
«Unas cuantas de esas baratijas con escaño son capaces de llevarse el protagonismo, de gozar del estrellato en ese zoco de mercadeo político»
Es frecuente referirse, como símil, a este espacio público cuando queremos asemejarlo a un lugar de mercadeo, de pujanza por el valor de las cosas. Espacio donde encontrar originales y falsificaciones, cosas extrañas, además de baratijas, es lo que le da su razón de ser. Es también escenario para el fraude, el engaño, la picaresca y el ingenio.
No puede ser demasiado atrevido pensar, por lo que se ve, se lee o se siente, que el estado de la política actual deambula por las callejuelas de un rastro al puro estilo de cualquier medina norteafricana que se precie. Si bien, en esta segunda, lo que peligra o prospera es tu peculio propio, en la primera, al tener que ver con los intereses de todos, peligra el bien general.
De izquierda a derecha, de derecha a izquierda; en los extremos de ambas y con la inclusión de quienes en su afán independentista quieren destruir el mismo sistema que les acoge para ejercer de lo que ejercen en libertad, se pueden encontrar gangas de y a todo trapo.
Muchos de los principios, que se supone vertebran cualquier proyecto o siglas, son susceptibles de cambiar tan pronto la ocasión lo merezca. Importa mucho más alcanzar o mantener cuotas de poder que sostener la propia ideología. Baste someter a la militancia y, sobre todo, a la audiencia a un lenguaje farragoso y engañoso e intentar que acepten la renuncia a poco menos de lo que sea bajo el disfraz de la demagogia o la retórica barata.
Muchas “baratijas”, con escaño o aspiraciones de él, deambulan por los rincones de este mercadillo hábilmente entremezcladas entre otros productos de bien que intentan la dignificación de la política desde su ejercicio noble, acertado o no, pero noble. Las primeras hacen mucho más ruido que los segundos, así se produce el efecto, la sensación, de su abundancia. Y aunque no son pocas, unas cuantas de esas baratijas son capaces de llevarse el protagonismo, de gozar del estrellato en ese zoco.
Resulta complicado saber, por ejemplo ante la primera cita electoral en el horizonte: el voto andaluz, que quieren los grandes partidos realmente, que no sea gobernar. De los pequeños, en la misma línea, participar de ese gobierno por mor la aritmética posible. Aspirar al poder es sumamente legítimo, decir, y decir la verdad, que se quiere hacer con él, obligado. No debiera ser que todo el debate, o casi todo, sean las variedades y posibilidades de pacto para mandar.
Ahora, en el combate andaluz, ha entrado en juego una vaca sin ella ni pretenderlo ni, mucho menos, pedirlo. Un pacífico cuadrúpedo al que el líder de un partido mayoritario le ha preguntado y dice, este, haber hablado con él. Según afirma el ahora candidato, la vaca ha mostrado sus preferencias políticas ante la cita electoral. Como réplica, el otro líder de la opción mayoritaria contraria, ha comentado lo que debe haber dicho el saludable animal en su favor. En fin, de zoco o de circo.