Los curas vascos conducidos por el maligno. Por Nacho Rodríguez Márquez

«Justifica la violencia etarra con la misma fe que los islamistas de Al Qaeda. Este cura es el ejemplo de sacerdote conducido por el maligno hasta los pulpitos»
Décadas atrás, españoles llegados de otras regiones decidieron cambiar el rumbo de sus vidas y apostaron por las tierras vascas. Muchos optaron por dirigir sus pasos hacia la localidad vizcaína de Lemona, por aquellos tiempos, con importantes cementeras que dieron trabajo a los llegados de otras tierras. Un colectivo que colaboro activamente en el progreso de la localidad. Echaron sinceras raíces. Y sus descendientes siempre se han sentido parte de este peculiar y bello territorio español.
Trabajaron esos pioneros, siempre despreciados por el racista y malhechor Arana, con nobleza y dignidad. Muchos de ellos asistían con fervor religioso a los actos que se realizaban en la Iglesia de Santa María. Pero a este santo lugar llego hace años un vasco fornido llamado Mikel Azpeitia, lleno de odio merced a su inteligencia fracasada que empezó en sus homilías a destripar la verdad y la justicia. De ahí no pasaba su atroz pensamiento. La llegada de un equipo de profesionales del cine se acercó para dar a conocer sus teorías. En ese momento todo el mundo supo del pensamiento sectario y criminal de este pseudo sacerdote. Salvo sus feligreses, nadie sabia que en esa parroquia habitaba un cura muy poco cristiano.
Una caricatura grotesca de cura que solo sabe justificar el odio basándose en argumentos falsos. Su inteligencia fracasada solo le da para argumentos como «No es terrorismo, es solo una respuesta a la represión «y «Es una guerra de naciones enfrentadas». Mas que expresadas por un pastor de la Iglesia, parecen sacadas de un sectario fanatizado, incapaz de sentir dolor por el asesinato a las puertas de su parroquia de dos jóvenes Guardias Civiles, ocurrido en 1981.
Justifica la violencia etarra con la misma fe que los islamistas de Al Qaeda. Este cura es el ejemplo de sacerdote conducido por el maligno hasta los pulpitos. Al igual que otro minoritario grupo de sacerdotes con la misma mentalidad que deben ser, no solo expulsados de sus parroquias como ha ocurrido con nuestro protagonista, sino exiliados de un país que no se merece este tipo de evangelizadores del mal. Dignidad y Justicia los denunció en cumplimiento de su misión. Bien hecho.