
«Para gustos los colores y a usted Sánchez, como a Torra, no le queda más que la mentira por mucho que se empeñe en iluminarla con el brillo del poder»
Para sentimientos los colores y para las afinidades políticas los votos en la urna. Que así somos y hasta para el supremacista y arrebatado Torra, el que solo respira en golpista catalán y ya está ahogado, existen seres que le votan independientemente de que crean, o no, en su falso discurso. Seres que viven en el mismo piso y enfrente de nuestra puerta y faltaría más, saludan con el buenos días en el ascensor con la misma naturalidad que se calzan la máscara del infierno al tiempo que pinchan el lacito amarillo en su solapa, al llegar a la acera para así destilar, a su paso, el odio que les consume.
¿Y Ahora qué señor Sánchez? Porque bien sabe que reunirse con el cadáver es más que un insulto para todos nosotros que padecemos ese odio supremacista en nuestras ciudades, en nuestros barrios y cada mañana y cada día en esta sociedad de la tortura cotidiana en que se ha convertido Cataluña, los comercios catalanes, las aulas, los bares y todos y cada uno de los foros que lucen la categoría de cultura.
¿Qué debemos esperar los españoles de esos maestros que nos indujeron con su poesía, pinturas y relatos pero también con la educación, y que ahora están prohibidos, censurados o silenciados? ¿Acaso la propaganda y la publicidad que nos llevan a definirnos y hasta respirar por el alma del otro se van a llevar nuestra razón por sus manejos y ansias de poder? Y por último ¿Que pasará con todos aquellos que ni sienten ni padecen porque viven en el mundo de la farsa como el farsante Torra de tan falsa sonrisa como falsos ideales y que, blanco sobre negro, expresa hoy que quiere aprobar unos presupuestos para convocar elecciones? ¿Aprobar presupuestos que no se van a ejecutar? ¿Es que acaso cree presidente Sánchez que tras tapar las mentiras con mentiras y emborronar el lienzo de la convivencia, le queda en la paleta tan solo un color claro?
Para gustos los colores y a usted Sánchez, como a Torra, no le queda más en la poderosa Moncloa que una amorfa sustancia gris, la esencia de la mentira, y por mucho que se empeñe en iluminarla con los neones de la manipulación periodística y el brillo del poder, su relato nunca más se convertirá en un color esencial para la mayoría de los españoles.