«Su legado ha influido de forma decisiva en la evolución de este arte. Era uno de los mas grandes genios que han existido. Era Ludwig van Beethoven»
Era sordo, irascible, rebelde ante la autoridad y detenía su interpretación al piano si su audiencia comenzaba a hablar entre sí o si dejaban de prestarle total atención. En los eventos sociales, se negaba a interpretar si le invitaban a hacerlo sin previo aviso. Su legado musical abarca, desde el Clasicismo hasta los inicios del Romanticismo musical. Es considerado como uno de los compositores más preclaros e importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la evolución de este arte. Era uno de los mas grandes genios que han existido. Era Ludwig van Beethoven.
» Beethoven tal día como hoy en 1810 compuso una de su obras más populares y conocidas: «una bagatela para piano solo, compuesta en La menor», PARA ELISA»
Beethoven tal día como hoy en 1810 compuso una de su obras más populares y conocidas: «una bagatela para piano solo, compuesta en La menor», PARA ELISA. Es, junto con la Sonata op. 27 n.º 14 «Claro de luna» y el primer movimiento de la Quinta Sinfonía, una de sus más conocidas piezas , sin olvidar el cuarto movimiento, Oda a la Alegría, de la Novena Sinfonía.
Así describía su muerte el compositor austríaco y admirador incondicional Anselm Hüttenbrenner. Con esta deliciosa «bagatela» os deseo un buen día.

«Tras ese repentino fenómeno, Beethoven abrió los ojos, levantó la mano derecha, con el puño cerrado, y una expresión amenazadora, como si tratara de decir: ¡Potencias hostiles, os desafío!»
«Permaneció tumbado, sin conocimiento, desde las 3 de la tarde hasta las 5 pasadas. De repente hubo un relámpago, acompañado de un violento trueno, y la habitación del moribundo quedó iluminada por una luz cegadora. Tras ese repentino fenómeno, Beethoven abrió los ojos, levantó la mano derecha, con el puño cerrado, y una expresión amenazadora, como si tratara de decir: «¡Potencias hostiles, os desafío!, ¡Marchaos! ¡Dios está conmigo!» o como si estuviera dispuesto a gritar, cual un jefe valeroso a sus tropas «¡Valor, soldados! ¡Confianza! ¡La victoria es nuestra!». Cuando dejó caer de nuevo la mano sobre la cama, los ojos estaban ya cerrados. Yo le sostenía la cabeza con mi mano derecha, mientras mi izquierda reposaba sobre su pecho. Ya no pude sentir el hálito de su respiración; el corazón había dejado de latir».