
No hay nada mejor para un madrileño apasionado del Mediterráneo, que abandonar, aunque sea solo por unos días, el asfalto madrileño y oír el infinito susurro de la aventura vital que amplifica el mar.
“Esto es globalización y lo demás vana ilusión de la teoría de los mercados y los boicots ideológicos”
En Benidorm, además la cita conlleva siempre, el encuentro con la senectud, ese futuro propio de dolores y achaques que se percibe en miles de rostros y se comparte como en ningún otro lugar del planeta en su paseo de la magnífica playa de Levante. Pocas conversaciones al ritmo de los pies y contadas las parejas que caminan de la mano. Unos pocos rostros todavía con la expectativa del amor por la vida y muchos, quizás demasiados, con el iris de luto por ese próximo encuentro de la última trinchera en el frente de la vida, la despedida del futuro porque en sus cuencas negras de los ojos, solo hay espacio para los recuerdos de lo ya pasado.
Y en la nítida, pasmosa y peripatética visión de esa sociedad envejecida, con el conocimiento pleno del derroche e impotencia que supone no oír a cada uno de esos viandantes ricos de experiencia y humanidad, de repente el susto que te procuran dos ancianos motorizados con silla de rueda con motor eléctrico, a cuarenta por hora y todo trapo, que disfrutan con los bucles y el vértigo del adelantamiento entre las rótulas operadas en la seguridad social y un enjambre de caderas rotas y bastones de farmacia.
Pero todavía me sorprende mas el supermercado de barrio que ocupa los bajos del apartamento que he alquilado. Ahí el pan de molde, no es ni catalán ni tonterías, porque el tema del boicot por la gilipollez política de los golpistas catalanes queda muy lejos de estos mostradores. Tres veces por semana lo reciben importado de Holanda y es más barato que cualquier otro que fabricamos aquí. Eso es globalización y lo demás vana ilusión de la teoría de los mercados.
Porque no lo olvidemos, en cada uno de los pueblos de los miles de ancianos que pasean su muerte por Benidorm, hasta no hace mucho tiempo, había un horno que trabajaba todas las madrugás y ya no es más que mero recuerdo en las conversaciones del supermercado habitado por los supervivientes en su última trinchera pertrechada por la pensión.
Porque a Benidorm llegan las olas de los que empiezan una nueva vida, ahora que no cumplirán 70 nunca mas. Cuando lo importante pasa a ser lo que se siente y no lo que piensen los demás. Ahí donde solo se cruzan caminos, desaparecen las paralelas de la vida, ahí donde la nostalgia viene servida.
Y gracias a esa ancianidad llena de experiencia que disfruta de las bondades del clima mediterráneo, Benidorm, sigue vivo. Al final, en la cesta de la compra, ponemos todos lo que en estos crudos tiempos nuestros cada vez más escasos recuersos nos permiten….
100%
Preciosa reflexión sobre esos pensionistas que dan vida a Benidorm y que viven con ilusión.
Pues atípicamente, globalizado me gustaría estar. Seguir vagando por el mundo, como cuando éste era más seguro. Ahora en todas partes la religión medieval y obtusa amenaza y ataca, ya no se puede viajar, si algún día por la costa Española quieres de la vejez disfrutar. Porque sería echarlo a cara y cruz. Eso una cruz, menuda cruz global.
¡Que tierna y cariñosa reflexión, Manuel!.Yo ahora paseo de la mano de mi marido encantada, cosa que no hacíamos cuando eramos mas jovesnes…supongo que por pudor jajajaj.Un abrazo amigo.