Homenaje al maestro Flores Chaviano y el infinito Oblivión de la educación y la enseñanza. Por Manuel Artero

«Ahora, gracias al gran guitarrista y compositor, el maestro Flores Chaviano mi memoria tiene un Oblivión más»
Hacía unos meses que no lo oía: Resonaba todavía en mi memoria la versión cantada, en la calle, por Mamadou, el joven emigrante que se jugó la vida en el desierto y en la patera para atrapar sus sueños y ganó. Y por eso me dijo cantaba el Oblivión de Astor Piazzolla, que le enseñó un viejo acordeonista en la Puerta del Sol: Esa especie de tango cicatrizado en mi memoria llena de nostalgias y que durante toda la mañana me hace llorar.
Una de esas canciones que entra en el cerebro, y allá se queda para siempre, para recordarnos que no hay nada peor que despertar, y haber olvidado las claves de la felicidad con que hemos soñado, tan claritas, nítidas, reales, pero que, con luz del día, se disuelven en meras cenizas, sin color y sin forma, con tan solo una especie del aroma impregnando la almohada. Un rescoldo apenas de sentimientos que sugiere lo imposible y la belleza. Ese amor que la calle niega al joven Mamadou que canta el Oblivión y, así define la utopía y y lo que es peor nos niega a todos nosotros.
Ahora, gracias al gran guitarrista y compositor, el maestro Flores Chaviano mi memoria tiene un Oblivion más. El profesor dirige a varios grupos de cámara que aglutina con los estudiantes de un conservatorio madrileño. Recrea y transcribe para ellos partituras de tríos, cuartetos, quintetos que moldea para la interpretación de sus jóvenes alumnos y así, les enseña el arte de la compenetración y el conocimiento de los clásicos, a oírse, afinar y oír al grupo, transmitir en definitiva y vibrar.
En su repertorio Telemann, Vivaldi, Beettoven, Bocherini, Haydn y Piazzolla. Pero en sus conciertos nunca falta un Oblivión que las jóvenes promesas se rifan por tocar, revivir, soñar.
Y es ahí, precisamente ahí, en la entrega que los jóvenes demuestran en sus interpretaciones donde el maestro Flores encuentra la clave y los significados olvidados de la auténtica enseñanza, esa necesaria educación y transmisión de los valores, la cultura, la belleza, que a veces no se produce en las aulas y muy raramente en la calle. La verdadera educación.
«Me lo dijo el joven Mamadou, que había tenido suerte, tanta suerte al menos como en la patera de neumáticos en las aguas del estrecho, cuando encontró al viejito que le enseñó a cantar una estrofa del Oblivión»
Me lo dijo el joven Mamadou, que había tenido suerte, tanta suerte al menos como en la patera de neumáticos en las aguas del estrecho, cuando encontró al viejito que le enseñó a cantar una estrofa del. Y me lo recordaron en el ayer de mi memoria esos jóvenes músicos interpretando el tema de Piazzolla tal y como lo he vuelto a oír esta noche mientras dormía y esta mañana me hace llorar de alegría. Ahora ya no lo recuerdo, pero creo que en mi sueño se presagiaba la salida de un futuro incierto.
Gracias Maestro de la buena y genuina educación.
Mientras dormis, tenes que estar muy tranquilo de todo.Este es un momento sagrado.
Los sueños son sabiduria, no lo digo yo.
Y reitero no estoy segura, pero probablemente, que la belleza es el único puerto cierto.
Y vos sos el capitán.
A puente!!!