
“Mis neuronas de los recuerdos se activan al oír las declaraciones del podemita Monedero sobre el terrorismo de estado, ETA y la droga”
Encuentro la foto en el imprescindible blog de Willy Uribe titulado “Allí donde ETA asesinó” y mis neuronas de los recuerdos se activan al oír las declaraciones del podemita Monedero sobre el terrorismo de estado, ETA y la droga. Yo también estuve allí, en el casco viejo de San Sebastián y entré por esa puerta de la sociedad gastronómica Gaztelupe, mas o menos a la misma hora, sobre las 23,30, y tan solo dos días después de que los etarras Juan Antonio Olarra empuñando el arma y José María Itarregui en el papel de guardaespaldas, descerrajaran a tiros del calibre nueve milímetros la cabeza de José Antonio Santamaría y de segundo apellido Vaqueriza. El asesinato ocurrió en la noche del 19 de enero de 1993, la víspera de la Tamborrada.
José Antonio Santamaría Vaqueriza había sido uno de esos defensas míticos del fútbol español, imprescindible titular para el Eibar, el San Sebastián, la Real Sociedad, el Hércules y el Sabadell y tras su jubilación como deportista se convirtió en gran empresario, y de éxito, en el sector servicios. Inventó la mítica discoteca Ku que en Ibiza, a finales de los ochenta, llegó al top ten de las discotecas del mundo entero. Y muy cerca del muelle pesquero de la ciudad, donde nació, regentaba la céntrica Cafetería Basque, un local tan conocido, querido y respetado como él mismo en la capital donostierra.
Amigo de gente importante como en el aquel entonces número tres del PSOE, Txiki Benegas, o del cineasta Roman Polanski, José Antonio Santamaría tuvo la desgracia de aparecer como protagonista del contrabando en ese monstruo de las cloacas del estado en que se convirtió en España el informe del fiscal Navajas y que volvió a resurgir de mano de los publicistas de Podemos y las declaraciones de sus dos principales líderes, Iglesias y Monedero sobre la relación entre ETA, la droga y los policías, no hace demasiado tiempo y que ahora que se postulan para ocupar cargos de responsabilidad del estado, tanto en Interior como en Defensa, intentarán borrar como otros tantos de sus mensajes lanzados de la Universidad Complutense o sus medios de comunicación.

Porque lo cierto en esta tan terrible como trágica historia de mentiras, medias mentiras y medias verdades, es que a Santamaría le liquidaron los terroristas como consecuencia de un señalamiento público, y su muerte ya está objetivamente relacionada con las noticias, filtraciones y rumores de todo tipo que mezclaban narcotráfico, lucha antiterrorista y tramas de corrupción policial de las que se hizo especial eco el diario abertzle Egin, y que hoy airean sin rubor, al estilo de la falsa memoria histórica, propuesta política del inútil e iluminado contador de nubes, los nuevos, y presumo que también irresponsables líderes de la izquierda española que se agrupa bajo el título de Podemos.

Y recuerdo, como si fuera ayer, que tras participar mi pésame a la viuda, y gracias a los contactos de mis compañeros de entonces en Informe Semanal, Evaristo Canete y José Antonio Gasset, bajo la dirección de la recientemente fallecida María Antonia Iglesias, coneguí reunir, 48 horas después del asesinato, al resto de los comensales que compartían mesa con Santamaría en el momento de su ejecución. El reportaje se emitió aquel mismo sábado 23 de enero de 1993. El maestro Canete grabó uno de sus ya famosos planos secuencia, a hombro, como siempre, en el que con el soporte de audio de la descripción de los hechos de uno de los testigos, la imagen en movimiento llegaba a los restos de sangre desparramados en la pared que la policía científica todavía no había limpiado.
Inolvidables los comentarios del equipo de TVE, aquella noche sin poder dormir, junto al mini bar de una de las habitaciones del hotel, acerca de la cotidianidad con la que los amigos de Santamaría nos habían acercado al vértigo de la ejecución terrorista. Nos descubrieron que todos lo veían venir. La tópica crónica de una muerte anunciada.
“Vaya, cómo se olvida uno de algunas cosas“es uno de los títulos de las reflexiones ilustradas de Willy Uribe en el blog citado pero también una auténtica metáfora de los peores vicios de esta España que alardea a la mínima de su pavorosa memoria de pez. Ya nadie parece que recuerda que José Antonio Santamaría Vaqueriza murió como consecuencia de ese maldito triángulo con hipotenusa de muerte que equilibran los terroristas, las cloacas del estado y la droga. Y que por un mero interés electoral resucitaron los estrategas de Podemos.
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“los comensales que compartían mesa con Santamaría en el momento de su ejecución”
Por favor, hay que utilizar el lenguaje correcto. Eso no fue una “ejecución”, fue un ASESINATO.
Y prosiguiendo. Quién controlaba el tráfico eran lo s”txikitos” de la boina, el pasamontañas y la metralleta. Y se dedicaban a eliminar gente para relucir su casto nombre de Hijos de P ..NV.