
«Cada desgracia de carácter homofóbico es una tragedia, desde luego pero por lo de la inquisición rosa no paso ¡Por ahí sí que no!»
El pasado miércoles se desmontaba un engaño que alimentó de nuevo las esperanzas de mucha gente que se considera acosada desde su idiosincrasia vital. Su efervescente defensa de la libertad incitada maliciosamente por el Gobierno y su aparato mediático alteró más aun la situación, pues ellos ya habían dictado sentencia; al fin y al cabo los procesos judiciales son lentos y farragosos y como mientras se investiga es muy probable que otro suceso de similares características salga de nuevo a la luz, dará lo mismo si con ello pueden seguir alimentando a la bestia, total, la presunción de inocencia para la turba solo es una cuestión baladí que no forma parte de su relato.
Si estos sucesos se producen en la capital pues mejor aún pues sirve para acrecentar el discurso del odio incluso reuniendo comisiones gubernamentales, si con ello pueden menoscabar una micra el bastión de la oposición rebautizado como la cuna de la libertad frente al socialcomunismo. Pero lo cierto es que esta minoría multicolor bien representada en el día a día, dispone de altavoces mediáticos que desde sus atriles dorados dan rienda suelta a sus fantasías narcisistas representando el grito de los llamados oprimidos por su condición sexual. Y ciertamente la sexualidad lo marca todo y desgraciadamente en este caso no sirve el dicho de que “quien diga lo contrario que tire la primera piedra”, porque en esta materia –la del lanzamiento de objetos e improperios- la izquierda sabe demasiado.
Se habrán dado cuenta de que he pasado por arte de magia al hablar del supuesto colectivo oprimido a dar por sentado que es la izquierda quien mejor representa sus intereses de toda condición, y es en esto donde quisiera poner el dedo en la llaga provocando su reflexión. La izquierda segmenta la sociedad en tantos pedacitos como sea necesario, a cada uno de ellos les asigna una partida presupuestaria, unos representantes sindicales, legales, mediáticos, políticos, empresariales, culturales y por supuesto sustituye la caridad cristiana por el carácter supuestamente benefactor de las ONG´s. Todo este entramado además se gestiona desde el poder que da la superioridad moral y cultural de las elites universitarias liberticidas de carácter posmodernista, que promueven la ejemplaridad sin sentir vocación por ella, de ahí que el escándalo favorito de la izquierda sea robar dinero público o los escándalos de naturaleza sexual. En el fondo son unos acomplejados que desean vivir como señoritos por fin emancipados del orden natural y la Fe.
Decía Franz Kafka (más o menos), que al leer -él se refería a un libro-, este nos debe provocar una reacción parecida a lo que se siente al golpearnos en la cabeza. De hecho compara los libros con hachas para romper el mar de hielo del que están hechos nuestros corazones. Yo lo comparto porque desde la cultura mal interpretada se manipulan las mentes; tanto aquellas de los que van a las manifestaciones para protestar contra sucesos que después se han demostrado falsos, como las de los denunciantes desde el poder político o mediático que se atribuyen la defensa de las injusticias de la vida atrincherados detrás de los aforamientos o disfrutando de las desestimaciones judiciales.
Gracias a las leyes previamente legisladas con vehemencia en muchos casos con la permisiva aquiescencia de los que se hacen llamar liberales, tenemos uno de los parlamentos más liberticidas que se conozca y por eso pasa lo que pasa. Eso de que la política es un reflejo de la sociedad me atrevería a decir que en nuestro caso pasó a la Historia como mínimo con el cambio de siglo. La tecnología aplicada a sociedad por medio de las Big Tech ha producido una alteración divina aprovechada por los promotores de la cultura “woke” y sus movimientos “querr”, desarrollando con desenfreno una versión a la española de sus versiones del “me too” o del “todos somos George Floyd”, eso sí; sin violencia en las calles porque controlan a la masa ociosa y odiosa. Pero es que después va la empresa, la educación, la defensa, la cultura, el deporte y así hasta llegar a la sanidad con nada menos que una pandemia que de momento ha reducido la población mundial en 4.5 millones de personas artificialmente. Cantidad sin duda mínima sino fuera porque una parte muy importante se ha producido en países desarrollados.
Cada desgracia de carácter homofóbico es una tragedia, desde luego pero por lo de la inquisición rosa no paso ¡Por ahí sí que no!
“…Y yo te veo infeliz desde lo más oscuro de la caverna tranquilo mientras reconozca mi propia sombra…” FGV