Un balcón centrista libre de aluminosis ideológica a la vera del Manzanares. Por Miguel Ángel Contreras Betancor

«Quien estas líneas escribe necesita conocer qué tipo de balcón será desde el cual el líder saldrá a recibir las ovaciones que están por llegar»
El líder de la organización ha entendido el mensaje sin la necesidad de acudir a los maitines como era costumbre en tiempos de euforia asintomática. Este hombre, de un caudal intelectual inagotable, incoloro, inodoro e imperceptible, ha comprendido que las derrotas no deben entenderse como un fracaso personal sino como la oportunidad de culpar a los demás; que la vida fuera de la acción política es un páramo por el que no quiere transitar. El ser a quien dedico estas líneas ha descubierto, no una vía de escape -semejante vulgaridad sólo cabe en testa reprimida-, y sí algo más parecido a la trampilla por la que desescalar lo jamás escalado, ese muro o similar que él amagó con subir, emulando con la boca chica -sin hueso de aceituna- el calvario de Sísifo.
Tras la hecatombe catalana fruto de las malas artes de gentes que habitan oscuros rincones matritenses y a pesar de la flagelación pública llevada a cabo entre las paredes de hornos comanches, sólo hemos necesitado unas horas para conocer la solución a todos los problemas como si de un bálsamo fuera. Cuando algunos reclamaban dimisiones -ingenuos-, o señalaban con el dedo cayetano, el ungido explotó en gozo sin par y anunció urbi et orbi que todo el mal tenía los días contados; era el final de los tiempos marianos. ¡Nos mudamos!
Es decir, porque creo necesario insistir, Pablo Casado (que así se llama) declara la guerra a la aluminosis ideológica de cuya existencia ningún bicho viviente tenía constancia, porque no hay peor asunto que impida liderar un proyecto rebosante de ilusión para un partido que resulta ser el del “corazón y la cabeza”, de las “familias y de los jóvenes”, pero, y ahí ha estado sembrado, es también, el partido de los “mayores”, que residir entre las cuatro paredes de una solución habitacional marcada por el egoísmo, la desidia o la mirada hacia otro lado. Como sea que él pretende que nadie se vaya a otros lugares (inhóspitos, cabreados y con poco aguante ante golpistas, corruptos, xenófobos o filoetarras), entiende que lo mejor es mandarse a mudar de sede, de barrio, de distrito postal -y si fuera posible, hasta de galaxia-.
A partir de este momento, únicamente nos resta conocer la nueva ubicación, el número de plantas, la distribución espacial, su eficiencia energética, pero sobre todo, quien estas líneas escribe necesita conocer qué tipo de balcón será desde el cual el líder saldrá a recibir las ovaciones que están por llegar. ¿Tendrá calefacción para soportar la frialdad de las derrotas –victorias dulces-, luces led empotradas, toma de agua y conexión a Internet de alta velocidad? ¿Habrá un espacio reservado para Feijóo? Estas y otras preguntas tendrán la debida respuesta, siempre y cuando el comité de sabios vote adecuadamente. Que los idus de marzo sean propicios y que ninguna escalinata se cruce en el camino del hombre que un día subió hasta la tribuna del Congreso y que cuando descendió llegó a un rellano que jamás abandonará.