En el argot de los cazadores el verbo «mostrar» adquiere una acepción especial, ligada a la esencia de su destreza y los fundamentos de su actividad ginecética, deporte, oficio o arte. A la espera paciente de la presa, el cazador debe asumir que el animal que desea matar, cualquier animal, tiene una pautas de conducta únicas y precisamente, cuando las «muestra» es el momento del disparo.
Y ayer, el Parlamento catalán se mostró con el descaro de su «adn» secesionista. Pero resulta que el Gobierno de España no le quiere cazar. Le tuvo en el centro de mira, a huevo, en ese preciso momento que acabó la votación que consumó la ilegalidad, pero al no recurrir ante el Tribunal Constitucional para impugnar la farsa votada por los separatistas, como permite la Constitución española, les dejó huir ufanos a sus madrigueras políticas.
Ahora queda el furtivismo de todos nosotros, conscientes como somos una gran mayoría que la soberanía nacional reside en el pueblo español. Pero hay que añadir una frase hecha propia del mundo cañí de las coplas y pasodobles españoles para dirigirnos al presidente dontacredista Rajoy: «Manolete, si no sabes torear ¿Pá que te metes?
Es el cazador cazado que con su mutismo deja huir a sus madrigueras políticas a los separatistas catalanes.