Tenía apenas 6 años cuando aprendí este poema de RUBÉN DARÍO, el llamado Príncipe de las letras castellanas.
Dicen que según van pasando los años por nosotros, recordamos más cosas de nuestra niñez. Y es cierto. A menudo acuden a mi memoria, por ejemplo, imágenes, olores, sabores de tarde de verano de esa casona que mis padres alquilaban en la sierra madrileña. Días de tormenta que anunciaban el comienzo inminente de las clases allá por finales de septiembre. Y los recuerdos se avivan después de que hemos estados sometidos a una gran tensión, a un fuerte impacto como el que sufrimos hace unas pocas horas, que nos sacudió y nos llenó de rabia. Son como un bálsamo reparador que nos ayuda a recordar que estamos aquí vivos, pletóricos, con fuerza para aguantar lo que nos echen porque un día fuimos niños y aún subsiste en nosotros un retazo de ingenuidad, de inocencia y un gran deseo de seguir avanzando.
Seamos por unos segundos un poco niños y disfrutemos…
Margarita, está linda la mar,
Y el viento
Lleva esencia sutil de azahar;
Yo siento
En el alma una alondra cantar:
Tu acento.
Margarita, te voy a contar
Un cuento.
Este era un rey que tenía
Un palacio de diamantes,
Una tienda hecha del día
Y un rebaño de elefantes,
Un kiosco de malaquita,
Un gran manto de tisú,
Y una gentil princesita,
Tan bonita
Margarita,
Tan bonita como tú.
Una tarde la princesa
Vio una estrella aparecer;
La princesa era traviesa
Y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
Decorar un prendedor,
Con un verso y una perla,
Y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas
Se parecen mucho a ti:
Cortan lirios, cortan rosas,
Cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
Bajo el cielo y sobre el mar,
A cortar la blanca estrella
Que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
Por la luna y más allá;
Mas lo malo es que ella iba
Sin permiso del papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
De los parques del Señor,
Se miraba toda envuelta
En un dulce resplandor.
Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
¿Y qué tienes en el pecho,
Que encendido se te ve?»
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
A la azul inmensidad».
Y el rey clama: «¿No te he dicho
Que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar».
Y dice ella: «No hubo intento:
Yo me fui no sé por qué
Por las olas y en el viento
Fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
Vuelve al cielo, y lo robado
Vas ahora a devolver».
La princesa se entristece
Por su dulce flor de luz,
Cuando entonces aparece
Sonriendo el buen Jesús.
Y así dice: «En mis campiñas
Esa rosa le ofrecí:
Son mis flores de las niñas
Que al soñar piensan en mí».
Viste el rey ropas brillantes,
Y luego hace desfilar
Cuatrocientos elefantes
A la orilla de la mar.
La princesita está bella,
Pues ya tiene el prendedor
En que lucen, con la estrella,
Verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar,
Y el viento
Lleva esencia sutil de azahar:
Tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
Guarda, niña, un gentil pensamiento
Al que un día te quiso contar
Un cuento.
***
¡Un buen Jueves Santo!