Me hace gracia el lenguaje propio del «cara-libro», el «faisefeise» o el «feise». Es decir del «Facebook» . En un principio me pareció muy de pijos yeyés, como muy antiguo, eso de ¿ Quieres ser mi amigo?. Luego, uno se acostumbra. O mejor, procura «no mirar».
También he observado como algunos seres no acaban de aceptar eso de admirar a alguien, o hacerse «fans» de tal movimiento o cosa. En estos días festivos, por ejemplo, he recibido un mensaje del escritor Andrés Pérez Dominguez que lo expresa perfectamente. Dice así: «Quienes me conocéis sabéis que no me gustan las palabras «admirador» ni «fan», pero es así como lo llama Facebook.» . Y como él conozco a otros amigos que no pasan por el aro y no se adhieren a ningún grupo, no tan siquiera a los Rolling Stone.
El caso es que me acabo de declarar públicamente admirador de Carlos Herrera y no me duelen prendas. En la madrugada del Jueves de Pasión seguí su especial de la noche de Semana Santa en Sevilla a través de Onda Cero y así, en procesión virtual, me emocioné. La magia de la radio, los sonidos, me transportaron a mis recuerdos y experiencias en la duermevela de la noche. El Cristo del Gran Poder y la Macarena volvieron a pasar por mi memoria. Qué recuerdos. Cuánto olor de primavera y qué honor el haber trasnochado bregando por la Virgen Guapa.
La madrugá, qué deslumbrante espectáculo polifónico, qué fuegos artificiales en la alta noche. Llevaba varios años metiéndome en la cama, con un transistor, a las doce de la noche, en silencio, bien arropado, a oscuras, dejándome mecer por el verbo cálido de Herreras y sus enviados especiales a las procesiones. Así hasta que me dormía, demasiado pronto siempre, arrullado esa hermosa canción de cuna. Este año he estado yo mismo en el jueves santo de Málaga, una fantástica pasarela de emociones, eso sí con más empujones que los que uno recibe entre las sábanas. En todo caso, qué curioso que siendo la semana santa un espectáculo visual extraordinario su transmisión por televisión resulte fría y sosa, en tanto en la radio, ese aparatito ciego, como una gallinita, se vive y se sueña en colores. Apúntame, Manolo, al club de fósforos de Herrera.
Lo bonito de la radio es siempre la imaginación… Eso lo pone el oyente. Uno se imagina las cosas, las crea o las recuerda y sólo hace falta que alguien toque una serie de palos. Cosa que no es nada fácil en un mundo en el que nos hemos acostumbrado a ver más que a escuchar. Hay gente, como Carlos Herrera, que sabe tocarlos y es lógico lo de la admiración. Sin embargo, coincido en que lo de «fan» es bastante horroroso… aunque yo ya me he acostumbrado a hacerme «fan» en el facebook.
Lo que son las cosas, yo soy fan de La Paseata, una procesión intima y amigable, qué le vamos a hacer…