
«Encuentro a las claritas del alba el árbol cortado, roto, agonizante, apoyado sobre el cierre de un negocio en la calle de Atocha»
Encuentro a las claritas del alba el árbol cortado, roto, agonizante, apoyado sobre el cierre de un negocio en la calle de Atocha. Vaya, me digo, el mal que no para, el vandalismo que impera, y subvencionado, en las calles, que de nuevo me hace sortear los cotidianos pasos. Los transeúntes, casi todos con mascarillas, nos miramos callados con ojos de incomprensión y codas indignadas, cabizbajas, avergonzadas, y ese estribillo repetitivo, a lo «New Age» del buenismo que nos invade, de una de una sola frase: «Hacer daño y nada mas».
He comenzado reflexivo el día, cabreado, con el eco de las noticias de la mañana que atruena con una sonora llamada de auxilio que, de momento, muy pocos oyen: ¡pintan bastos!. Y la imagen del cadáver vegetal hiere mi comprensión de nuevo, y me repito en crispante voz interior que para salir adelante, tenemos la obligación de dejar de creer en los agoreros jugadores del tute social que anhelan cantar y llevarse cuarenta por espadas, haciendo trampas cada día y en cada momento con sus cartas marcadas.

«Un poco mas adelante, al girar hacia la coqueta y tranquila Plaza de Matute, otra sorpresa más»
Un poco mas adelante, al girar hacia la coqueta y tranquila Plaza de Matute, otra sorpresa más. Es el lugar del crimen que todavía rezuma en su tormento el concepto de ese vandalismo, exponente diario del mal que no para escenificado en la pequeña barbarie.
Y vuelvo a oírlo: «Por hacer daño y nada más», el lema de moda entre los vecinos habituados a la cochambre y los disgustos de la cotidiana espuma de los confinados días que nos transmite el gobierno mentiroso que nos ha encerrado en nuestras casas para salvar su culo comunista. Una frase concepto, el perfecto estribillo de nuestras desgracias, que cada vez se oye más y que trata de comprender la incomprensible representación de esos vándalos que rompen por ideología, porque sí, y recapacito en la metáfora que me brinda el tronco partido que, al volver sobre mis pasos, ya forma parte de esa basura social en la que el poder nos quiere convertir a todos.

Si hubiera algo de educación, tan denostada en los últimos treinta y cinco años… Un abrazo don Manuel.
El 7 de febrero de 2014, 14:22, La paseata
Don Manuel
Lloro, aunque no me parezca correcto en estos momentos, donde lo último que por el bien de todos podemos hacer, es tener flaquezas .
Tu palabra como siempre, convoca al civismo, y a construir.
Gracias