriva en nuestros días hacia la pobreza y miseria intelectual.
Nacho Mastretta recogerá su galardón junto a Miguel Poveda y Fito y Fitipaldis, los grandes triunfadores de esta edición, con 3 galardones cada uno, incluidos el de mejor álbum del año para ‘Coplas del querer’, del cantaor catalán, y mejor álbum de rock y mejor canción para ‘Antes de que cuente diez’, del rockero vasco.
Reconozco ser un robador, de los que persigue Ramoncín, de Mastretta’s música. Como realizador de TV, siempre las tenía pendiente, siempre: las imaginaba colocadas como ambiente de fiesta de pueblo o algo así, como un bello contrapunto. Nunca se dio la ocasión. Una de las muchas cosas que dejé pebdiente cuando me prejubilaron.