2021 en pandemia y sin industria: Reflejos en el espejo de la España invertebrada de 1921. Por Antonio Rodríguez Cortés

El desastre de Annual y la Revolución de Octubre de 1921 y sus consecuencias en 2021 con la pandemia y la desindustrialización

«Con esta crisis la desindustrialización va a hacer real aquello de la España invertebrada pues la cesión a Europa no ha sido la solución»

Después de las elecciones generales del 19 diciembre de 1920 la situación a detallar estaba marcada por la debilidad extrema del sistema político y la gran conflictividad social debido al desastre de Annual y los disturbios en Barcelona. Fracasa el intento de reforma constitucional y los regionalismos periféricos vuelven a plantearse de manera radical promoviendo la agitación social y campesina en Andalucía y Cataluña. Este mismo año se constituye el PCE al no adherirse el PSOE a la III Internacional creada como consecuencia del triunfo de “La Revolución de Octubre” dando comienzo a la radicalización de las izquierdas.

La histórica derrota del Ejército español en Annual (población perdida en la región marroquí de El Rif) con una duración del conflicto de 18 días y con pérdidas humanas contabilizadas entre ocho y trece mil soldados frente a las tribus rifeñas, marcó el rumbo de las siguientes dos décadas trágicas en España. En este año dos mil veintiuno (centenario del luctuoso hecho), nadie ha promovido un mínimo acto por los españoles que perdieron su vida: “Quien olvida su historia, o la altera torticera e interesadamente está abocado a repetir los errores”.

La partitocracia coronada del setenta y ocho, prácticamente en su totalidad, ha consentido o más bien ha colaborado en conseguir que Alemania y Francia tengan las fábricas y exporten bienes de consumo y de equipo, y que España se vuelque en el sector terciario en detrimento de su capacidad industrial, pues se pasó de ser la décima potencia industrial y el segundo fabricante mundial de acero, a desmantelarse la totalidad de la industria pesada por órdenes de políticos imprudentes vendedores de lesa patria, tanto la izquierda como la mal denominada derecha. Eso hizo que nuestra nación se nutriese fundamentalmente del turismo, y estos años dicho sector va a quedar tocado si no hundido, por la pandemia. Con la crisis económica que viene sí o sí tras la pandemia vamos a lamentar estos años de desindustrialización a fin de entrar en la Comunidad Económica Europea (el nombre anterior de la Unión Europea, tal vez más ajustado que éste si sobre todo entendemos comunidad como biocenosis).

También nos hemos transformado en un país dependiente de la hostelería y del sector servicios en general, todo ello afectado gravemente por la crisis sanitaria. De momento la temporada del año veinte estuvo totalmente perdida, y la de esta sabemos que está muy dañada con cifras paupérrimas comparadas con cualquier año anterior, y eso ya por sí solo es gravísimo. Se comenta que la hostelería no podrá restablecerse y funcionar de manera normal hasta finales del año en curso o hasta el primer semestre del que viene.

Esa desindustrialización la estábamos pagando y la hemos padecido en esta crisis sanitaria haciéndonos reflexionar sobre el hecho de que de haber tenido industria, no hubiéramos estado obligados a buscar recursos como mascarillas, test ni respiradores fuera pero, con la que se nos viene encima va a ascender a niveles de llorar y crujir de dientes. Con esta crisis la desindustrialización va a hacer real aquello de la “España invertebrada”, pues la cesión de nuestros más preciados valores basales a Europa no han sido precisamente la solución a nuestros problemas menudos, sino más bien ha supuesto todo un quebradero de cabeza que puede desintegrar el ser de España en sí mismo si realmente, como se estima, nuestra nación va a salir tan mal parada en esta crisis. Y si sobrevivimos como unidad pese a que la amenaza formal del secesionismo no desaparecerá con el virus, estará por ver cómo va a quedar su identidad tras el paso de la pandemia.

En cambio, con suma prudencia para sus intereses eutáxicos propios de oligarquías supranacionales, como es lo normal en cualquier Estado-nación que se precie, Alemania ha nutrido durante estos años su industria, eliminando a España como principal competidor. Y si bien la nación política germánica es sólo una insignificante referencia militar, ya que ni tiene por presiones de otros Estados munición nuclear, es sin duda un gigante industrial. Sin semejante industrialización Alemania no hubiese alcanzado sus escandalosos superávits comerciales, sólo comparables a los de China. Pero si es una nimiedad militar nunca podría plantear una nueva guerra mundial al carecer de la susodicha munición. Francia e Inglaterra sí la tienen, aunque van a salir peor paradas que Alemania por la pandemia ya que afirman tenerla controlada afirmando que van a ayudar a Francia, Italia y España. Veremos en qué consiste esa ayuda y a qué precio.

