
«Me atrevo a afirmar que si hace trescientos años los políticos hubieran impuesto las leyes actuales, no existiría la dehesa»
Una amiga me dijo hace un par de días, que mientras se encontraba paseando por un camino de monte rodeado de mucha vegetación, se encontró con un buen número de cerezas caídas en el suelo, y que junto a ellas había bastantes excrementos de color rojizo y pipos de cereza en ellos. Se trataba de excrementos de zorro. Ni a ella ni a un servidor nos llama este hecho la atención, pues conocemos los gustos de los zorros, pero me lo comentó entre otras cosas. Lo normal en una conversación entre quienes viven en el campo.
En mi zona no se suelen ver cerezos fuera de huertas y jardines, y ya casi ni eso, pero sí que hay muchas zarzamoras, y a los zorros les gustan las moras, con lo que en el otoño es más que habitual toparte con excrementos de color morado y con un alto contenido de pepitas, granitos, de mora.
El zorro se alimenta principalmente de carne pero no desdeña huevos o frutos. Esto de las cerezas y los zorros me ha traído a contarles varias cosas.
Consideramos herbívoro al animal que se alimenta de vegetales. Y vegetal puede ser una hierba, un árbol, un arbusto, una fruta, una semilla.
A los animales que se alimentan de semillas, de granos, los conocemos con granívoros, a los que comen fruta, frugívoros, y a los que se alimentan con hojas, folívoros.
No todos los animales que se alimentan de hojas y tallos consumen cualquier tipo de hojas y tallos, tienen preferencias y además, necesitan tener la capacidad de poder comerlos y digerirlos.
La mayoría de los herbívoros se alimentan con tallos y hojas de plantas herbáceas, y añaden o no, cortezas, flores, raíces.
Los vegetales, las plantas, no pueden moverse, y para defenderse de los animales que se alimentan de ellas se han dotado de diversos mecanismos como pinchos, espinas, diversas sustancias tóxicas o molestas, hojas coriáceas, y además tienen un alto contenido de celulosa, hemicelulosa y lignina. La lignina es la encargada de endurecer las paredes celulares y formar la corteza.
El contenido de lignina facilita o dificulta el aprecio y digestibilidad de la planta por parte del animal. Los animales domésticos que mejor aprovechan la vegetación lignificada son las cabras.
Vamos a otra cosa.
Los vegetales necesitan luz para vivir. Unos mucha, otros poca. La luz les permite desarrollar la función clorofílica.
Hay plantas que están adaptadas a vivir y prosperar en lugares sombríos, pero las hay que precisan de una exposición total a la luz solar, y cuando ésta les falta, se desarrollan mal, crecen ahiladas, deformadas, siempre intentando acceder a la luz.
Cuando hay un exceso de plantas de porte arbóreo o arbustivo, la luz solar no llega bien al suelo provocando el mal crecimiento o incluso la desaparición de muchas herbáceas, principalmente de las consideradas como pasto, que son las que alimentan a la mayoría de los herbívoros.
Tal vez alguno de quienes lean estas líneas hayan visto cultivar recientemente espárragos. Los caballones se cubren con un plástico negro para conseguir tres objetivos fundamentalmente, evitar la aparición de hierbas, aumentar la temperatura del suelo para favorecer la brotación, y que la yema del espárrago, que es lo que nos comemos, salga blanca.
Esta técnica de cultivo se conoce como acolchado. También puede verse en invernaderos y campos de hortícolas en diversos cultivos, y en jardinería, para evitar la aparición de malas hierbas. Cuando no existía el plástico, se realizaban acolchados de hojas o paja.
En jardinería se utilizan cortezas y triturados de restos vegetales. A ser posible, pero no necesariamente, compostados, fermentados.
Si se adentran en un bosque espeso, cerrado, con mucha vegetación arbórea o arbustiva y poca penetración de la luz solar, comprobarán que apenas hay hierba, y que además, el suelo está cubierto de una capa de restos vegetales como hojas y trocitos de palo, que se descomponen sirviendo de alimento a la vegetación existente, favoreciendo su desarrollo.
Las plantas tienden a desarrollarse y multiplicarse de forma continua, por lo que si nada frena su expansión, llegan a ocupar el espacio disponible. La hierba de pasto prospera donde hay pocos árboles y arbustos, y de ella se alimentan numerosas especies, tanto aves como mamíferos.
La dehesa, un patrimonio único en el mundo y que encontramos en zonas de nuestro territorio nacional, conjuga las virtudes de los árboles, los matorrales y el pasto. Pero no lo hace de forma natural, es el hombre quien durante siglos se ha encargado de definir, formar, conservar y mantener ese sistema único, mediante el aprovechamiento ganadero, el silvícola, el agrícola y la caza.
Tradicionalmente, cuando la masa arbórea se expandía demasiado, se entresacaban los ejemplares mediante tala selectiva. Cuando se trataba de arbustivas, se recurría al desbroce.
El desbroce puede realizarse por medios mecánicos, normalmente mediante tractor con desbrozadora o grada de discos forestal, y ahora también con medios más sofisticados como trituradoras de residuos vegetales, y por medio del fuego. Aun se pueden ver desbroces por quema controlada en el Norte de la Península.
Mientras la acción humana controló la expansión de las masas forestales y arbustivas mediante la poda para obtención de madera, tala de árboles, recolección de palos y otros restos, limpiezas regulares u ocasionales, y el aprovechamiento directo con el ganado, se produjo riqueza y conservación.
Pero hete aquí que a alguien se le ocurrió pensar que el campo era como era en la mayor parte del territorio nacional gracias a la acción exclusiva de la Madre Naturaleza, y decidió que para su conservación había que limitar la acción del hombre prohibiendo y dificultando los trabajos que históricamente, desde tiempos inmemoriales, se habían venido realizando. Me atrevo a afirmar que si hace trescientos años los políticos hubieran impuesto las leyes actuales, no existiría la dehesa.
He conocido a un buen número de personas que durante su vida o parte de ella, se mantuvieron gracias a lo que el monte les daba, piñeros, resineros, cortafinos, colmeneros, carboneros, madereros, cabreros, pastores…
Había costumbre, hace tiempo, de aprovechar los pastos con diferentes especies ganaderas. Las vacas comían el pasto alto, las ovejas el bajo y plantas no muy apetecibles para las primeras, las cabras recortaban matas y arbustos, los equinos remataban lo que hubiera.
En pastos y montes comunales se mantenía a raya la vegetación a la vez que se obtenía rendimiento económico. En pastos privados, el ganadero gestionaba y limpiaba lo que hiciera falta para mantener en buen estado pastura y parcela.
Todos los días paso por delante de un prado comunal de regadío. Durante varios años sólo se ha aprovechado con vacuno y más o menos la mitad de su superficie está cubierta por juncos. Bajo el tapiz de juncos no crece nada.
Creo que muchos deberían recapacitar.