La primavera ha venido y el rebaño pierde otra vez. Por Vicky Bautista Vidal

«Como siempre, pagarán justos por pecadores mientras planea sobre las cabezas la sombra de un avión donde corre el champan. El rebaño pierde otra vez»
Bella estación después del invierno lleno de sinsabores de “estepaís”. Trae consigo su corte florida, lluvias intempestivas, sangre revuelta, alergias, granitos, protestas masivas de úlceras y dolencias, debido a que, a las dolencias, parece no gustarles nada el cambio de estación. Mucho polen y cantidad de pajarillos en los árboles.
Entre los armoniosos cantos de aves canoras, alarma escuchar también graznidos. Se advierten tras los cristales de nuestras ventanas, algunas virtuales, peligrosos “pajarracos” que hacen como que pian mientras vigilan a ver dónde guardamos nuestras carteras.
Urracas humanas que aun siguen borrachos de triunfo electoral, mientras se extienden rumores y pruebas de que las elecciones han estado parejas al estilo venezolano. Entre flus y flus de espray para la rinitis primaveral y los resultados de lo impensable, las lagrimas brotan de muchos ojos.
Ojos de votantes casi todos, que tardarán en digerir que se les han reído en toda la cara, y que, ellos mismos, no están muy lejos de tener una gran responsabilidad en la debacle.
Siguiendo la costumbre humana, inmediatamente se han lanzado los justicieros a justificar su metedura de pata culpando a, cualquier cosa que se mueva, con tal de no mirar al propio si mismo que no previno ni sospechó nada cuando veía como los actuales ganadores impensables que nadie quería, predicaban en nuestros desiertos y profetizaban como si fueran a ser ellos los que se llevaran al agua los millones de gatos despistados de “estepais”.
Los sueños son bonitos. Los mesías deseados. Pero la cabeza se tiene encima de los hombros no para soportar la nariz alérgica y los ojos llorosos por el polen primaveral, sino para ¡prevenir!
Nadie aconsejó a su víscera que no se metiera donde no la llamaban. Dejaron a su hígado, a su corazón o a sus cataplos que votaran al más guapete y no al más práctico.
La paciencia todo lo alcanza. Si hubieran pensado, tendrían que haber esperado un poco, pues, tras sanear el politiqueo paiseño, podrían haber votado ya al príncipe de sus sueños.
Fastidia un poco que el precio lo paguen un montón de millones de personas que lo tenían claro, y como siempre, pagarán justos por pecadores mientras planea sobre las cabezas la sombra de un avión donde corre el champan. El rebaño pierde otra vez.