En estos días volveremos a oír a los herreños en las noticias de televisión porque el volcán ha vuelto a despertar como hizo después del diez de octubre. Y me extraña que ninguna información, blog o comentario haya recogido, hasta ahora, la filosofía, buen decir, calma y «prosopeya» con la que los vecinos comentaron la falta de coordinación oficial o, sencillamente, nos transmitieron la experiencia de dormir junto al volcán despierto.Y es que los habitantes de el Hierro, han tenido siempre la suerte y la inteligencia de de cabalgar el tiempo de manera personal. Por eso se expresan tan bien y utilizan la ironía hasta cuando son abordados, por cientos de reporteros capturando «totales».
Los primeros que sintieron tremores durante todo el verano fueron los vecinos de Sabinosa, el pueblo mas occidental de Europa. Allí todavía recuerdan y disfrutan muchos bailes de salón que la mayoría hemos olvidado y definitivamente perdido con el paso del tiempo: El tango, la Berlina o la Mazurca. Un hecho que explica esa concepción mágica del tiempo en la isleños, ocupados por su saber cotidiano a la par que el de sus antepasados.
Recuerdo hoy algunas de las palabras, sobre la insularidad, que hace ya algunos años me dedicó el artista canario Pepe Dámaso : «El isleño es un ensimismado, filosóficamente hablando, porque anda y llega a la playa donde no puede, el agua se lo impide, continuar su paseata y entonces, la única dirección que le queda, para seguir el movimiento, es hacia dentro, en busca de sí mismo. Y así el isleño se ensimisma.»
He aquí que lo herreños ensimismados son hoy las personas mas cultas emocionalmente hablando de toda España. Mi amgo Juan Luis Callau que pasó su infancia entre Sabinosa y el Faro del fin del mundo, en la punta de Orchilla, me lo ha dicho cientos de veces: «Es que en cada pueblo del Hierro todavía hay al menos un mentidero, lugar de reunión donde los vecinos, ademas de platicar, ironizan y cultivan la filosofía de la conversación y el aprendizaje.»
A partir de hoy en los mentideros, el volcán despierto del mar de «Las Calmas», será monotema de conversación, de quejas y también de sueños y deseos. Muchos allí, después de las pérdidas millonarias y biológicas a causa de la erupción submarina, saben que la pequeña posibilidad de la aparición de una nueva isla significa, al menos, la salvación de la poesía en sus tertulias.
Estuve contigo en El Hierro hace ya años, recuerdo que te acercastes a un grupo de abueletes que estaban muy serios y les preguntastes los motivos, uno respondió que no estaban serios es que eran muy viejos. O algo así.
Yo también estuve en Hierro. Con Mariano Rodrigo, Pablo Balsa y Brioles. Fuimos a hacer un reportaje sobre unas grandes inundaciones en la isla, que luego resultaron que no eran ni mucho menos tan fieras como parecían. De modo que como tragedia aquello no resistía bien el pulso, al menos que uno que le pusiera mucha temperatura dramática, de forma que retomamos la historia en clave ligera y entrañable, a modo de pequeño cuento audiovisual, con muchos dorados, hojas de otoño, lugareños regresados de Venezuela con mil y una historia pícara y un hombre del tiempo casi centenario. Creo que quedó bien. La historia que cuenta el sabio Macaón sobre los viejos serios me vuelve a mi idea de que aquel es un pueblo con un profundo sentido cómico.