Asociación Cultural Burgo de Santiuste

«Con la que se nos viene encima puede que nos quedemos ciegos, sordos y mudos, y ya puestos: sin gusto y sin tacto y por tanto sin sentido de la orientación»

Y volviendo al término “invertebrado”, asimismo, el ejército español también ha sido esquilmado durante estos años y tampoco (como es conocido por todos), no disponemos de fuerza nuclear. Por si fuera poco somos un país sin moneda propia al abandonar la peseta y subirnos al euro. Moneda que si para los alemanes con una industria fuerte ha supuesto montarse en el marco sublimado, para los españoles ha sido una ruina que nos ha costado el ojo de la cara y con la que se nos viene encima puede que nos quedemos ciegos, sordos y mudos, y ya puestos: sin gusto y sin tacto y por tanto sin sentido de la orientación.

En mi opinión, la pertenencia a la Unión Europea ha sido un lastre para la independencia económica, política y militar de España. ¿Cómo vamos a industrializarnos, a tener moneda nacional y a forjar un gran ejército, requisitos para recuperar nuestra soberanía la cual sólo existe jurídico-formalmente y no materialmente en pocos años? Sin industria, sin moneda, sin ejército y para más inri sin turismo, difícilmente podemos hacer mucho con la que vamos a padecer en unos meses; o con la que ya tenemos presente, que no es poco, pero auguro que será mucho más a corto plazo de lo previsto.

A lo que hay que añadir problemas como “el separatismo”, “la crisis de los agricultores”, “la débil demografía” y “la inmigración ilegal masiva”, más la catástrofe ideológica con “la Memoria Histórica” (más bien negrolegendaria), “el globalismo aureolar”, “el europeísmo sublime”, “la ideología de género”, “el pensamiento Alicia” y todas esas miserias terciogenéricas que tanto daño nos han hecho y que como no se extirpen y trituren de manera incontestable y radical, en poco tiempo dada la situación que nos va a dejar el virus, nos hundirán definitivamente no ya sólo en el fango de la ignorancia -que decía Platón– sino básicamente en la ruina más paupérrima que España haya conocido desde la posguerra civil. “El que es débil que espabile”…, alertaba Gustavo Bueno.

Ahora estamos lamentando y algunos lo llevamos haciendo desde hace tiempo que en estos cuarenta y cuatro años de partitocracia se haya estado dilapidando un Estado fuerte en pos de un autonomismo que ha derivado en algunas regiones en separatismo, y de un europeísmo que entre otras cosas ha desindustrializado el país y nos ha dejado sin soberanía efectiva. Y el globalismo nos ha infectado con ideologías estúpidas. Pero la inminencia era la pandemia que los medios progresistas-globalistas españoles, en este caso vergonzosamente “negacionistas”, procuraron ningunear e incluso ridiculizar: “¡Coronavirus, oé, gritaban! Posteriormente… “Qué grave es todo”.

La ideología de género, que no el feminismo, fue el catalizador de las manifestaciones del ocho de marzo del dos mil veinte, siendo esto el detonante de tantos contagios no sólo por sí mismas (por las múltiples manifestaciones por todo el mapa, destacando la de Madrid), sino por las de aglomeraciones que igualmente no se suspendieron en ese potencialmente mortal fin de semana: eventos deportivos, bares, restaurantes, discotecas, ferias, mítines y transeúntes por las calles y pueblos de España. Como ha señalado Atilana Guerrero en un número especial de El Catoblepas, sobre la crisis del coronavirus: “el Pensamiento Alicia inoculado a lo largo de estos años nos ha dejado en oportuna metáfora médica, con las defensas demasiado bajas”.

“El pensamiento Alicia”, vendría a ser la filosofía política imperante; quienes la practican se refieren constantemente a los objetivos que pretenden sin explicar cómo lo conseguirán. El “no a la guerra”, el “nunca más” o “la alianza de civilizaciones”, son expresiones de este pensamiento político.

Antonio Rodriguez Cortes

Antonio Rodríguez es el presidente de la Asociación Cultural Burgo de Santiuste. La asociación fue creada para el fomento y divulgación de los valores del humanismo, la Historia, la cultura y las tradiciones de los pueblos de España. Y se fundamenta en la recuperación de la nación asentada en sus principios y tradiciones. Burgo de Santiuste es el antiguo nombre de la localidad madrileña de Alcalá de Henares durante la edad media, tiempo en que las tres religiones monoteístas convivían en paz (musulmanes al norte, judíos en el centro y cristianos al sur).

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