Con la visita al cementerio se dispara el sentimiento de la ausencia hasta el asombro.
Son destellos , evocaciones que parecían perdidas en la memoria, para siempre en el olvido.
Es el simple gesto de ordenar las flores, de leer el nombre o el epitafio, recordar la fecha de nacimiento y de la muerte, el descanse en paz y, en un instante, la ausencia da paso a una nostalgia enfermiza que te rodea y fatiga con sus lazos la comprensión toda.
Quizás por eso hoy en la nostalgia de los míos participan todos los muertos.